Monday, August 8, 2011
Tierra/LIBRO DE PRODIGIOS
La Pinta, sobre el mar, paloma de madera. Lunar del agua sigue la muerte del sol.
El Almirante va en la mayor, la lenta, la pesada. Diez de noche y once de octubre. Ha visto hierbas, aves que comen peces. Presiente. Ojos claros, ojos largos. Dice que lumbre, allá, allá, oscura distancia que se ilumina por el loco. Nadie más; no hay playas ni hombres en la arena, ni luz ni Dios ni España. Pero hay que afirmarlo: sí, Almirante, cierto, salió y se escondió el primer indiano insomne, aquel que no duerme y espera al borde del mar las señales de un dios mojado.
Las dos de la mañana vienen con pesadilla, con el inmenso lomo de una ballena enfrente del vigía. Se desespera. No sabe que su terror vendrá con oro, que con él abre la eterna codicia general. Grita ¡tierra! en un momento. Su voz trae anclas, y el ancla la esclavitud; se han tirado los dados.
Olvidaron las ballenas, los monstruos marinos. La única jiba se forma en la espalda de Colón, con los premios. El viento se lo había dicho al oído, más temprano.
¿1996?
Imagen: La Niña, la Pinta y la Santa María
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