Saturday, October 3, 2009
El legado de los dioses/NADA QUE DECIR
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
No tengo intención de usurpar a Erich von Däniken con sus relatos de la presencia de los dioses en la antigua América. Si vinieron marcianos a construir las sociedades andinas más que controversial resulta atractivo, ponerle algo de misterio al aburrimiento que para algunos implica la historia. Dejemos al autor suizo y remitámonos a nuestro más reciente presente -y problema-, el imperio dual de los neodioses: uno aymara otro señorito, en un país que por sus características parece de otro mundo.
Ya lo decía en 1970 el general Reque Terán, entonces
asociado a Juan José Torres, hablando con Ryszard
Kapuscinski, el magnífico periodista polaco. Decía Reque
Terán que no se podía conocer Bolivia en dos viajes (era la segunda visita de RK), y que tampoco "nosotros" la
conocemos. País que se afirmaba no debía existir, pero que dado que existía así debía permanecer, porque no había estado que naciera y luego desapareciera. Peroraba de tal manera a pesar de oír de dónde provenía Kapuscinski. Qué podía saber un general boliviano de Polonia, de la aparición o desaparición de estados, aunque sí de la nebulosa que significaba Bolivia, tierra de ambigüedad, de insensatez, irracionalidad, conjuro, hechizo.
Tierra ardua, perfecta para la creación del mito, ideal con su elevada llanura para que aterrizaran extraterrestres a dictar sabiduría. Si vinieron ¡pobrecitos! se los habrán comido en mankakanca, o los habrán elegido apus para luego traicionarlos y colgarlos como a perros y, con posterioridad, beatificarlos y rezarles por su venia y su bondad. Extraño país, por cierto, donde el comandante del
ejército (golpista) torrista (revolucionario) recibía a los familiares de los guerrilleros de Teoponte para anunciar que no podían devolverles los restos por motivos de "seguridad nacional". "De hecho les dispararon detrás de sus cabezas tan pronto se rindieron. Los cuerpos constituyen evidencia de un crimen, y eso es lo que menos desea el Ejército."(Kapuscinski).
No ha cambiado desde aquellas jornadas, ni cambió desde la asonada a Sucre o el asesinato de Pedro Blanco, ni de la traición al Willca o los espantosos folklorismos melgarejianos, todos asuntos discutibles pero que mantienen un patrón común: incertidumbre.
La elección de Evo Morales, primer presidente indígena (a medias) de un país racista, acompañado por un entre maoísta y altiplánico, cultor de la violencia y adalid de la belleza y el amor (Alvaro García Linera), pareció dar un matiz que se anunciaba diferente. Tristes promesas que la historia avienta de a ratos y que se esfuman como el vapor de una ebullente caldera perecido en la taza de café. Los mencionados, susodichos personajes, se asociaron con simpleza a la tradición del descalabro y su legado será el de aun mayor inseguridad, con la salvedad de que en ellos la hoja de coca, elemento constante y permanente de nuestra existencia, e importante comercio además, se ha tornado prioritaria, exponiendo a Bolivia al asedio de las mafias del narcotráfico que azotarán el futuro del estado plurinacional, convirtiendo sus otrora en apariencia tranquilos paisajes en una nueva Colombia, un nuevo México.
En diez años se percibirá el legado fatal de una política tendenciosa, donde Santa Cruz será Ciudad Juárez y La Paz, Medellín, el mismo Medellín que Fernando Vallejo, con sorna pero con dolor, describe en su incomparable novela "La virgen de los sicarios". Ese es el cometido de los dioses de hoy.
03/10/09
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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 04/10/09
Imagen: Alfred Kubin, afiche de exhibición
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