Claudio Ferrufino-Coqueugniot añade otro laurel a su trayectoria como escritor. El cochabambino obtuvo el Premio Nacional de Novela Alfaguara 2011 por Diario secreto. Se trata de una novela oscura cuya historia se desarrolla en la mente de un sicópata y en la de las personas que están alrededor suyo.
“Me interesa ver en qué momento se rompe esa red que impide que el hombre de las cavernas salga a flote otra vez”
MARCELO SUÁREZ RAMÍREZ
Hace 22 años partió a Estados Unidos. La oportunidad de conseguir trabajo motivó a Claudio Ferrufino-Coqueugniot a dejar su natal Cochabamba para recorrer nuevos rumbos. Primero en Virginia y, en los últimos 18 años en Denver (Colorado) tuvo experiencias de diversa índole tanto en lo laboral como en lo personal. Trabajando en el gueto negro, cumplía diversas labores, desde albañil y repartidor de diarios, hasta cargador en los mercados, siendo en ocasiones el único latino del lugar.
Mientras la vida sembraba nuevos desafíos en su camino, la literatura se convertía en una compañera inseparable que le permitía trabajar como traductor y autor de cuentos infantiles y, sobre todo, enriquecer su oficio de escritor. Fruto de ello fue la mención que recibió su novela El señor don Rómulo en el premio Casa de las Américas de 2002. Siete años después obtuvo el galardón por El exilio voluntario, obra en la que plasma su experiencia y la de su entorno, como inmigrante latinoamericano en EEUU.
Esta semana, Ferrufino-Coqueugniot fue anunciado como el ganador del Premio Nacional de Novela Alfaguara 2011 gracias a su obra Diario secreto, en la que se sumerge en la mente de un sicópata para narrar sus angustias y su conducta violenta.
En tiempos de redes sociales, la noticia corrió por Facebook como reguero de pólvora, al punto que algunos medios publicaron que el autor se enteró por esa vía. El escritor aclaró a Brújula que estaba manejando en las calles de Denver cuando recibió una llamada de su padre desde Cochabamba, que le transmitió la buena nueva.
- Después de haber recibido el Casa de las Américas, ¿qué representa este premio en su carrera?
- Siempre lo propio, del país de uno, tiene un sabor especial. Además ahora percibí más movimiento que cuando recibí la noticia del Casa de las Américas. Entonces no tenía Facebook y me parece que existía mayor lentitud. Este premio es especial para mí.
- ¿Cómo define Diario secreto?
- Es una exploración de lo sórdido en el ser humano. A pesar de ser obvio el aspecto sicopático del personaje central, existe un espacio en el que aparenta ser ‘normal’. Quizá cuestiona hasta dónde la apariencia que presentamos muestra la realidad interior y cuándo, en qué momento, el lado oscuro del individuo puede imponerse a aquel de las convenciones sociales y el respeto mutuo.
- ¿En que se basó la construcción del personaje central?
- Siempre me ha interesado la dualidad de la mente. Creo que el antiguo asunto de la lucha entre el bien y el mal, presente en todas las culturas, comienza en el individuo. Todos tenemos, aunque no lo reconozcamos, un aspecto sórdido, tal vez aquel hombre primitivo acostumbrado a matar para sobrevivir que Rudyard Kipling relató en un magnífico cuento al respecto. Me interesa ver en qué momento se rompe esa red que impide que el hombre de las cavernas salga a flote otra vez.
- ¿La violencia en estos tiempos se manifiesta más o menos acentuada o siempre ha sido el mismo hombre de las cavernas que se ha ‘modernizado’?
- Es, en cierto modo, como dices, un cavernario modernizado. El sicópata ejerce el salvajismo anciano de una manera sofisticada. En otros casos puede ser distinto, como en las guerras, donde se presenta descarnada y brutal como al principio.
- ¿Le interesó desde un principio ubicar al personaje en un espacio y tiempo concretos?
- Hay alguna referencia a uno u otro lado, pero no hay un ‘sitio’ específico. El personaje viaja a Europa, regresa, se menciona algo de EEUU, de Bolivia, sin que la ubicación sea importante, solo circunstancial y referencial. Sucede lo mismo con la cronología. El individuo crece, es evidente, adquiere sexualidad, pero no es tangible una época determinada. Al menos no pesa en el argumento. Puede ser en cualquier lado, en cualquier tiempo.
- En la literatura europea y en la estadounidense existe una tendencia a narrar desde la experiencia personal. Su obra, tal vez, ¿está más casada con este tipo de trabajos que con una literatura latinoamericana que dialoga más con situaciones que parten de lo social y colectivo?
- Sí, mucho. Creo, además de admirar la escuela norteamericana. Y lo de la experiencia personal se refiere también a la experiencia colectiva, pero como individuos. Por eso, cuando me preguntan si mis novelas son autobiográficas, la respuesta es sí y no. Hay muchísima autobiografía, que puede ser la del vecino, entremezclada con la mía y con otras. Lo narrado en Diario secreto parte de alguna experiencia concreta de alguien, no es simple elucubración. Por supuesto que los meandros sicológicos son imposibles de caracterizar de manera concreta y en ellos se da un poco rienda suelta a la imaginación, a la ficción, a lo que uno mismo podría pensar o hacer en situaciones parecidas. Y allí, por ejemplo, he jugado a momentos con mi propia oscuridad, como el asesino que planea una muerte accidental.
