Wednesday, December 28, 2016

Portugalete

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Alma de los muertos, haces oscura la noche.

La mina de Portugalete es una entrada de abandono en la montaña. Apenas se puede entrar en su interior derrumbado. Hay que hacerlo con cautela porque en su boca se refugian serpientes y quién sabe qué. Espectros.

En la falta de luz se oyen, como gotas de agua, los sollozos indios. Secreto fondo donde permanecen los muertos, ajenos al destino exterior, con cráneos blancos sin brillo, desparramados por el suelo.

He pasado una noche mirando la entrada. No vi movimiento, mas ese estático Portugalete me parecía danzar. Por eso, antes del amanecer, corrí por el sendero, obsesionado por esconderme en el frío.

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Publicado en PUEBLO Y CULTURA (Opinión/Cochabamba), 27/02/1992

Monday, December 26, 2016

Tiempo/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

… de los asesinos, recordando un texto de mi amigo Pablo Cerezal; de los déspotas, si quiero dar tinte más que político, indignado ante el hambre de eternidad de los jerarcas, sean Trump, Morales, Putin, Castro. No puedo pensar en el martirio que significaría ser presidente una vez; Dos, tres, cuatro veces… tiene que ser enfermedad peor que el cáncer, muestra de lo poco que anida dentro del personaje que se empeña en lograrlo, de lo triste de aquella orfandad infinita que los obliga a llenarse de todo, apoderarse de todo, escucharse y amarse sin condición.

O los escritores en busca de fama, olfateándose como perros enroscados el propio culo. Miro, ni siquiera observo, la peregrinación sin pausa de festival en festival de los literatos. Creo, no lo sé en realidad, que debe ser muy difícil vivir con cierta decencia de lo que uno escribe. Entonces, si dinero no hay, qué otra cosa es esta caminata obsesiva sino la búsqueda de reconocimiento. Me regocijo en Cioran que era un grande detrás de una modesta puerta en un modesto apartamento de cierta ciudad gloriosa. Cuestión de gustos. Qué no daría por escribir bajo una parra, acompañado de cerveza helada, sentado al atardecer contemplando el desgaste de los adobes. Vengo tal vez de otra época, de síntesis ya perdida de razas, de geografías entre lo rural y lo urbano. No la llamemos nostalgia, porque no es. Filosofía de vida, tal vez. Sin embargo no contravengo lo que me toca vivir. Me sumo al entorno, ni le propongo conflicto ni lo arrebato. Mimetizarse en el conjunto de circunstancias y tiempos de los objetos alrededor.

Siguiendo, antes de saltar porque el teléfono interrumpió el flujo normal del asco, debo decir que a algunos les es leve el plumaje de pavo real que les crece como florero desde el lomo. Prefiero preocuparme, divertirme, solazarme, con el color de los arándanos, el aroma del molle y el del fricasé que cuece lento en olla gastada. Leer mucho, todo el día, a amigos y enemigos por igual, soñando con una cabaña perdida en la serranía de Ayopaya, mirando el camino donde polvo significa que alguien viene y hay que calentar el horno. Simple, tan simple como atisbar por la ventana la pared de enfrente, en apariencia tan intrascendente, saborear un ron, escuchar una zamba que habla de Simoca, de caña y Tucumán, oír a los niños corriendo. ¿Fama? La fama no tiene solitudes deliciosas. El silencio sí.

Lunes. El sonido de la máquina de lavar dice que pantalones y camisas de trabajo pierden el sudor de sus entrañas. En el estómago se asienta una sopa toscana de chorizo y kale. Si me dijeran que el futuro está en ser presidente, ministro, director, maestro de ceremonias, abogado o cura, les agradecería con un no. Nadie me quita esta paz que de tan sencilla cuesta llamarla felicidad y que sin embargo eso es; paz con uno mismo, consciente de la miseria y el logro por igual, sin mortificación. Ni para mártir ni para mesías, solo para aprender mientras los años se acumulan que la fórmula vive al alcance de la mano. Claro, y viene con las horas, que en los recodos de un no siempre apacible trajinar se acuña dolor, esconde desgracia. Incluso así, con la certeza de esa muerte que nunca es prematura y debe ser bienvenida como un rioja, o, mejor, como un pesado borgoña que barre la ansiedad, un chocolate derretido con la lengua. Instantes. Ellos cuentan. Del matrimoniarse suyo arriba la calma.

