Wednesday, January 13, 2010
Saenz
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Domingo por la tarde, Cochabamba ayer, los amigos, chamarra
en brazo, se meten en los rincones de las miliunescas chicherías; una, atravesado el canal de la Angostura, con atrayente denominativo: Me da la gana, y cuyas humildes sillas de madera construidas en los pasadizos de La Pampa, miran un horizonte de lechugares en fondo eucaliptal, sobre cuya lama amarillenta una jauría de perros de la calle devora a un muchacho ofrecido en plegaria a la madre del alcohol.
No es Felipe Delgado, a Cochabamba le falta la sombra de ciudad, aunque a veces, Lanza abajo, se entrevé cansino el vicio en las humedades de orina del lodazal. Y, otra vez, porque Cochabamba es la única ciudad de los perros, una veintena de ellos hurga entre escombros vegetales y frutas, naranjas que a las cuatro de la mañana, en un recodo de la luna, brillan como solaces piezas de oro.
Qué tiene que ver -pregunto- un repaso indiscreto e inesperado por la memoria del hurto y de la sangre con el poeta Jaime Saenz. Hay en esta crepuscular calle Lanza, de harinas multicolores desperdigadas en las aceras, ajenas al gentío, fraternidad de olvido. En esas botellas que empuja el viento que baja de San Miguel y ruedan hasta estancarse en los eternos proyectos de jardín de la Punata trashuma el ritual del poeta paceño, haciendo en el alba india de cualquier villa boliviana un acopio de tristeza. Porque tristes son estas soledades oscuridades, esta oscura soledad que en el sabor amargo de la mala chicha y en el peor, dulzón, de un quemapecho, ni siquiera recuerdan -obligan- a sentirse muertos mientras vivos caminamos.
No soy académico ni espero serlo, sólo que me pongan, los ponga yo en verdad, pesados cortinajes que impidan el sol en mi ventana, en días en que parece que el odio del dios ha ingresado en el alma. Dicen los académicos, y más las académicas, que ataqué a Saenz, que osé en mi febril anhelo de titanismo ¿titanía, titanura? desdorar al maestro. Andan unos y otras con libros bajo el brazo, mientras Saenz, que como todos gozaba de cierto flagelo vanidoso, carga con él la tinta de la pena y la belleza, las voces de sus augustas, idas ninfas, que más que mujeres parecen melancolías y cuyos besos fundan inexistentes susurros.
"y me parece escuchar tu respiración en la frescura de la
sombra como un adiós pensativo".
Perderíamos el tiempo, usted y yo, si divagásemos en asuntos literarios, pobre es mi análisis y profundo mi sentido. No voy a repetir lo dicho sobre Jaime Saenz, ni siquiera repetirme. Hoy encuentro -será la distancia, la hora, la brisa, lo que sea y lo que fuere- sensato recostarme y compartir con él (nuestras diferencias también tienen aristas que se tocan) poemas suyos donde la esencia, a pesar de lo bello del formato, está en lo invisible. Me imagino a Saenz, desde esta torre desconocida de tiempo y espacio, como un personaje de Schulz en Bajo el signo de la clepsidra. Porque en su animoso desandar los pasos que su clase le encargara, en su apuesta sui-generis por los desamparados, en su desdén, encuentro el enigma pesaroso de los anacoretas de la Europa central. Vive en él Raskolnikov y, sin embargo, estructuralmente, asoma en sus versos el nativo, es recurrente con la montaña, con el agua de cristal que el Ande escancia, pero también con el agua de fuego que enhebra el cerebro y lo apabulla, donde el hombre se minimiza para metamorfosearse en insecto, para convertirse en silencio sin hacerse silencioso.
Qué de las tendencias fascistas, de los Talleres Krupp que en La Paz, en su casa, implican cenáculo, y oprobio en la guerra. Largo de discutir. Concuerdo con alguien en que lo esotérico y no lo político es la faceta confluyente. Drieu La Rochelle alegaba en esta corriente un último estertor romántico.
Me escribía una mujer desde Salvador de Bahía el 12.8.87: "ce qui troublait ta foi systématique". Jaime Saenz contaba con una "fe sistemática"... en la muerte.
06/08/06
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Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), agosto 2006
Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), 13/08/06
Imagen: Edición alemana de escritos de Jaime Saenz
Algo parecido. Mi no incondicionalidad a Neruda. Aprecio su poesía previa(salvo la erótico amorosa que me parece repulsiva), la del bardo no famoso, la que surgió de su miseria, de su soledad. Luego se lo comió la vanidad, se embarcó en el rápido de la adulación.
ReplyDeleteJaime Saenz, iré por su obra. Agradezco que lo des a conocer, sino de qué otra forma. Iba a pegar un texto de otro autor sobre La Rochelle. Los escritores fascistas han sido en su mayoría grandiosos, atropellados de tanto entusiasmo, masacrados injustamente por la historia escrita por otros bandos.
