Saturday, December 17, 2011
Detalles y voces incongruentes/MONÓCULO
Tuve que renovar mi cédula de identificación. Eso me tenía con los cabellos erizados, porque la experiencia de entrar al antro oscuro y pesado de la oficina aquella se escondía en el lugar de las peores memorias. Sacar el documento equivalía a descender al abismo del abuso, la glotonería policial, el favoritismo, la coima. Incluso pagando por servicios extraordinarios para acelerar el proceso, el ciudadano se hallaba a merced de oficialillos que crecían su triste imagen hasta la omnipotencia. Kafkiano es buen adjetivo, pero mejor es dantesco.
Con esos miedos royéndome el estómago comencé una fila que para gran sorpresa se movió. Montón de jóvenes, con ceños adustos igual a sus antecesores, supervisaba, vigilaba, informaba, y hacía expedito el paso al nivel siguiente, en el mismo antro oscuro y pesado que no lo pareció tanto porque, evidente, la espera no era muy larga y llevaba término. El asunto duró entre una y dos horas y salí con un flamante carnet y el mismo rostro, asombrado y diciéndome que al menos algo se había hecho bien.
Que cuánto dure, no sabemos, y cabe entre las posibilidades que el partido de gobierno penetrando los archivos de identificación manipule votaciones futuras teniendo las manos en la masa. De todos modos eso podía suceder con los otros dentro de una institución fraudulenta. Matar el ogro voraz que fue el manejo policial allí ha sido profiláctico.
Por otro lado, y donde el azoro deja lugar a la pena, aguardamos en Cochabamba la anunciada marcha a favor de la carretera, según el trazo que atraviesa el Isiboro-Sécure, mañana, adelantando el viernes para de seguro festejar el triunfo de la insensatez con banda y alcoholemia. Porque seamos francos con nosotros, si no se defiende el TIPNIS radicalmente, será bien pronto arrasado, además como el parque punta de lanza para un proyecto que acabará con todos: Choré, Amboró, Madidi, en el desenfreno autosuicida en que se han empeñado.
Largo se ha hablado de los beneficios que traerá la destrucción, y para quiénes. No extraña que un ex representante nacional y ex ministro, gonista y banzerista de tradición, abogue en prensa por las topadoras, alegando, igual al partido gobernante, que el mentado parque ya no es tal, como si la extensión de árboles y reserva acuífera de la región se hubiesen convertido de pronto en espejismos. Cocaleros, industriales, madereros, gamonales, latifundistas, narcotraficantes, todos esos grupos que representan el poder y el dinero han de aullar en la plaza histórica por la debacle, por remover el escollo de las etnias nativas y, de estar en sus manos, esclavizarlas como se hizo en la tragedia gomera del Putumayo.
Aquí no hablamos del bien colectivo, de cuántos centavos añadirá al bolsillo de los habitantes la famosa vía. Ese es un espejismo, y no lo prístino de la naturaleza como desean hacer ver. Un lado tiene los medios para forzar, mientras que el otro, la gran masa a la que pertenecen asalariados, desocupados, jubilados y resto de la población, solo posee la voz y el cuerpo para manifestarse en contra de los intereses oligárquicos.
Cierto que todos los países pasaron por errores similares, pero es la experiencia suya la que debe enseñarnos a valorar y preservar. El mundo va en frenética carrera de competencia económica, pero más y más se escucha que imponer mesura por decisión popular en vista al futuro decidirá la supervivencia de algunos y la muerte de los demás.
8/12/11
Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 8/12/2011
Imagen: Max Coyer/Figure of the Night, 1984
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