Monday, April 2, 2012
El Reich aymara/MIRANDO DE ARRIBA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Lo que no alcanzan a entender algunos -muchos- es que a nombre de una supuesta revolución social se está incubando en el país un tipo de dictadura muy peligroso, aquel que reclamando a las masas y a una elección democrática como aval, aspira a convertirse en el único interlocutor. Lo que es peor, incluye un discurso racista en un país que luego de casi doscientos años de práctica tal, necesita reformular la manera de lidiar consigo dentro de un complejo espectro multicultural. No otra cosa es tratar de inducir un trapo multicolor para reemplazar a otro tricolor como emblema nacional, soportando la opción con alguna que otra afirmación válida y gran sarta de patrañas. Quiere el gobierno dorar la píldora con artificios y engañar, otra vez y peor que antes, a un pueblo, indígena en su mayoría, necesitado de cambios reales y no de caciques parlanchines.
Lo extraño es que el nuevo curaca se ha rodeado de asesores que representan a la raza (clase) que dice combatir. Una generación de profesionales e intelectuales que alguna vez tuvieron pizca de idealismo ha visto llegada su hora de robar y jubilarse pudientes con un discurso que los presenta como apóstoles, y a su jefe como la reencarnación de alguna escondida divinidad andina que ha despertado al sonido de pututos ancestrales (aunque viendo bien, ancestrales no son si pensamos que las vacas, con cuernos incorporados, vinieron de España).
Leo a Paulovich y concuerdo en lo raro que resulta que en esta caza de brujas actual –de expresidentes- se haya disculpado al mayor criminal, el que se aloja en Chonchocoro. Será, como parece ser, que Evo Morales cuenta con el ejército para su tenebroso plan de dominio absoluto, y que entre sus condiciones para obtener ese apoyo ha jurado no tocar a los uniformados. Feble confianza –diría- en una institución no muy caracterizada por la lealtad.
Hay un juego democrático, nos guste o no, de entendimiento y concierto, y si este individuo ha decidido inaugurar un nuevo Collao unilateral, se topará con los obstáculos de la historia que si a veces se amodorran destruyen cuando despiertan. No hubo un imperio aymara de mil años ni lo habrá. La magnífica herencia indígena de Bolivia no puede ni debe ser confundida con la prédica ambiciosa de un reyezuelo de tipo africano; eso traerá sólo desastre. Y los intelectuales que hoy soportan dócilmente las instrucciones del amo serán los primeros en correr, como siempre lo han hecho.
De sueños de omnipotencia se llenan las lápidas. Lástima que éstas también rebalsan de dolor y sangre de menesterosos.
27/08/06
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Publicado en Opinión (Cochabamba), agosto, 2006
Imagen: Whipala
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