Los generales Villa y Zapata observan apoyados en libros diversos e idiomas muchos. Uno trae un pistolón y el otro carabina. Ligia desde una foto en Puebla se recorta contra piedras coloniales. Me espera un filme austriaco. La tarde anda en la forma en que se debe andar, sin aspaviento. Quiero esa tranquilidad única, la del inmóvil pastel negro con rojas cerezas encima.
26/12/16

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 27/12/2016

Imagen: ¡Qué viva México!, Sergei Eisenstein

Sunday, December 25, 2016

Canción de Navidad

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

O como la veía Dickens. Primero fue la película que me impactó; luego el libro, delgado, en Ediciones Sopena que producía unas joyas que no existen más. A pesar del drama humano que narra, George Orwell decía que Dickens no era ni un escritor “proletario” ni uno “revolucionario”, que su crítica social tenía carácter moral. Pero, bueno, explíquenle Orwell a un niño de diez años y le cortarán la vida. Amé a Dickens como a nadie en esas primeras sesiones de lectura. Tal vez nada en literatura me haya impresionado más que David Copperfield, en una edición de Billiken de tapa roja. Cuánto me impactaría que hasta el color se grabó.

Los niños del escritor inglés; fatídicos bedeles de orfanato; pandillas de pilluelos que reencarnan en Londres al Gavroche de París. Difícil no emitir juicio para la pesadilla victoriana. Era el imperio más grande del mundo. God Is An Englishman escribió R. F. Delderfield, pero Dios no cabía en los tugurios miserables de la City.

La Navidad en esa temprana edad forma parte de las grandes ilusiones. Y de pronto caía el mazazo sobre la cabeza del incipiente literato y pequeño gran lector para terminar la metafísica. No que se creyera en Papá Noel; nos explicaron de chicos que los regalos venían del trabajo y del afecto. Ni chimeneas había en esa deleznable villa cochabambina para imaginarlo, pero igual.

Quedaba la fecha, queda para ser precisos, en que el cuerpo presiente que se acerca a un hito. La costumbre suele convertirse en vicio y hay predisposición a la suavidad, la condescendencia e incluso el autoengaño. Hora de ponerse buenos, suena en las trompetas de la creación, y al final no me disgusta. Ponerse a pensar en lo dramático de la Navidad dickensiana, en el peso inmortal de un pavo horneado con especias suele a ratos despertar sensibilidad social pensando en los que no comen, aunque las más traiga una modorra que de tan agradable pasa a siesta, a sueño, a olvidar congojas.

La Navidad de Alepo, hoy; interminable historia de crueldad colectiva. Allí, en el Oriente Medio, la cristianidad casi se ha reducido a leyenda. Los nestorianos que en su momento predicaban la dualidad de Cristo desde las aguas del Mar de la China hasta Anatolia, y otras sectas, esconden medio millón de almas en catacumbas de miedo. Las únicas velas que hay para esta religión aplastada son las de velorio. Los tres espectros de la fecha decembrina que pululan por la obra de Dickens: el fantasma del presente, el del pasado, el del futuro, al menos en Siria, se han convertido en dos. El ayer y el momento. El después nunca llega.

Disquisiciones producto del frío. Sobre la llanura de Colorado crecen brumas que no son de nieve y sí de hielo. ¿No han visto llover hielo? Hasta llover barro, como si de plagas de Egipto se tratase. El frío, digo, que al encerrarnos entre paredes tibias y mantequilla sobre pan tostado nos entrega atados de manos a la “noche de paz”. Pero… qué irascible duda… para hacer un contrapeso, miro por tercera vez el oscuro filme finlandés Rare Exports sobre el verdadero Santa Claus, un gigantesco ogro encerrado por la montaña y que una compañía minera despierta para reanimar un holocausto de infantes, antropofagia, inverosímil locura hasta para ese mundo helado finés de gente en apariencia sin sentimiento ni amor.

