Monday, December 28, 2009
La hija Alicia
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Ahora que Alicia está enferma y que no va a la guardería, se sienta en mis faldas mientras escribo y, a mi pregunta, responde que ella no quiere escribir. Tiene menos de tres años; su pasión es dibujar en las paredes abstracciones redondas o espirales sobre todo, a diferencia de Emily que traza líneas rectas, cuadrados y rectángulos.
En Denver, Alicia decoró mi departamento de púrpuras, negros, ocres, rojos y verdes. Dejé las paredes así, para horror de los norteamericanos cuya fórmula dice: se deben limpiar las paredes. Es que me cansé de sus fórmulas, de la estupidez codificada y de las reglas jurídico-policiales. Por eso les abandonamos un hermoso graffitti para que se desmayasen.
Alicia se retiró del cuarto y la oigo hablar con su perro verde que la acompaña dondequiera. Pocos días tuve así, en tres años, para pasarlo con ellas. En este momento todo está tranquilo. En la lavandería se remojan las ropas bajo el sol, y la tierra sucia y descuidada de Bolivia me recuerda la infancia, y me hace feliz saber que mis hijas arrancan las mismas margaritas silvestres que yo.
Es tiempo de salir a visitar a los abuelos. El niño de la lavandera se va con su madre y nosotros arreglamos unas cosas para cerrar la puerta.
¿1996?
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Imagen: Jean-Gabriel Pretre/Oiseau-Mouche Sapho, 1830
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