Tuesday, April 26, 2011
Evo en el país de las maravillas/MIRANDO DE ABAJO
Y cómo no. Nadie, como él, hubiese esperado semejantes réditos de algo que empezó en saber agenciarse de las frustraciones del pueblo, en un olfato apreciable y acomodaticio que le permitió coquetear con uno y otro hasta, en esos vuelcos de la fortuna, terminar de semidiós de una infausta muchedumbre de analfabetos. Y como el presidente, ministros y viceministros, y alcaldes, senadores, diputados, gobernadores, cuya única característica no es precisamente la de ser indígenas sino un manifiesto lombrosianismo que parecía desterrado de los libros de historia o de la crítica actual, y que el zoológico boliviano ha reeditado con creces.
¿Perder el tiempo en perorar acerca de la malignidad del sistema? Tal vez. Pero no queda otra ¿O podemos teorizar sobre lo inteorizable? Imposible, siendo que nos hallamos ante el imperio de la mala ficción, un cuento de niños con visos de terror; no podemos dárnosla de eruditos y profundizar en economías o sociologías que no caben en un esquema de bestias y rateros.
Una lectura del noticiero diario plurinacional implica ingresar a un bestiario medieval, universo en la prehistoria del intelecto, espacio evidente de que la lucha entre neandertales y cromañones que mirábamos en televisión sigue en pie, y en vilo nos tiene, donde por un período, demasiado largo, los cavernarios parecieron triunfar, y donde los románticos de izquierda trocaron la teoría porque hallaron que engolfarse el culo de dólares importa más que las alucinadas bravatas de un judío de Tréveris. Y cuando hablamos de unos y otros, cavernícolas y alfareros, deslindamos las connotaciones raciales que la derecha quiere muchas veces darle y que, para nosotros, es simple y clara diferenciación entre los que piensan y no, entre los que roban y no, trabajan y no, pagan impuestos y no.
Hay elementos, como un exviceministro de Tierras, que bien utilizó la lengua para suavizar la piel glútea de su mandarín, y que caído en desgracia hoy se las da de crítico del régimen. Habrá vendido su labia ya a otro postor, y su pluma. Ahora que se vislumbra un futuro, también hay que cuidarse de aquellos que colaboraron en la construcción del oprobio, y que no pueden, no deben, sacarla liviana ni ser excluidos de los juicios que habrán de sobrevenir. O uno es hombre o no.
Ofertan los personajes de esta malformación llamada gobierno, insuflar dinero a la economía para ver si elevan su imagen. Para empezar, su economista principal, Arce Catacora, no sabe ni sumar en ábaco, y tarde se supone, cinco años después del principio del desconcierto, invertir para solucionar algo, en un narcoestado que difícilmente se desligará del drama que le tiraron encima y que dejó a la sociedad boliviana en ruinas más que en pañales.
¿País de las maravillas? Cómo no. Miren al labrador revolucionario Isaac Avalos, convertido en latifundista y gamonal, a senadores con miles de hectáreas de tierras comunales. Pujante exportación la de la droga, aunque no saben pero tal vez lo sospechan, cada uno de ellos, que algún escriba en algún lugar ya ha anotado sus nombres, y que en el mundo de la tecnología es difícil escapar en anonimato, tratándose sobre todo de burdos artífices del descontrol y del estupro.
25/4/2011
Publicado en El Día (Santa Cruz), 26/4/2011
Publicado en Semanario Uno #407 (Santa Cruz), abril 2011
imagen: The Mad Hatter
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