Interesante, apasionante. Creo haberlo visto o leído antes, en fábulas precristianas que hablan de este viejecillo que atraviesa el cielo en renos siderales. Qué complicado el humano, y qué amplio el rango de su preocupación, demencia e irónica bonhomía.

Hora de ponerse a pensar en los condimentos de la cena gloriosa. Hay quienes buscan pasas y nueces raras. Nogadas, almendradas; para nosotros, criollos de bien al sur entre montañas, una pierna de chancho mechada basta. Se huelen los morrones y se siente el perejil. El ajo se tuesta no con olor de averno y se destapan cervezas.

El vino muestra color de sangre. Festejamos, festejan diré, el nacimiento de Cristo. Nacimiento y muerte conforman una suerte de canibalismo festivo. Creo que ninguno piensa en Dios. En las corrientes de aire hay aroma de jerez, no de fatalidad.

Debo retirarme cada año antes de medianoche por el trabajo. Ausente para la sidra fría, explosionado el corcho contra el techo. Y todas las veces, cada veinticuatro de diciembre cuando enciendo el carro y parto, me asalta una sensación de infancia, de desamparo. A mi manera me incluyo entre los tristes personajes del novelista inglés.

Denver es una ciudad oscura, las calles no tienen faroles. Como ahorro de energía está bien, pero la penumbra que sigue a los escasos focos de luz tiene algo de lúgubre. La navidad del norte no se parece a la del sur. No se ve arriba una gigantesca cruz de estrellas que señala el camino del Antártico. Ni siquiera insectos sobrevuelan alrededor del calor que produce la electricidad. Sin embargo, un toque terrenal: a pesar del jabón dispensado con holgura sobre las manos, puedo oler en los dedos el relleno de zanahoria mezclado con mostaza y macerado en limón.
14/12/2016

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Publicado en TENDENCIAS (La Razón/La Paz), 25/12/2016

Imagen: Ebenezer Scrooge


Tuesday, December 20, 2016

Allahu Akbar/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Hace pocas horas asesinaron al embajador ruso en Turquía. El ejecutor, un policía turco de 22 años, gritó que era venganza por Alepo, además del clásico Allahu Akbar. Escucho, mientras escribo, que la paz tampoco reina en Berlín. Será premonitorio de la nueva era que comienza con Trump.

He criticado, atacado el fundamentalismo islámico desde siempre, pero puedo comprender esta situación en vista del genocidio sirio y la apatía de occidente. Barack Obama se retira con oratoria de académico pero lleva consigo medio millón de muertos. Se alegará que cada nación teje su propio destino sin ser cierto. El poder decide la historia, y la escribe también. Si se disecciona en calma, sujetando la pasión, el desarrollo de los pueblos encontraremos que los países dominantes, armados y ricos, aliados con los clérigos locales que alaban las riendas del amo, comprenderemos el accionar individual y colectivo en contra de destinos impuestos por ajenos en su propio interés.

El mundo puede estar cayéndose, desgajándose las paredes y corriendo ríos de sangre, pero, igual, los noticieros norteamericanos hablan solo de ellos, de lo que sucede con la escabrosa elección por la que pasaron y sus personajes cuya única relevancia es pertenecer a los Estados Unidos, el centro del universo. Lo demás pertenece al olvido.

Pues bien, no es así, y a pesar de que la portada se divide entre megalómanos como Putin y Trump, tiene que existir una reacción violenta de los humillados, los negados. En ese sentido, el asesinato del diplomático ruso, sea quien fuera el desdichado, es un acto de justicia, como muchos de los que todavía van a surgir del embrollo neonazi de la USA actual y los sosías alrededor.

Estados Unidos, Rusia, China, Irán, Turquía, Arabia Saudita, la Unión Europea, se reparten el planeta como lo hicieran los europeos en la desmembración de África a fines del siglo XIX. Las naciones chicas, pobres en el sentido de su incapacidad de defenderse, son tragadas sin misericordia. Militares, políticos y religiosos de cualquier laya exponen ideas supuestamente  salvadoras para lucrar en el caos. La economía define a quién se entregará a la pira del sacrificio y quién sobrevivirá incluso en las peores condiciones.

