Wednesday, October 26, 2011
Lo trágico de Ayo Ayo/MIRANDO DE ARRIBA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Mientras hacía consultas para escribir "El señor don Rómulo", escuché variadas opiniones sobre Ayo-Ayo. Los más radicales -y antiguos- conversaban acerca de la mentada antropofagia aymara, remontada a hechos de la Revolución Federal; otros, aún ensimismados en un mundo de gloria independentista, como adormilados en la historia, imponían convincentemente el extraordinario papel jugado por esta etnia en la formación de la república: los campos de Aroma como notable y suficiente ejemplo de su defensa. Los unos, y los demás, no dejan de tener razón. Se puede explicar cada instante de acuerdo a su peculiar entorno, incluso aquel de degustar carne humana con su gama de sabores muy bien descrita por los combatientes de las guerras civiles del Congo en los sesenta. Pero eso era ayer, a pesar de lo contradictorio de tal afirmación, que no hay hoy sin ayer y viceversa. Ayer, otras circunstancias se hacían del panorama.
Cierto que a grandes rasgos nada ha cambiado -ni cambiará-, que el mundo es cuento de privilegios y desgracias, de ricos y pobres, pero ha habido un largo proceso de desarrollo de las ideas que debiera haber influenciado en algo el presente. Me sorprendió, en Nueva Orleans, conversar con un intelectual aymara, que por educación debiera ser amplio en sus perspectivas, decirme con profundo respeto que tal persona descendía de los caciques de X, olvidando que el cacicazgo que supervivió después de la conquista fue, al lado de España, quien expolió en su provecho a las naciones indias de Bolivia y América.
Los curacas o sus sucesores actuales, dirigentes, consideran imperativo, e incluso revolucionario, volver a prácticas creadas durante la esclavitud ibérica. El castigo del chicote implica ampararse en el poder de abusar al más débil, como antes. El linchamiento del alcalde de Ayo-Ayo es señal de pésima interpretación del pasado y, lo que es peor, de la creencia que este tipo de actividades demuestra autonomía del gobierno central y sus instituciones. Falsa apreciación azuzada por una seudo intelectualidad que pregona un reingreso a un también falaz recuento de lo que fueron estas tierras en períodos pre-hispánicos. Todo aquel que sugiera que los modos "indios" de hacer justicia son los únicos válidos, miente, porque no hay ni hubo especificidad tal. Porque chicotear y linchar ni siquiera son características propias andinas, sino las de cualquier cobarde.
La afamada justicia popular no existe. Lo que sucedió en Ayo-Ayo no significa castigar la corrupción; es asesinar.
19/6/04
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Publicado en Opinión (Cochabamba), junio, 2004
Imagen: Tortura de indios por sus amos españoles
dos versiones, una realidad; crimen, otro más en la historia de crímenes nacionales
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