Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
La teocracia
iraní dice que juzgará a algunos de los manifestantes en contra del gobierno
por "afrentas" a Dios. Tal "crimen" conlleva automática
pena de muerte. No otra cosa fue el dictamen del ayatola Khomeini hacia
el novelista Salman Rushdie, por haberse animado a escribir
del profeta lo que no debía escribirse. Hace poco, Kurt Westergaard,
caricaturista danés, casi perece a manos de un imbécil fundamentalista.
Los ejemplos son
muchos, variados y extensos: la expulsión del seminario del poeta chileno Pablo
de Rokha, lector asiduo de libros considerados blasfemos; la muerte en
un manicomio de aquel gran alemán, Oskar Panizza -a quien rescataron
los surrealistas y George Grosz dedicó una tela-. Panizza se burló de la
divinidad y de la iglesia en el memorable "El concilio de amor".
No se lo perdonaron. Como si estos alcahuetes de dioses, vírgenes, huacas,
que se llaman curas, hechiceros, sacerdotes, yatiris,
padres, padrecitos o sustantivo a elegir, dispusieran de la vida
de los otros y fuesen modelo de moral.
Leía anoche la
burla feroz de un fraile (en Bolivia) sobre los vejámenes sufridos por un
opositor político. ¿No sabe este señor que está bien estudiar, traducir,
escribir libros, pero que las sotanas no deben inmiscuirse
en política? ¿O no les bastó la lección de Benito Juárez? ¿O el 19 de
julio, 1936, en Barcelona? Pero, sobre todo, lo que extraña (no extraña en
realidad) viniendo de un miembro del clero, es la maldad de sus
comentarios, la aceptación tácita de la tortura de un ser humano
(cualquiera fueran sus delitos). Hace mofa del dolor del castigado, le da
tinte literario con "Fuenteovejuna" en gran sarcasmo, se
embelesa con la "justicia comunitaria", reconoce el derecho de
grupos a ejercer violencia contra individuos, recapitulando junto
a otro jesuita las costumbres originarias que obviamente por serlo son
válidas. Es la eterna canción de los inquisidores, españoles además, que juegan
a codearse siempre con los de turno, con los amos, así el discurso de sus
nuevos patrones aparente ser de índole distinta. Le preguntaría, ya que cree
justo el castigo al "¡pobre Marcial!", si los pederastas, que abundan
en su gremio, debiesen ser -de hecho- ejecutados. Me gustaría que responda
porque incluso aquellos debieran tener el derecho a defenderse, que si no, nos
quedamos sin santones...
A lo que voy no
es a atacar a un personaje cuyos méritos opaca su ceguera, sino a desenmascarar
a quienes alegan representar superioridades inexistentes, cielos que sirven para
llover, solear y nada más, enigmas que no implican existencia otra que la
magnificencia del mundo.
El descalabro de
la iglesia ha sido vasto, de todas y en toda religión, pero paradójicamente
entramos a un siglo donde resurgen con más fuerza. Es tal vez que el mal no muere
y se nutre de sus flaquezas para retornar. Los curas católicos lograron
revertir los paredones ácratas: pusieron a sus contendientes en la picota y la
guillotina con énfasis jamás visto, se alinearon con los pobres, luego de estar
al lado de los ricos. Juegan a indigenistas, juegan coscoja y marido y mujer,
doctor y paciente y demás cachonderas de infantes, mientras se aseguran el
poder por cualquier medio y por todos. ¿Y contra estos monstruos y sus
espectros no tenemos el derecho de blasfemar, de quemar las imágenes de Khomeini,
y destrozar los yesos coloridos con barniz de santidad?
08/01/10
_____
Publicado en
Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 10/01/10
Publicado en
Nuevo Sur (Tarija), 12/1/10
Imagen:
Instrumentos de tortura de la Inquisición
No comments:
Post a Comment