Tuesday, February 15, 2011
Choquehuanca: el insólito canciller/MIRANDO DE ARRIBA
Pobre Bolivia que mitifica los humos de la esperanza, que inventa sueños sin asidero, que cree flotar en el aire cuando ni siquiera los pies ha aprendido a poner sobre la tierra. Al por qué responderán los sociólogos, ojalà que con acierto. Mientras tanto aguardamos por un intento de cordura desinteresada, harto ya, como estoy, de leer loas de poetas imberbes a un amanecer que se ha quedado nublado. Galeano (sobre Bolivia) habla de ansias, de lo que podría ser y debiera, de una larga y demasiada espera. A pesar de la valía de su verbo, con lírica no se construyen naciones y sus apuntes no pasan de anhelos acerca de un anecdótico y ficticio país que aún no es, y que, observando sus gateos prematuros, no promete.
Más que con espanto, con pena leo las declaraciones del fallido Bismarck boliviano, David Choquehuanca, enemigo del libro y de la leche, del poliglotismo y multiculturalismo, siniestro espectro de la ignorancia que mancha los logros y las aspiraciones del indígena. Sin duda visualiza un mundo de caciques y reyezuelos aimaras de omnipotente voz. Choquehuanca no quiere hombres educados, y sobre todo no quiere indios educados, entendiendo por educados leídos, experimentados, analistas; no los desea porque ellos cuestionarían la validez de su aplomo retrógrada y fascista.
Verborrea como la suya es la más frágil dentro de una aparente fiereza. Tiranos de esa naturaleza son los que comúnmente agachan la cerviz y se solazan en la abyección. Con prontitud lo ha de mostrar. De canciller semejante no se obtendrà nada, tal vez risueñas viñetas de un mundá primitivo. Pero quizá juzgamos apresurados y Choquehuanca sólo colorea un poco el ya florido espíritu carnavalesco de las fechas. Tal vez lo acompañe el Inca-aimara y su consorte, aunque título tal implique una profunda contradicción histórica, porque ni quechuas son aimaras, ni
viceversa; nosotros, los descendientes -en algo que tendría que ser bueno y positivo- representamos la conjunción de esas sangres, y de otra también, así nos pese, la española.
Hay apreciaciones correctas de la coca, científicas, pero no son las suyas, señor Choquehuanca. Y pedir que los niños se acostumbren a ella desde temprano desconoce la historia. La coca es el símbolo del oprobio y la esclavitud -lo digo sin hacerles juego a los gringos-. Da lástima que un voto popular semejante sea cómplice a tan corto plazo de un gobierno que parece no va a respetar ni el derecho ni la ley, que no será gobierno de hombres sobrios sino de curacas y vendidos.
2/06
Publicado en Opinión (Cochabamba), febrero 2006
Imagen: Hojas de coca
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