Sunday, December 19, 2010
Yalo Cuéllar, Chaco y punto
Decir "Chaco y punto", para referirnos a la música de Yalo Cuéllar, Yacuiba 1963, no es muy veraz. Ello significaría una especie de estancamiento que no demuestra la realidad de los hechos. Cuando Yalo produce el disco "Chaco y punto" hace una afirmación de su ser chaqueño, porque en algún momento todos tenemos que tomar un destino, pero tal afirmación no significa un final, por lo menos no en la carrera de este nuestro gran músico latinoamericano.
Yalo ha superado con mucho un folklorismo que podría relegarlo a no ser más que eso. Es un compositor, poeta del verbo y la guitarra. Su arte se inscribe en la profundidad de la tierra, la aridez y desolación, el abandono en que se halla sumido el Chaco, la nostalgia por esa infancia y felicidad de cuando "éramos felices e indocumentados", la hondura de un Macondo sureño donde se tejen las desgracias y las muertes, pero también los sueños mayores, la magia de los quebrachos, los mitos guaraníes de tigres azules y lunas.
De igual modo, se nutre de artes que sin ser ajenas al folklor "puro" avanzan ambiciosas en busca de nuevas expresiones: Víctor Heredia, Serrat, Antonio Tarragó Ross, Fito Páez. Pero, sobre todo Yalo Cuéllar canta sus propias composiciones que no tienen por qué envidiar a las mejores del extranjero.
Discolandia ha lanzado al mercado el primer disco compacto de este joven músico. En él se reúnen, en suerte de antología, las grabaciones anteriores, "Chaco y punto", que tiene a Yalo como solista con diez composiciones suyas, y "Surazos del corazón" en cuyas veinte canciones el artista va desde el folklore hacia lo melódico, con los respectivos cambios en lo orquestal, lo rítmico, etc. Este CD lleva por título "Aromas de ausencia", que es igualmente el nombre de su actual presentación en el Teatro Achá.
Sólo como referencia, porque él ya ha ganado una posición propia y merecida, podemos anotar que Yalo trabajó tres años, componiendo y cantando, con Junaro y Claure de Savia Nueva, con Toto Vaca el año 86, con el excelente disco "Quiero ir al Chaco".
La nostalgia de la tierra no es, en Yalo, la inactividad melancólica de quien va a morirse de pena. Su música es combativa en el sentido de que quiere ser expresión de algo que ama, y obligación hacia los demás también para amar aquella región, o, al menos, para saber que sí existe. Entonces la guitarra y los tambores del Chaco llaman desde una distancia demasiado larga, aquella que olvida, por ejemplo, que hay Tarija y hay Chaco, con fraternidad pero a la vez con particularidad. El Chaco es un espacio geográfico con voz muy precisa, imposible de ser confundida.
No sé qué prefiere Yalo Cuéllar de su propia música. Si la chaqueña que lo incluye en la historia y la infancia, o la nueva canción que lo embebe de amor. Esta separación supuesta, que en realidad significa un ensanchamiento del camino, es muy querida por nosotros, en su más antigua concepción folklórica o en su más reciente modernidad. La versatilidad es un don mayor. En música especialmente. Así, en la actuación de un artista como Yalo, el público asiste a la presentación de varios músicos, que tienen, en este caso, un mismo rostro y una misma voz pero toda una gama de estilos.
Por todo ello, pero más que nada por un innegable talento, hemos de apreciar mucho este recital.
Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), 1996
Imagen: Yalo Cuéllar
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