Friday, November 25, 2011
Elogio del chicote/MONÓCULO
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Mal ha de estar un país cuyos jueces elegidos en votación popular reciban sus credenciales llevando chicote en bandolera. Como detalle anecdótico, para fotografía de gringo, pasa, y es, sin duda, sui géneris. Pero me gustaría saber en cuántos lugares del mundo se permitiría tal: en ninguno de aquellos que se precia de seguir fundamentos democráticos (pena reconocerlo, pero en África sí, o en los países árabes, o en Asia remota). La tan vilipendiada civilización occidental defiende esos valores, y no hay excusa -al señalar sus deficiencias- para disminuir la gran conquista de una libertad, limitada por el derecho ajeno, en oposición al antojo, al capricho personal o elitista y al uso y manejo del chicote como medida disuasoria.
Si yo voto en elección, no necesito corifeos. Pero aquel pueblo cuyos individuos, por gusto o por fuerza, dejan sus destinos bajo el arbitrio de sus dirigentes, es una sociedad condenada a muerte. Se han oído cosas atroces, como que los miembros de la llamada “tercera edad” se convierten en incapaces, en débiles mentales cuya mano para firmar debe ser guiada por alguien que representa el poder. O la realidad de que se vota, en conjunto y sin discusión, de acuerdo a una consigna cuyo origen no se ha gestado entre opiniones divergentes. El futuro no existe para las naciones que permiten a un juez penetrar en el recinto de caso armado de chicote. Es como fundar una república de animales, o el imperio de los lacayos. Es eternizar el embuste que se critica, el pasado que se execra.
El chicote simboliza la esclavitud colonial, como lo hizo la cruz, que con el tiempo ha ido amenguando su faz represora; perdura el racismo, el clasismo desenfrenado, divide entre hombres que golpean y hombres que reciben los golpes, Quién y cómo tampoco se determina por cierta legalidad (paradoja), sino por embates de suerte o cariños comprados por lo general en medio del tufillo alcohólico del ritualismo de turno.
El rey de España ha intentado borrar esa imagen imperial que tuvo a América bajo la suela. Lo extraño está en que las naciones más sufridas, las más humilladas y explotadas recurran al olvidable pasado del abuso y lo reconstruyan con prédicas en apariencia de avanzada y retrógradas en acción. Mientras los amos se retractan y avergüenzan del ayer, los súbditos se aferran a la inmoralidad del feudo, llegando al extremo mayor de la abyección que implica “votar” por él.
Quizá la esperanza vive en los jóvenes que al estudiar, informarse, recelan del hedor mustio del paternalismo, el patronazgo y el cacicazgo. La historia recula a veces, pero jamás detiene su avance.
24/11/11
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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 25/11/2011
Imagen: Campesinos bolivianos con chicotes
En América Latina se suele vivir demasiado pendiente de la foto turística anglosajona, del reportaje gringo que nos exalta como pintorescos. Este rastrerismo cultural ensucia todo lo efectivamente bueno y genuino que tenemos y de lo que debiéramos sentirnos altaneramente orgullosos.
ReplyDeleteUn abrazo afectuoso, amigo Claudio