Monday, April 12, 2010
Con Obama ganamos todos
A Emi y Aly, a quienes pertenece el futuro
Una viejísima caricatura tenía a Mohandas Gandhi diciéndole a Martin Luther King: “Lo malo de los asesinos, Dr. King, es que creen haberlo matado”. Hoy, cuatro décadas después de la muerte de aquel gran hombre de color, nunca se ha hecho más concreta tal sentencia. Barack Obama, hijo de africano y de norteamericana, de raza mezclada, “impuro”, y cualquier epíteto que quiera dársele, se ha convertido en el presidente del país más rico y poderoso del orbe. Lo paradójico es que él, que arrastra historia de siglos de humillación, llega para salvar a un sujeto desgastado en sus odiseas de gloria, en intereses privados de grupos que desean quitarle aquello que fue siempre -no siempre justo- su característica de país diverso y de oportunidad. Lo malo de los asesinos, Dr. King, es que siguen creyendo que lo mataron y hoy, noviembre cuatro del 2008, año del desasosiego, el abandono, la derrota, la incertidumbre, crece su sombra y se expande no sólo entre la población negra, sino el país entero, con énfasis especial en las minorías, y en la voluntad de que aquello que cayó se puede otra vez levantar o que sobre las ruinas del pasado se construyan inamovibles fortalezas. Hablo de esperanza.
Fuera de la notable personalidad del individuo en sí, y de sus triunfos ante la adversidad, la victoria del candidato demócrata abre una ruptura decisiva con el pasado. En su persona se encarnan los deseos y aspiraciones de los desvalidos, los desposeídos. No importa que sea abogado, ni que venga de Harvard; es, ante todo, un negro que con tesón y gran dosis organizativa tendió el puente sobre el que montamos en muchedumbre. 2008, el año en que los Estados Unidos renuevan su voto pluralista, que, seamos francos, muchas veces ha sido exclusivo suyo, elusivo para el resto del mundo, parcial, unilateral, hasta hipócrita, pero que adquiere hoy una silueta más precisa, que promete enfrentar el drama económico-social que se desata imperceptiblemente sobre esta gran nación y con secuelas mundiales.
Labor nada fácil. Sin embargo, un Congreso mayoritario le dará poder que no tuvo otro presidente cercano. Observando la vigilia del Partido Republicano en Arizona, aguardando un milagro que los dioses de Sarah Palin no les brindaron, y la multitud reunida en Chicago, estamos ante dos Américas: una que muere, la del blanco viejo, conservador y racista, y la otra que ya nació hace mucho pero que comienza a vivir, la del país diverso, multicolor, plurilingüe, con voz y voto.
A partir de Barack Obama vendrán los presidentes norteamericanos futuros de origen nigeriano, de las plantaciones esclavas del sur, de los braceros de California, de los atestados barcos de Shanghai, de los nietos del Vietcong que sobreviven empaquetando periódicos en las noches de Denver, de los humillados de Wounded Knee. A partir de Barack Obama se reescribe la historia, ya no solamente del lado de los vencedores, de los detentadores del poder, sino de los vencidos, de los humillados, de los alcoholizados amigos negros que agonizaban en el Distrito de Columbia, de los salvadoreños escapados del horror, de los mexicanos que aún hablan zapoteco y son pequeños de estatura y trabajadores, de los cochabambinos que de rodillas limpian letrinas de restaurantes. Friedrich Nietzsche decía que "el hombre del futuro será aquel que tenga la más larga memoria". Y no hay memoria más larga que la del pobre, porque es la memoria del dolor. Lo clamaba aquel dramático crucificado en su poético Sermón de la Montaña: Bienaventurados los pobres, porque de ellos será el reino de los cielos. Quería decir el Cristo, ya que cielo es una compleja palabra que reúne aire, gases y sueños de enamorados -no existe como concepto-, que de ellos, de los miserables, será el reino de este mundo.
Adversarios de Obama mencionan a Jimmy Carter redivivo en negra figura. Claro que no. Obvian la secuela histórica que sigue esta elección; algo que Carter no disponía. Aquí se jugó más allá de una contienda de partidos, o dos conceptos económicos (no hay tal). A nivel superestructural (¡!) el cambio es radical. Y en ese sentido, de entrada, se considera ya un gobierno emblemático. Ahora cabe esperar que, fuera del ímpetu mesiánico general, se concreticen promesas, que terminen las guerras y se invierta ese dinero utilizado en el absurdo en educación y progreso.
Recuerdo a mis amigos negros de los primeros años, en las noches lejanas de Washington DC. Ellos, si viven, festejarán con bebidas baratas en la calle H. Rosselle Huston, Big Mike, Joe Day, Sweet Pea, Wayne, Ernst, Charles se habrán de algún modo reivindicado anoche y el amanecer del abasto tendrá otro color.
5/11/08
Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), 12/11/08
Publicado en Brújula (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 11/08
Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), 11/08
Publicado en Puño y Letra (Correo del Sur/Sucre). 11/08
Imagen: Afiche en Swahili (¡Sí se puede!)
No comments:
Post a Comment