La pesadilla de Darwin es un documental del año 2004 acerca de la destrucción del ecosistema del gran lago Victoria, gracias a la introducción de un implacable depredador: la perca del Nilo, que exterminó decenas de especies regionales para beneficio de gigantes de la industria pesquera y la alimentación de millones de europeos y japoneses mientras los tanzanios morían de hambre o comían cabezas de pescado mixturadas con gusanos. El auge civilizador, causa de alucinatorios genocidios y falsa gloria.

Justificado todo, claro, hasta lo que sucede en la mártir Alepo y en un Oriente Medio que empeorará ya que el nuevo presidente gringo pone de embajador en Israel a alguien que niega Palestina. Los poderosos son incapaces de entender la ironía; unos por avaricia, otros por mentada y dudosa humanidad, siguen determinando la senda por la que deben transitar todos. Esta imprudente obsesión crea en principio fantasmas y luego monstruos que se volcarán para devorar a sus creadores. Tarde o temprano.

Nadie está seguro de la tierra que pisa. La vanidad suele ser pésima consejera. Poco ha cambiado el panorama, aunque el ideario se ha radicalizado en múltiples versiones de acuerdo al origen geográfico, religioso, político de sus brazos armados. Hoy fue un embajador, mañana un presidente. Las bombas nihilistas han adquirido matices distintos pero en suma siguen siendo lo mismo que antes: reacción individual o de mínimas sociedades ante el abuso.

Parece no haber vuelta atrás. La irracionalidad que aprovecha un desastre ecológico como el del Lago Victoria, se extiende por cualquier recoveco conocido o sospechado.

Al genocidio armenio le siguieron asesinatos de los victimarios. A Alepo, también. Malvenido el nuevo orden, y amén a los apóstoles armados.
19/12/16


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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 20/12/2016

Fotografías: TN.com.ar

Tuesday, December 13, 2016

Donald Trump, el voluntarioso espía ruso/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Diga lo que diga el infantil energúmeno, está comprobado que la Rusia de Putin puso su inteligencia a trabajar para que el “republicano” fuese elegido presidente. Cierto que Trump es inestable, caprichoso, vanidoso y avaro, detalles que podrían alterar el curso de sus esperadas reacciones, pero, a la larga, y con mucho, sería más manipulable que la dura Clinton. Apostaron por él, y triunfaron.

Pero la cosa no parece estar en definitiva suave y lisa para el futuro mandatario. Tanto que hasta es posible que su legitimidad sea cuestionada y que la zozobra ligada a ello termine pronto en un impeachment que lo expulse como a Nixon. No solo por el affaire ruso, también por las ligazones económicas de Trump alrededor del mundo y que en pocas palabras se niega a dejar en su totalidad. Hombres de negocios hindúes lo visitan en su torre neoyorquina; el presidente turco afirma que Trump le habló de negocios particulares suyos en Turquía cuando lo llamó para felicitarlo. En el caso de Taiwán, sucede que la nueva familia real tiene proyectos millonarios en la isla y que la defensa a ultranza de la conversación –inusual- con la presidente de la considerada provincia rebelde en China fuera para asegurarlos. Lo mismo en Filipinas. Y Rusia, claro, donde hay cientos de billones de dólares en la mesa.

No en vano en carta firmada por gente de importancia en los Estados Unidos se dice que Trump utilizará la presidencia en beneficio propio. Lo que echaría por la borda doscientos años de progreso y, aunque pausada, la democratización interna del país en cuanto a razas, géneros y más.

En un extenso reportaje del New York Times (11/12/2016) sobre cómo actúa la Rusia de Putin para acabar, desacreditar o eliminar a sus rivales políticos, el disidente Vladimir Bukovsky narra la manera en que los servicios secretos de su país de origen plantaron evidencias de pornografía infantil en su ordenador para causarle problemas con la ley inglesa. Eliminaron a Litvinenko en Londres; la periodista Anna Politkovskaia que desenmascaró la guerra en Chechenia fue asesinada. La difamación de carácter se ha hecho práctica común.

