Tuesday, September 20, 2011
La masificación de la marcha/MIRANDO DE ABAJO
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Roque Dalton, hablando de la revolución salvadoreña, decía que ésta pasaba por tener huevos, refiriéndose al valor, coraje, con los que se asocia por lo general ese par de colgandijos, con razón o sin razón. Fuera del contexto anatómico, estaba en lo cierto, no se vence sin valentía, y valentía es la que debiera sobrar en este momento en el país para derrotar a las oscuras fuerzas de la contrarrevolución: Evo Morales y sus secuaces.
Hay momentos en que lo ideológico-político debe ceder ante el panorama mayor. Lo que está en juego en Bolivia no es que prime uno u otro partido, una u otra facción; apostamos por la supervivencia de un ente que imperfecto como era y es ha sido nuestro lugar de origen, de cobijo, de consuelo, de melancolía y nostalgia desde lejos. Su Excelencia, el mandarín, ha despertado el fuego de las diferencias y los desdenes de siglos para manejarlos a su antojo, sentando las bases de una nueva clase cuyo potencial en contante, producto del narcotráfico, opaca ya incluso el de las dictaduras más abyectas del pasado. Siguiendo el ejemplo de aquellas, y acomodándolo a un derredor con mucho más dinámico, desea imponer al resto de la población que trabaja, vende, ofrece servicios, se desgaja en imaginación y esfuerzo para arañar el sustento, un grupo humano, los cocaleros, para regir los destinos bolivianos desde su pedestal de oprobio. Ya no hablamos de aquel campesino pobre que cultivaba coca y que a mediados de los 90, en Eterazama, protestaba con un cartel que llevaba la efigie del Che, por el respeto a su labor. Hoy no existe más; lo que hay es un núcleo duro de dirigentes, enriquecido, que de una republiqueta del narco intenta elevarse a establecer los cánones de conducta y explotación de la geografía -nuestra- toda, según sus intereses, ya no de clase sino económicos, aunque para ello se deba vender o regalar Bolivia al imperio ultracapitalista de los cárteles de la cocaína.
Para mí es tan simple como pensar que vi a mis padres trabajar muy duro la vida entera, para tener cierta comodidad. A eso aspira cada individuo, a ofrecer a su familia lo mejor que pueda. Se lo hace con trabajo, incluso sabiendo las contradicciones y el cómo funciona el sistema donde los que tienen más con más se quedan. Supuestamente, a pesar de ser una falacia también, la democracia permite al menos esta esperanza. Los sistemas totalitarios acaban de entrada con la ilusión. En el caso de Evo Morales, de quien dudo haya trabajado y sin embargo es gamonal, el bien colectivo, exceptuando el de sus afiliados a las federaciones de la coca y el suyo, no le interesa. Su malhadada e ininteligible verborrea de pobres y revolución hace de pantalla para un programa bien claro de enriquecimiento ilícito. Igual al coronel de la cara maquillada de Libia, y muy cercano a la esquizofrenia de Idi Amin, Morales no aspira a la felicidad general, sino a la propia, a mantenerse en el poder, al expolio insostenible de la tierra con un mar de cocales que si pensara sabría no es eterno, no puede ser eterno. Qué le importa. En el momento preciso está seguro de escapar. Tendrá de sobra medios de subsistencia.
El fenómeno Evo Morales no es siquiera el sueño orate y nacionalista de Karadzic o Milosevic, la locura ideológica de Pol Pot, lo místico de Hitler. Mucho más simple: le ha visto el negocio, y quiere aprovecharlo, desligándose de los ideólogos que erróneamente pensaban estar creando una insólita revolución. Y junto a él una horda de amanuenses famélicos de oro.
Lo dicho, aquí se necesitan huevos, como los que pone la activista María Galindo al pedir que se apoye la marcha indígena del Tipnis con otras marchas. Tienen que marchar los estudiantes, los obreros, los niños, las barrenderas y los escritores. No queda otra. A ver si puede Evo crear mil Yucumos para mil marchas que se esparcirán por el territorio como uno, dos, tres, muchos Vietnam…
15/09/11
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 20/09/2011
Imagen: Marchistas de la CIDOB (fotografía tomada de Al-jazeera
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