Friday, March 11, 2011
La Pasión del Cristo en Papini y Mel Gibson/ECLECTICA
Uno -de algún- momento remarcable de The Passion of the Christ, de Mel Gibson, está en la presencia de Satán, que intenta evitarle a Cristo el dolor, aceptar el destino de vivir. Dice un cuerdo (mujer en este caso) Satán: para qué cargar sobre una sola espalda, la propia, todo el peso del pecado, el personal y el ajeno. La idea implica que aceptar al demonio, o la vida en sus inmutables condiciones, alarga la existencia. El diablo parece más preocupado con la supervivencia del nazareno que su intangible Padre que hace oídos sordos a la plegaria de Getsemaní (escena ambientada por Gibson dentro de un bello, mágico, misterioso, místico color azul que obvia la tan trillada vestimenta blanquirroja del profeta).
La utilización del arameo, y eventualmente del latín, viene a ser un logro estupendo, lo que no le quita al filme un dejo hollywoodense pesado y, a veces, hasta ridículo, como la escena en que María madre recuerda a su Jesús fabricando una mesa de patas altas, que se utilizará con sillas similares, haciendo alusión al desarrollo posterior del diseño de muebles, como si también a este mesías se debiera la modernización del comedor.
The Passion of the Christ relata los últimos días de Jesús. Historia de tortura física y moral, que -posible- retrata de manera fidedigna lo que ocurrió con aquel desventurado galileo, cuyas intenciones, y sin ánimo teologal, serán siempre bienpreciadas aunque la secuela que sobrevino en la religión cristiana luego de su muerte sea de espanto. Volvemos a lo mismo, Satanás triunfa, sabe que va a ganar, e intenta redimir a este notable ser humano para que no perezca. Dentro de su infernal conocimiento, él, o ella, porque el diablo suele presentarse hermafrodita, previene el futuro del cristianismo dentro de los cánones brutales de cualquier otra doctrina. Así no vale la pena mortificarse por algo y menos morir...
Disquisición tal vez apresurada la mía, siendo que el cineasta, ávido de compartir su fe, trata de mostrar el lado y el efecto contrarios: la superación del hombre-dios ante las trivialidades terrestres y la elevación final de la vida sobre la muerte, una utopía que predica el sufrimiento como paso hacia la eternidad, posición opuesta a la de los saduceos de Caifás, quienes, antiutópicos por excelencia, se adhieren a las delicias del poder. Parece que Maimónides justifica la entrega de Cristo a la muerte como un acto del Sanedrín de preservar Israel, mientras, según las escrituras leídas con sentido crítico, la intención era mantener el status quo, de relativa autoridad, del consejo de sacerdotes judío bajo la sumisión a Roma.
Jesús tenía una actitud "distante" con este grupo, no así con los fariseos a quienes se oponía abiertamente. Sin embargo, es la secta de Caifás la que entrega al hombre al "deicidio", que adquiere en Gibson sangrientas imágenes de premediatada violencia: convencer al público a través de la lástima, la conquista por el dolor. Y luego de la excesiva sangre arrojada sobre el piso de Cinecittá, el rostro del Cristo doloroso termina como icono ortodoxo. Será simple casualidad que dos de los actores principales son búlgaros, y de nombre Hristo, para añadir a estas impresionantes miradas tomadas del santoral de oriente.
Giovanni Papini es más discreto. Amplio en su "Historia de Cristo", el autor italiano se hace específico en "Los testigos de la Pasión", centrándose en los individuos más cercanos al martirio, todos hombres: Judas, el apóstol-tesorero, filósofo entre una turba pescadora, que arrastra consigo el eterno síndrome intelectual: traición. Barrabás; Malcos, a quien Pedro corta una oreja en el huerto despertando el enojo de Jesús, simbólica representación del antagonismo de la nueva doctrina con la prédica de cambio violento de los zelotas; Simón de Cirene; Caifás y Pilatos. No hay sangre en Papini y más que de la Pasión se habla de su entorno en inteligentes elucubraciones.
Pilatos presenta al Cristo: Ecce Homo. Y la multitud, ayer y hoy, incluida la Iglesia, se lava las manos junto al pretor. 23/9/04
Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), Domingo, 26 de septiembre, 2004
Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), 3/octubre/2004
Imagen: Ecce Homo/Paul Delvaux, 1949
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