Con Donald Trump presidente, Rusia se asegura manos libres en Siria; sabe que el genocidio en que participa con fruición será obviado en aras de intereses privados de un lado y estatales del otro. Ucrania puede ser total pasto de la ambición del exespía de la KGB; lo mismo los países bálticos. En Estonia los jóvenes se entrenan ya en tácticas guerrilleras ante la posible inmolación de su soberanía.

Trump se considera a sí mismo un intocable semidiós. Alarga la trompa para delinear sus cambiantes opiniones de forma que parezcan las de un sesudo pensador. Se habla de su capacidad para los negocios; también, menos, de su habilidad para el embuste. Lo han llamado “con man”, el gran embaucador. Y otra cosa no es. Su elección sirvió por supuesto para destapar horribles contradicciones de un país que juraba haberlas superado. La existencia de ignorancia y deficiencia intelectual en una masiva parte de la población norteamericana, no acorde con el nivel de vida acostumbrado desde la época de oro luego de la victoria en la II Guerra Mundial. Destape que si no se toma en serio destruirá para siempre en algunas décadas esa al parecer indestructible, e insustituible, fortaleza.

Creerá en su fuero interno que Rusia va a servir para sus propios designios. Error. La pena que el costo no lo pagará personalmente. Ha puesto en juego, y en oferta, un país entero. No en vano un congresista demócrata de Texas asegura que nada peor podía haberle pasado al Partido Republicano que la jefatura de este hombre.

Festejaron en Moscú, en la Duma, con champaña su elección. El espumoso trago correrá como agua entre ricos y déspotas en uno y otro lado. Los tontos útiles que votaron por él, la supuesta “clase trabajadora”, tendrá que absorber el golpe.
12/12/16

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 13/12/2016  

Tuesday, December 6, 2016

La muerte, lejos

MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ

Setenta y dos cadáveres de migrantes sin papeles, procedentes de países centro y sudamericanos, asesinados a manos de un poderoso grupo criminal ligado al narcotráfico, los Zetas, en un rancho del estado fronterizo de Tamaulipas. No estoy muy seguro de que la noticia no se haya centrado más en los autores del crimen que en las víctimas.

Una realidad. O mejor, dos. La primera: esos grupos criminales tienen en jaque al gobierno mexicano, a su policía y a su ejército, que se diga lo que se diga no ha podido hasta ahora controlarlos. La segunda: lo que les puede suceder a manos de esos grupos criminales, que en el último año han secuestrado a 20.000 inmigrantes, no desanima a los que emprenden a diario la migración hacia el sueño americano. Todo lo que se escriba sobre este asunto será poco.

De no quedar un superviviente de la masacre, no se habría sabido gran cosa de lo sucedido. Pero el joven ecuatoriano, cuya vida ahora corre serio peligro, ha destapado el pozo negro de la infamia.

Para relato de viaje, el de esa persona. Todo lo demás empieza a ser cuento y banalidad, palabrería en beneficio de la industria turística. Los viajes que merece la pena leer y ser relatados son otros y tienen que ver con los avatares de las personas empujadas o condenadas a la emigración. Van a nutrir la épica de un futuro inmediato. Relatos como El exilio voluntario, del boliviano Claudio Ferrufino-Coqueugniot, acerca de la inmigración pluriétnica al asalto del sueño americano, vale por todas las excursiones literarias del cosmopolitismo de pega pagadas por Cooperación Internacional o el Centro de las Letras Españolas, con las que no se puede escribir otra cosa que El arte de viajar de gorra.

El esteticismo y el cosmopolitismo empiezan a estar de más, muy vistos, demasiado. La época del Orient-Express y los sleeping-cars queda demasiado lejos. Son millones de personas las que se desplazan en busca de un presente más digno y se juegan con ello la vida. Desplazados, desarraigados por fuerza, burlados por mafias, explotados, despreciados, excluidos, esclavizados. Son los protagonistas de las nuevas crónicas de Indias, aunque no todos vengan de ellas, y van a escribirlas, de eso estoy seguro, y no nos va a gustar lo que cuenten, de eso también estoy seguro".

