Tuesday, October 6, 2009

Mercedes, la Negra Sosa


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Hablo de unos treinta años atrás. En las tardes de Córdoba conversábamos con la tía Lucha (María Luisa Coqueugniot); contaba ella, que trabajó en el Comando en Jefe del ejército argentino por décadas, acerca de los gorilas que de fama pasaron a olvido uno tras otro. De Lanusse decía que era caballeroso, y el Galtieri anterior a su fatídica presidencia le parecía apuesto.

El año 75, en Buenos Aires, recién llegado, salí a caminar por el Once, de noche. Muchacho, no había reparado en lo que sucedía: el auge de la Triple A y más, y salí sin documentos. Cuando regresé, la tía y mi madre estaban desesperadas. Lucha salió a buscarme por el barrio. Me advirtió no hacerlo otra vez. Aludió a la sombra que rondaba la Argentina. Ella sabía, de adentro, lo que ya acontecía y lo que se gestaba. Gracias a sus contactos con los generales, dos primos del ERP lograron ser removidos de la tortura y huir a Israel.

¿Por qué la digresión? Porque a Luisa le gustaba la Negra Sosa, y comentábamos su música, las posibilidades de su muerte en manos represoras. Por ella leí sobre Tucumán, que luego, ya conocido, fue amor a primera vista. Recuerdo los viajes largos por intérminos cañaverales, por los chacos de Famaillá, tratando de vislumbrar entre los árboles la guerrilla de Santucho. Me parecía codearme con la historia, huir del anonimato joven y sentir que el mundo se movía alrededor, con auras épicas revolucionarias.

Entonces ahora cuando muere Mercedes Sosa muere algo de la Argentina en mí, una mitad que afloja ante el olvido, que no tiene el peso feraz y feroz de Bolivia, su tiempo, sus viajes. En Mercedes perece, o mejor de realidad se convierte en recuerdo, el lugar más hermoso del mundo que es el norte argentino, y en particular Tucumán que fue su tierra, y que adopté en sueños como combatiente milenario, como descendiente de los quilmes, de los calchaquís, quechuas, vascongados y españoles, de los héroes que pelearon en Salta y subieron por Jujuy hasta el Alto Perú para terminar de polvo en Sipe Sipe...

Mi madre cantaba "Luna tucumana" para hacernos dormir, a la mediadocena que los seis éramos. Ahora, en el anochecer lluvioso de una ciudad de Colorado -Aurora, Estados Unidos- la canta Mercedes para mi insomnio.

Nunca sentí la rebelión chuquisaqueña tan cerca como cuando la Sosa cantó "Juana Azurduy". Tal vez porque era mujer y de mujer hablaba, de la coronela y las otras que le pusieron el pecho a la muerte como si de madres griegas o romanas se tratase. España pareció tan pobre entonces, tan ruin, asesina de mujeres siendo España mujer.

Otra vez, en la húmeda noche de Aurora, Mercedes Sosa canta al galope y las lanzas de la imaginación se incrustan en el pecho de los eternos cabrones.

Nació "coya", siendo coyas los descendientes de los quechuas que se quedaron luego de expulsar a los quilmes. Y esa palabra tiene connotación displicente (como la tienen "negra" o "china"). La directora Lucrecia Martel pone en boca de uno de sus personajes en "La Ciénaga" (2001) que son "los coyas los que tienen la culpa de todo", de esa trágica desintegración argentina a la que llevó la dictadura.

Mercedes Sosa combatió con su voz a los militares y a la derecha. No les dio el gusto de matarla, como ya lo habían hecho con Hernán Figueroa Reyes (1936-1973), con Jorge Cafrune (1937-1978), asesinado por dos jovenzuelos que lo arrollaron por órdenes expresas del milico Carlos Enrique Villanueva.

"Se me está haciendo ya noche en la mitad de la tarde. No quiero volverme sombra, quiero ser luz y quedarme".

"Siempre atrás de una guitarra".

Hace poco escribí que nada cambió. Tal vez sí. Para Mercedes todo cambia, pero los cambios que archivan a muchas generaciones, incluyendo la suya y la mía, no se dirimieron acá sino lejos: en el muro de Berlín. Termina una época. Los cantautores argentinos tienen horizontes nuevos, extraños tal vez para nosotros, diferentes, distintos, ni mejores ni peores, más ágiles porque no tienen que lidiar con el peso que acarrearon la Negra y Atahualpa Yupanqui por citar a dos.

En la zamba del Lozano, con quena, charango y guitarra, tú, Mercedes Sosa, camino de la puna dices: "Cielo arriba de Jujuy". Ahí, cielo arriba del Jujuy, estaba yo.

Quiero ver de nuevo la luna buena besando las cañas en Acheral. Quizá así conserve algo que parece estarse yendo...
5/10/09

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Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), 11/10/09
Puño y Letra (Correo del Sur/Sucre), 8/10/09
Brújula (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 14/11/09

Imagen: Cubierta de disco de Mercedes Sosa

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