Thursday, April 14, 2011
El inocente/MIRANDO DE ARRIBA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Una cosa es denunciar el criminal ataque de los Estados Unidos a Irak y otra aceptar la impunidad del tirano Saddam Hussein que de victimizador se ha convertido en víctima, e intenta borrar, ayudado por la estupidez del invasor, su historial de sangre.
El juicio al dictador es una farsa trágica. El juez acepta contrito las diatribas del reo. Hay miedo en la fiscalía y también en la defensa. La muerte suele llegar de cualquier lado.
Saddam Hussein ha perdido su halo mítico. La historia se desarrolla a mayor velocidad que su drama. El "Irak de Saddam" puede ser referencia pero ha quedado sepultado en una dinámica que excede su sombra. En realidad no importa lo que le ocurra. Incluso si se lo ejecuta, bien merecido lo tiene, no creo que habría más que débil reacción. Su megalomanía e irritación ante la osadía de juzgarlo saben a causa perdida. Incluso sus millones que ciertamente encuentran cauce en parte de la insurrección no sirven para reacondicionarlo en su rol de amo omnipotente. Ese dinero se necesita y se utiliza para causas muy distintas a la liberación del prisionero y a su reinstauración. Ya está en el basurero de la historia, como Milosevic o Pinochet; lugar del que dudo que salga.
Merece la pena de muerte si esta no tuviera tantas connotaciones que la hacen peligrosa hasta para aquellos que la pregonan. Robespierre se ejecuta a sí mismo al guillotinar a Dantón, si vale un ejemplo. Qué opción queda ante un juicio que brilla en el estrellato de la prensa. Lo que se haga con Hussein es asunto público. Lo mejor tal vez hubiese sido despacharlo en un sumario militar, pero caemos en lo mismo; inaugurar una regulación jurídica carece de límites y sus normas pueden extenderse o volverse ambiguas, volcarse por el lado que menos se espera.
Una pena debe existir y se la debe aplicar a Hussein con todo el rigor. Lo importante está en detallar los tintes de su gobierno de terror, en recopilarlos para donde sirvan. Hay que aprovechar el raro caso de tener un ejemplar como el suyo expuesto al escarnio colectivo. Otros -Kissinger, Cheney, Karadzic- son afortunados y permanecen libres y en privilegio.
Ya se ha empezado y se tiene que continuar. La presencia de un abogado defensor norteamericano, lúcido e imparcial, da validez a lo que es hasta hoy una farsa. Y si Saddam Hussein se cree inocente y que el mundo se aprovecha de su cándida bondad, que lo crea. Pero hay que saber y la maldad del invasor no lo libera de mal.
26/12/05
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Publicado en Opinión (Cochabamba), diciembre, 2005
Imagen: Sam Durant/Gallows Composite C (Billy Bailey Gallows, Haymarket Gallows, Rainey Bethea Gallows, Saddam Hussein Gallows), 2008
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