Friday, July 8, 2011
Impunidad/MIRANDO DE ARRIBA
Como Eichmann terminó al final de una soga en Israel, así deberían terminar los dictadores latinoamericanos y sus esbirros.
La extradición de Ricardo Miguel Cavallo, alias Serpico, genocida, de México a España, reabre las heridas. Sorprende, y quizá está bien en teoría, el trato dado a este individuo por las autoridades que lo expulsaban y recibían. Hasta Derechos Humanos estaba presente para garantizar que no se dañara la humanidad del asesino, y la policía española golpeaba con palos a los manifestantes que festejaban, porque no podían llorar más, la cárcel para el exterminador de sus vidas.
Se habla que como militar Serpico estaba sujeto a órdenes pero esa es una historia demasiado trillada, buena para los gobiernos "democráticos" y las izquierdas débiles y cobardes. Cavallo fue detenido en Cancún cuando intentaba retornar a la Argentina porque en ese país podría pasear impunemente sus vestiduras sangrientas. Nadie quiere provocar a los ejércitos, todos quieren congraciarse con los generales. Si algo pareció correcto en la revolución islámica iraní, fue que la recua de corruptos y engalonados verdugos del pueblo fue a dar con sus espaldas contra la pared. Cierto que en la muerte no hay solución y que los males se repiten, que la venganza es un círculo vicioso, pero pienso en qué sería justo para castigar a Cavallo. Klaus Barbie, por ejemplo, la sacó liviana. Los juegos legales protegen a este tipo de criminales y hay países como Estados Unidos que pregonan, e imponen, impunidad para los suyos que se involucren en cosas semejantes. Entregarlo a los hijos de las víctimas vendría a ser hasta bíblico, por tanto santo, pero eso significa alimentar la idea, errónea, de que las masas pueden tomarse la justicia en sus manos, aceptar que las mujeres del mercado en Bolivia o en México, quemen a supuestos ladrones porque así les parezca.
Al menos, como resultado de esta extradición, la vida del orate éste, como la de Pinochet en Londres, no será otra vez la misma. Morir en la cárcel, por lujosa que fuere, no es morir en la cama. No creo que el mundo tenga conciencia ni equidad, son elucubraciones de los ingenuos, pero algo habrá que sirva de castigo, y hablar de esta manera sobre las posibilidades linda con el juego peligroso de lo humano y lo divino y no quiero involucrarme. Serpico será juzgado pero no lo ahorcarán. Los otros torturadores, aún libres y asustados, apenas caminan las calles y no pueden ya viajar.
6/7/03
Publicado en Opinión (Cochabamba), julio, 2003
Imagen: La ESMA, notorio centro de tortura, en una protesta reciente
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