Muy bueno
Pierre Drieu La Rochelle, el dandi fascista
ReplyDeleteJAVIER MEMBA
Desde que el 6 de junio de 1944 los aliados desembarcaran en Normandía, Pierre Drieu La Rochelle hablaba de una extraña noche a la que no habría de sucederla ningún día. El antiguo héroe de Verdún, había colaborado activamente con sus antiguos enemigos de la guerra del 14 y la liberación de Francia no anunciaba nada bueno para cuantos durante la ocupación fueron amigos de los alemanes. Al igual que Louis-Ferdinand Céline, Paul Morand, Robert Brasillach, Lucien Rebatet, Jacques Boulenger, Henry de Montherlant y Jacques Chardonne -Maurice Sachs, el más mezquino de los colaboracionistas estaba en Hamburgo-, los escritores que habían apoyado al gabinete del mariscal Pétain, títere de Berlín, sabían que su vida corría peligro. A excepción de Sachs, confidente de la Gestapo, la colaboración del resto de los escritores franceses con la abyecta causa de los invasores de su país se había limitado a la publicación de artículos periodísticos. Ante la comprensible sed de venganza de la liberación, era suficiente para llevarles frente al pelotón de fusilamiento.
Nacido en París, el 3 de enero de 1893, el héroe crispado en busca de una causa que no acertó a encontrar -pues eso fue a la postre Drieu La Rochelle- empezó a gestarse por las lecturas de Kipling, Barrés y Nietzsche en la adolescencia. Finalizados sus estudios en la Escuela de Ciencias Políticas, con el talante imbuido por las lecturas de los poetas de la acción, parte para el frente en 1914, apenas se declara la entonces llamada Gran Guerra. Destinado en Bélgica, participa en la batalla de Charleroi. Veinte años después, en 1934, aquellos combates le inspirarán 'La comedia de Charleroi', una de sus novelas más aplaudidas. Protagonizada por él mismo, lo que viene a contarnos en sus páginas es el regreso a aquel campo del honor en 1919, tras el cese de las hostilidades, como secretario de la madre de un camarada muerto en la batalla: el heroísmo, la rebeldía y la desesperación son los tres conceptos que gravitan en la obra.
Obsesión por la decadencia
Mucho antes de la firma del armisticio, Drieu La Rochelle es herido en Verdún. Mientras cura sus heridas escribe los poemas que en 1917 publicará bajo el título de 'Interrogación'. En esta ocasión, la confraternización de los héroes, por encima de la causa que les ha llevado a la lucha, es el tema que le ocupa.
Ya en la postguerra, París se rinde a sus pies. Interesado por todas las corrientes estéticas de su tiempo del surrealismo pasa al dandismo, mientras experimenta con las drogas, antes de hacerse comunista. Su principal obsesión de entonces es la decadencia. La decadencia marcará la pauta de su ensayo más conocido, 'Medida de Francia' (1922) y de cuantas novelas escribe entre 'El hombre cubierto de mujeres' (1925) y 'El fuego fatuo' (1931). Todas ellas constituyen el mejor retrato de la alegre burguesía parisina de entreguerras, preocupada únicamente por sus amantes.
Postura ultraderechista
ReplyDeleteLas inquietudes políticas de Drieu La Rochelle datan de comienzos de los años 30. Para entonces, de sus filias comunistas no queda nada. Tras adscribirse a la ultraderechista Action Française, cuando publica la ya citada Comedia de Charleroi se declara abiertamente fascista. Interesado por la agrupación del "capitalismo inteligente" en una unión europea, en 1934 publica 'Socialisme fasciste': su idea de la unidad del Viejo Continente coincide plenamente con la Hitler. Defensor por tanto del gobierno títere del Reich que Pétain organiza en Vichy, dirigirá durante los primeros años de la ocupación la revista Nouvelle revue française. Decepcionado y asustado de la política alemana en los países ocupados, abandona el cargo en 1943.
Meses después, cuando los aliados avanzan inexorablemente hacia París, Pierre Drieu La Rochelle se esconde en casa de una amiga norteamericana a la que había salvado de un campo de concentración. A diferencia de Céline, nada parece indicar que La Rochelle fuera antisemita: con anterioridad también había salvado a su primera mujer -judía- del campo de concentración. Entre los amigos que le protegen tras la liberación se encuentra el mismísimo André Malraux. Tras un intento fallido de suicidio el 11 de agosto de 1944, Pierre Drieu La Rochelle, dejando inconclusa la novela en que trabaja -'Memorias de Dirk Raspe' (1966)- pone fin a sus días el 15 de marzo de 1945: acaba de enterarse que se ha dictado una orden de arresto contra él.
Jorge, concuerdo contigo en tantas cosas. El Neruda del amor y el erotismo me alcanza en algunos de sus poemas, pero comparto la desazón por el poeta posterior, el de la fama y la adulación.
ReplyDeleteLo de Drieu, un autor que leí extensamente en mi juventud es trágico. Su destino y actos no le quitan grandeza. Vivió consumido en querer ser como Malraux, un hombre de acción, sin poder lograrlo. El texto de Memba es excelente. Leí cosas suyas pero no esta. La pondré en mi blog esta semana. Te agradezco. Tengo algunas otras cosas de Saenz en mi blog personal, si quieres leerlas. Y gracias por esa tu generosa presentación de lecoqenfer en FB. Abrazos.