Tuesday, December 15, 2009
Don Schmidt/MIRANDO DE ARRIBA
El profesor Donald L. Schmidt era una de las personas a las
que siempre enviaba mis textos. No lo veía hace un par de
años pero con esta maravilla del correo electrónico el
contacto era constante, aunque breve.
El viernes 4 de diciembre recibí carta suya con la adición
de un texto de David Shukman, de la BBC, sobre el
descongelamiento de los glaciares que alimentan de agua a El
Alto y a La Paz. Tema que le hubiese encantado discutir y
que no se pudo porque nuestra vida es aun más corta que
aquella de los hielos.
Hoy, noche, una "de la mañana", recibo de su hija Tracy la
noticia de que Don murió en su silla mientras hacía una
siesta. Morir es una costumbre que suele tener la gente,
decía el viejo Borges, pero olvidó mencionar que es
costumbre que duele. Nos duele a los sobrevivientes -como
yo- que debemos parte de nuestro conocimiento a gente como
él, en sus notables clases sobre literatura latinoamericana
en los lindos años en que estudiaba en la Universidad de
Colorado-Denver, donde Schmidt era temido profesor por su
exigencia.
Iniciamos amistad en un primer curso sobre literatura
mexicana. Lo fui conociendo: su persona, su gusto por el
ciclismo de montaña, su éxtasis con la América hispana, su
obra como traductor del novelista José Agustín (difícil
tarea) y, más tarde, los inicios de su traducción sobre mi
propia "El señor don Rómulo", novela que al saber el maestro
era escrita por un alumno sugirió al consejo facultativo que
-terminada- se la aceptase como tesis para un Summa Cum
Laude. La dinámica de escritura que siguió a su propuesta
se la debo a él, a nuestras conversaciones semanales, que
incluían otros maestros, acerca de las páginas producidas en
cada período. Jamás una palabra dudosa, una corrección de
estilo; aquel curso me dio libertad absoluta de escribir
como quisiera. La discusión se centraba en torno a los
personajes, la estructura, la vitalidad, el vértigo.
Ligia me esperaba en la biblioteca, siempre. Y muchas veces
al encontrarnos los tres intercambiaban portugués. Teníamos
una cita pendiente en casa, promesa de vinos y comida
multicolor que nunca se hizo, pero algún almuerzo en el
bello Bajo Downtown de Denver, con cabernet y mahi-mahi,
ayuda a reconstruir la memoria.
Su hija dice que Don se durmió en la silla para no
despertar. Que se quede dormido; habrá ido a pasear por
sus montañas, a iluminar su recuerdo de Texas, las páginas
de México, un don Rómulo Ferrufino que se le hizo también
suyo y que se insume con él en el sueño: ricos, cargados,
plenos. Aquí nos acordamos...
14/12/09
Publicado en Opinión/Cochabamba, 15/12/09
Imagen: Detlev Konrad Blunck/Selbstbildnis en face, 1819
Gracias por tus palabras, hoy es el cumple de mi querido profesor Schmidt y le extraño mucho.
ReplyDeleteY, tambien, muchas gracias a ustedes--soy la nina, Tracy, de Don Schmidt. Deseno un website y busco a los referencias a mi padre. Incluyo esta pagina--muchas gracias por las palabras!!! www.DonaldLSchmidt.com
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