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De A TOPA TOLONDRO (blog de Ander Izagirre), 30/08/2010

Meterle nomás/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

71 muertos habría que añadir a la ya larga lista de víctimas de Evo Morales, los del avión caído. Ahora, claro, y como siempre, él no sabía nada. Es un querubín moreno que vuela por el aire en absoluta inocencia. Las malas lenguas, la derecha, el imperio, le achacan males que no concuerdan con su angelical imagen, entre ellos el de haberse acostado con la Zapata y haberla hecho parir. Terrible, porque el señor Morales utiliza los genitales para y únicamente la necesaria labor de orinar. Lo dicen sus ministros que por las declaratorias parece que conviven con el patrón en íntimas circunstancias.

La tragedia aérea de Medellín (no la de Gardel que está ya olvidada) desenmascara un país que vive en estadios inferiores de desarrollo mental, justo aquellos que el curaca eterno resalta y desea decretar. El paraíso contemplado como un yermo en el que rebuznan asnos muertos de sed y se devoran unos a otros. La paz entendida como el infierno. Con eso sueña; a eso vamos.

El relato del accidente es tragicómico y retrata Bolivia, la Bolivia de Evo Morales que es la de siempre pero multiplicada por cien en sentido negativo. “El avión voló hasta que se le acabó la gasolina y se cayó”. Así de simple, por encima de vidas y lógica, por encima de cualquier razonamiento. En el aire, en tierra, en oficinas públicas, en el estadio de fútbol… Linerita saldrá con una de sus permanentes estupideces a darle el tinte idiotizado a un asunto indefendible. Será, para él, que el avión “nomás bien se estaba” y después no supo lo que pasó. Cómo un piloto, a pesar de toda la mácula oscura que esta aerolínea carga consigo y con sus relaciones con la jerarquía gubernamental boliviana, puede tener la incapacidad de manejar un avión casi condenado a muerte por las deficiencias de inicio solo se entiende en un país como Bolivia, donde al consejo de no volar porque no alcanzaría el combustible se responde que “no seas maricón”, “no te preocupes”, “son cinco millas nomás”, “alcanza”, “no jodas”, “el aire nos va a ayudar”, “volaremos más rápido”, “apurate, firmá”. No es la tierra de Nunca Jamás como en la fábula de Peter Pan, sino la de Meterle Nomás, según pregona el dicho presidente, ufanándose de ello.

Por supuesto que caerán cabezas, las del meteorólogo, del mecánico, del que limpió los vidrios. Los de arriba bien nomás se han de estar con whisky etiqueta azul. Total, no pasará nada y la vida va a continuar en el idilio de Morales con los achachilas que tuvieron a bien dejarle de herencia la hoja sagrada que se transforma en dólares y absolutismo. Y si no llueve, por tocar otro de los vértices de esta sutil filosofía de vida, el cacique se vestirá de chola y se pondrá a danzar hasta que llueva. Que llueva que llueva la bruja está en la cueva, los pajarillos cantan, la luna se levanta y etcéteras.

Pero el día está pronto a llegar donde incluso los achachilas perderán su morada de hielo eterno. El comerciante que llamamos primer jefe, presidente, elegido, manco kapac, mama ocllo, está rifando selvas y montañas. Tendrá ya preparada una fuga millonaria en caso de que las cosas salgan mal. Huido, querrá dictar clases en la Sorbona sobre la prostituida madre tierra, ya que siempre habrá gringos tontos que lo escuchen embobados.

Supongo, es más estoy seguro, que con su avión personal no es tan negligente como con el de Lamia. Ambos le producían dividendos, cierto, pero en este viaja su fantástico cuerpo de ídolo y no puede darse el lujo de caer porque se le acaba la gasolina. Allí resucitaría de entre las llamas para castigar al gasolinero y al vendedor de chicles que camina ajeno al futuro. Hay cosas que debiesen pasar en un lado y desgraciadamente caen en otro. Pero las estrellas se reorganizan y el mundo se deshace de sus forúnculos de manera natural.

Hay que meterle nomás, contra distancia y gasolina. Lo dice el Aristóteles local, el Sócrates orinoquense, filósofo y astro de fútbol al mismo tiempo.
05/12/16


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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 06/12/2016