Thursday, November 17, 2011
Pedro Ferragutti/ECLÉCTICA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Amaneció nublado, luego de un esplendente sol que se llevó por avión a Ligia hacia el Brasil. Siempre se parangona el tiempo con el estado de ánimo, y la muerte del músico, compositor, intérprete Pedro Ferragutti en Nuestra Señora de Socorro, interior de San Pablo, resulta como las oscuras nubes del cielo, una tormenta inesperada y dolorosa.
Pedro Ferragutti era de una segunda generación de inmigrantes italianos. Gente que al igual que en Argentina, Estados Unidos, por hablar de América, puso empeño en progresar y adelantar la tierra que los había acogido. El trabajo duro basta para calificar a una persona. Pero Pedro Ferragutti por encima de esas condiciones naturales de hombre de lucha, fue un artista impresionante. Vivió, al igual que de sus manos, de sus dedos de músico y alternó la grisácea luz de la oficina o la más luminosa de la chacra con memorables retretas dominicales y -no hay otras iguales- con aquellas festividades brasileñas del carnaval.
Cualquier instrumento le fue adicto, se pegó con soltura a su cuerpo. El acordeón, quizá el único que lo eludió, fue conquistado, bajo su tesón y enseñanza, por su hijo Toninho Ferragutti, posiblemente el mejor acordeonista de Brasil, versátil como su padre, con mágico don para la música popular y con fino sentido para componer, ambos, uno en las raíces tradicionales y otro en la vanguardia con la que explora los recovecos del silencio para hacerlos sonoros.
Ahora que Pedro Ferragutti ha muerto, el pueblo de Socorro, de colinas verdes, sin duda dará su nombre a una calle; quizá levante un busto en una plaza, desmintiendo de algún modo la abrupta relación de trabajo que tuvo, en sus largos años en la prefectura del lugar, con cierta jerarquía burócrata que intentó cegar su carrera sin lograrlo.
Fértil su existencia de compositor. Admiraba a John Sousa y las marchas que creó tienen la soltura de las del famoso norteamericano. Algunas llevan aire de pasodoble y se sustentan en diversas fuentes, como diverso y extenso en su conocimiento musical fue el autor. Compuso también chôro, chôrinho, valsa, tango, bolero, rancheira. "Ivair", chôro de su autoría para saxo, obtuvo lugar de privilegio en el Primer Festival Nacional de Chôro auspiciado por la Red Bandeirantes a finales de 1977. Es la primera música de los dos discos que compilan las composiciones clasificadas en aquel evento bajo el nombre de Chôro Novo.
Hijo preclaro de Socorro, conocido y reconocido por todos, sus marchas se ejecutan allí tanto como en San Pablo, donde bandas importantes como las de la Guardia Civil del Estado y la Policía Militar las cuentan en su repertorio. Cada mañana en las escuelas de su ciudad, antes de comenzar las clases, se escucha su "Himno de Socorro", que también decora la cubierta de los cuadernos oficiales que porta el estudiantado.
Ha muerto Pedro Ferragutti el 22 de marzo y descansa en la apacible villa donde nació. Orgulloso, aunque valga decir también huraño, se inundó de música; sus hijos le siguen en su afición y talento aunque sólo Toninho hizo de ello una vida. En 2003 me envió un ejemplar de "Chôro Novo": "Ao caro e estimado genro Claudio com votos de muitas felicidades. Socorro, 21/07/2003" Por encima de eso, me compuso un chôrinho -halago en demasía- al que llamó "Claudicando", jugando con mi nombre, con la sutil ironía de decir justamente lo contrario, que ni él ni yo, claudicamos.
Me cuentan que su entierro fue una multitudinaria y triste festividad allá en el sur, con discursos y banda que tocaba sus composiciones para acompañarlo en los nuevos rumbos. Murió en brazos de su hijo Danilo Ferragutti y pienso qué muerte lujosa la de morir así... Gilberto, Eurli, Lucélia, Danilo, Lígia, Toninho le sobreviven, hijos en carne y en arte, numerosos como su obra, vástagos también de Victoria, su esposa ida, hacia quien va Pedro Ferragutti para encontrarla.
23/03/05
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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), marzo, 2005
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