Friday, March 5, 2010
Sirvientas asesinas/LA VUELTA AL MUNDO EN 80 FILMES
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Jean-Pierre Denis/Francia, 2000
El affaire de las hermanas Christine y Léa Papin, sirvientas que en 1932 asesinaron a su patrona y su hija, ha sido motivo de mucha literatura y cine. Jean-Pierre Denis centra su filme sobre el tema en sí; no, como se acostumbró, para adaptarlo.
La historia de este asesinato que conmovió a Francia es fácil de conseguir en línea, así como la controversia que suscitó entre el conservadurismo recalcitrante: patrones, curas, el status quo, por un lado, y la intelligentsia que defendía la acción como resultado del proceso agudo de la lucha de clases.
Las opiniones políticas del director no se concretizan, o, al menos, no intentan guiar al espectador a conclusiones premeditadas. Su arte se basa en un juego admirable de la psicología de los caracteres, sobre todo de Christine que se situaría como el personaje principal. Paradójico, si consideramos que esta supuesta intelectual del delito, acentuaba más y más una paranoia venida de una infancia y adolescencia desdichadas, de una familia deshecha por la infidelidad de la madre, el alcoholismo del padre, el incesto, imágenes asociadas, en cualquier lado, a condiciones de miseria.
Obligadas por la madre a trabajar como sirvientas desde temprano, las hermanas Papin encontraron refugio personal en el amor incestuoso entre ambas. En la solitud de su dormitorio eran amas y señoras de su destino; afuera el mundo transcurría con lasitud tenebrosa. Los pormenores de la lucha social que agita a Francia son paralelos a un universo ajeno y enfermo donde la hermana mayor, Christine, cobija a Léa e intenta protegerla -cree- de ese exterior sombrío. En algún instante en que Léa sale a entregar un dinero a su madre y verla, Christine parece enloquecer. La pasión desquiciada de las hermanas va creando un círculo impenetrable donde todo lo demás anuncia peligro. Hay una separación entre realidad y ficción que conlleva en su interior violencia pronta a desatarse.
"Les blessures assassines", nombre francés de la película, es un intenso drama psicológico. La riqueza del argumento crece con la soberbia actuación de Sylvie Testud, como Christine. La paulatina disociación de su carácter es tan veraz que en apariencia la pesada casa donde las Papin sirven como fámulas ejemplares, penetra en la vida del espectador con fuerte carga emocional.
No hablamos de un crimen común. La institución de la servidumbre es una de las más denigrantes. La retórica de que al menos da "trabajo" es pretexto vano para esconder las diferencias sociales y económicas de la sociedad que produce el fenómeno. No interesa si las patronas, madame y mademoiselle Lancelin, que serán asesinadas en aquella tarde de Mans en 1932, fuesen quizá buenas y comprensivas con sus empleadas. El hecho de casi pertenecer, en cuerpo y alma, a otra persona linda lo antinatural. El salario no alcanza a cubrir el hecho básico de la pérdida de la libertad. Si asociamos lo dicho a una psiquis convulsionada, poco queda sino esperar una desmesurada explosión de ira. No otra cosa, en magnitud mayor, sucede en una revolución.
Las circunstancias atenuantes de posible demencia poco hicieron para un juicio comprensivo. La sociedad actúa de manera implacable. Christine Papin recibirá la pena de muerte (le será conmutada por trabajo forzado de por vida). Muere en una clínica para alienados pocos años después. Léa cumplirá una condena de diez años y continúa viva al tiempo que Jean-Pierre Denis produce su película. Léa muere el 2001 no lejos del centro de su crimen.
La agitada Francia de los 30, el Frente Popular, Léon Blum, Marcel Cachin, etc. son conocidos por la historia. Las hermanas Papin se desvanecen en los legajos de los anales del crimen. Representan sin embargo aquellos momentos convulsos de entreguerra en Europa, el paso -que se hará expedito ya con la Segunda Guerra Mundial- de una forma de vida a otra. Forzando la figura, las Papin están en el epicentro de la transformación. Cuando asesinan, lo hacen de la mejor manera en que se mata a un conejo o una liebre, según el dogma culinario, incluida la extracción de ojos y cuarteamiento de las extremidades a golpes de cuchillo. Christine y Léa Papin "prepararán" a sus víctimas de acuerdo a un ritual de cocina antiguo y sofisticado, según la tradición.
Premio César del cine francés a mejor director y mejor filme, y premio también del Festival de Mar del Plata (2001).
23/01/08
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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), enero 2008
Imagen: Afiche francés
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