Monday, November 14, 2011
Fiesta de 40 millones/MIRANDO DE ARRIBA
La señora Laura Bush, provinciana rica, dice a la prensa que a pesar del drama humanitario de Asia suroriental, de la crisis económica norteamericana, seguirá adelante el proyecto de la fiesta inaugural de la nueva presidencia con un costo de cuarenta millones de dólares. Según ella es una irrenunciable tradición que debe pervivir, aunque -lo sabemos-, muestra el descaro de una nación que gusta asolar tierras ajenas y que va carcomiendo las bases que la sustentan en una inevitable carrera a empobrecerse y perder todas sus prerrogativas.
¿Qué va a conmemorarse en esta entrega aparte del triunfo republicano? Sin que nunca se haya caracterizado por su limpieza, la política de Estados Unidos ahora va a festejar la instauración del fraude electoral como modus operandi para el futuro. Comenzó hace cuatro años en Florida, con un desvergonzado desconocimiento del deseo popular y con un aparato hábilmente
instalado como otro ejemplo de la senda que se ha elegido, y persiste -que no termina- en el 2004 con desenfado en la manipulación de los resultados y la (in)validación de la gente y su voto. En el estado de Ohio, el fraude protestado por un puñado valiente de congresistas, no deja ya espacio a la imaginación: es abierto y sinvergüenza y, lo que es peor, termina siendo aceptado por los líderes demócratas de manera cobarde.
La señora Bush puede sentirse feliz y disponer de tanto dinero que pagan los contribuyentes sin reparo alguno. Después de todo ella, no muy avispada, quizá incluso menos que su marido, ha llegado a una posición que sólo puede ser superada por una corona. Posiblemente le encantaría ceñir joyas reales como su contraparte la reina de Gran Bretaña. Una situación que como van las cosas deja de ser imposible. Quizá un día Georgie decida coronarse emperador con Dick Cheney como su avejentado Delfín y de paje el dudoso Tony Blair. Todo puede suceder en esta Norteamérica de incierto porvenir. Irak ya está perdido; los planes contra Cuba, Irán y Corea catalizarán una caída cuyo destino será la obligatoria frugalidad de la población.
Digresiones del desamparo de los votantes ante la petulancia de los líderes. Cuarenta millones para regocijo de los poderosos y de los imbéciles que creen ver en este desenfreno la supuesta grandeza nacional, igual que las viejas que piensan que sus hijos son carneados en Babilonia por una libertad que desconocen y que no tendrán jamás la dicha de conocer.
16/1/05
Publicado en Opinión (Cochabamba), enero, 2005
Imagen: Recuento de votos en Florida, 2000
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