Tuesday, September 14, 2010
Los papeles del poeta/MIRANDO DE ARRIBA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Un texto de Ramón Rocha Monroy más un artículo del Times sobre Fernando Pessoa obligan a una pequeña disquisición.
Sobre las viejas paredes de Lisboa, en stencil, la triste mirada del poeta parece contemplar un mundo que ni imaginó. O tal vez sí, y por eso se ocultó en múltiples seudónimos y heterónimos, para permanecer indomable, fiel a sí mismo, incógnito.
Huyó, más que esconderse, del amor, porque el amor es cálido como las emanaciones del lodo, agradable, tibio en la penumbra, y vergonzante a la luz, cuando se observa la cruda faz de la melancolía.
Vivir solo, atisbando desde el orificio de los ojos la inagotable caducidad del ser, su ánimo esparcido y cansado en arrebatos de poder, de nimia superioridad e insulsos juegos que desembocan en la nada.
Los descendientes de Pessoa, ahora y según el Times, desean subastar la correspondencia -que poseen- del autor portugués con Alistair Crowley, místico, nigromante inglés que ejerció un aura de influencia hasta muy lejos de su tiempo (está en la tapa de Sgt. Pepper). Este negocio, triste fin para unos papeles que rezuman sin duda la efervecencia poética de Pessoa, sus ilusiones, sus dudas, el malentendido y único amor que tuvo (especulo), no tiene el beneplácito del gobierno portugués que considera el objeto patrimonio nacional. Brega entre comerciantes sobre los despojos vivos de un poeta muerto. A eso se reduce la creación y el dolor, a que se toquen las canciones de Jim Morrison en comerciales de autos, a que se subaste entre millonarios la tristeza de un autor recóndito como fuera de quien hablamos.
Pessoa representa aquel deseo del portugués en general de pasar inadvertido (de acuerdo a los que estudian tales fenómenos). Curioso, ya que hablamos de gente que fundó imperios, cuyos estertores finales aún se contemplan en Goa, India, o en el Macao comunista chino. Lo consiguió. Sus letras, famosas hoy porque la fama es como una moda, quizá jamás sean comprendidas, ni siquiera por aquellos que comparten su espacio vital. Pessoa pertenece al reino de los desconocidos, es un maldito tranquilo y penante, penoso también. Si pudiera -porque los espíritus no quedan, no hay alma alguna, ni la de Pessoa- mirar lo que sucede con las frases que tal vez consideró impertinentes, sonreiría.
21/07/08
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Publicado en Opinión (Cochabamba), julio 2008
Imagen: Fernando Pessoa, por Jacob Porat
Pessoa es uno de mis compañeros de vida. El Libro del Desasosiego una biblia laica y este texto una genialidad.
ReplyDeleteUn fuerte abrazo, querido amigo.
Gran libro, Jorge. Abrazos hasta San Fabián.
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