- ¿Con qué autores dialogó en el proceso de escritura de la novela?
- No hice una selección que me indujera hacia la novela. Felizmente tengo facilidad para separar un trabajo de otro. No cambié mis esquemas de lectura o de cinéfilo. En realidad estaba leyendo asuntos relacionados con etnografía, etc. que no guardan relación con el texto. Tal vez una película que vi entonces y que tendría cierta aproximación sería Sin City, venida del cómic negro. Pero, a diferencia de Sin City y otras similares, en mi libro no existe esa moraleja de que el bien finalmente triunfa. No quiere tener moraleja e incluso se diría que es un triunfo del mal. Tal vez influyeron, aunque es cine que vi hace muchísimos años, el filme belga Hombre muerde a perro, la película francesa Irreversible y una mexicana, de hace una década aproximadamente, En la mente del asesino. Son trabajos que de algún modo se ligan con esta obra.
- ¿De haber desarrollado su carrera literaria en el país su visión de los temas que plantea en sus novelas y cuentos hubiesen sido distintos?
- Creo que no, porque, de todos modos, y a pesar de la precariedad de Bolivia en mi infancia y juventud, siempre exploré otros campos, me contacté con gente de otros países con la que mantenía correspondencia, viajes, etc. No me hubiese quedado con una visión cerrada. Fui filatelista desde niño, apasionado (aún lo soy) y es increíble lo que esos papelitos de colores pueden hacer en la mente de un chico para ampliar sus horizontes. Me gustaban las mujeres extranjeras y salía con las que iban de paseo a Bolivia.
- ¿Cómo califica la literatura que se escribe en Bolivia?
- Creo que hay una gran búsqueda, lo que es muy bueno. Lo digo porque me contacto con escritores jóvenes del país a través de las redes sociales, correo electrónico, etc., y leo lo que van produciendo. A diferencia del pasado, los temas se han expandido acordes con un mundo globalizado, donde ya nada queda incólume a cierta universalidad. Cuando esta literatura se asiente, aplaque la ebullición, va a dar resultados. No digo que no los haya ya, pero algún apresuramiento suele causar deslices que no debiesen existir en una obra cuidada (en el sentido de coherente con lo suyo).
- ¿Percibe en los nuevos autores un apresuramiento por escribir-publicar-trascender?
- Sí, lo que es normal, sobre todo en una sociedad que no se caracteriza por su gran producción editorial o el respeto a sus autores. Ya en mi tiempo publicar era hazaña única, y supongo que es lo mismo. Leyendo el comentario de los jurados de este premio, recomendando mayor trabajo, mayor cuidado, vemos que así sucede, que asistimos a un vértigo por publicar. Normal, lo repito, y acorde con la era que es de una dinámica abrumadora. Lo que vale hoy no valdrá mañana. Difícil situación, paradójica, la del deseo de publicar cuanto antes y la mayor de hacer una obra medianamente imperecedera.
- Jorge Luis Borges decía: “Publicar es la mejor manera de dejar de corregir…”.
- Claro, si uno no lo hace se pasa la vida corrigiendo. Por eso después de que mis originales se transforman en libros ya ni los veo, porque no quiero criticarme demasiado. Le preguntaba a mi amigo Miguel Sánchez-Ostiz, multipremiado escritor navarro, que me gustaría leer su novela premiada por el Herralde. Me respondió que ni hablar, que esa novela era una mierda. Imagínate.
- ¿Le interesa nutrirse de los autores contemporáneos o al final termina retornando a los clásicos?
- Soy más bien ignorante con lo nuevo. He leído, pero muy poco como para hablar de ellos. Retorno con frecuencia a los clásicos, al siglo XIX, a principios del XX, pero soy muy ecléctico en mis lecturas y voy desde economía política hasta literatura persa en el mismo día. Pero ya llegaré a los modernos, allí voy.
- ¿Cómo es su relación con otros géneros, como la poesía?
- Hace casi 30 años que ni escribo ni leo poesía seriamente. Por seriamente me refiero a un interés por lo que está sucediendo con el género, pero nunca dejo de apreciar los poemas de Tzara, Vallejo, Ajmátova, Celan, Cummings, Apollinaire, Panero y otros, pero el volumen de sus lecturas es menor que de otros géneros.
- Hace un par de años, el Gobierno convocó a un grupo de académicos, escritores y editores para elaborar una lista de novelas fundacionales de la literatura nacional ¿Qué le pareció esa iniciativa?
- Me pareció muy buena, y cuando me preguntaron, también incluí Juan de la Rosa, de Nataniel Aguirre, como la número uno. Creo que la selección que hicieron fue bastante buena, con obras que son referenciales de nuestra literatura. Siempre es una pena que no puedan entrar todos, pero si se amplía la iniciativa se puede ir extendiendo a más autores.
- ¿Hacia dónde apunta su próximo libro?
- En el sentido estilístico hacia una depuración de lo que hago. Necesito trabajar mucho en el diálogo, eludir excesos referenciales hacia mí mismo, ampliar los horizontes. He comenzado un proyecto de mucha ambición. Y si tu pregunta se refiere también a los premios, me gustaría un Herralde, un Alfaguara, no por vanidad sino por extender mi obra hacia otros ámbitos a través de ese medio. Si lo logro, bien. Si no, no importa. Seguiré escribiendo.
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Publicado en Brújula (El Deber/Santa Cruz), 5/11/2011
Imagen: CFC, La Habana, enero 2011
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