Leo el desparpajo
de Mario Adett Zamora, quien fuera ministro del Interior de Hugo Banzer.
Reconoce la existencia del plan Cóndor, de muertos y desaparecidos, deslindando
participación personal. Uno pensaría qué talante del individuo éste, pero la historia
que vivimos hoy, la farsa como estrado único, da lugar a que personajes de toda
laya puedan de frente sentirse orgullosos de un pasado que ha quedado chico,
infantil, hasta inocentemente tonto en relación al presente.
Un manifiesto del
POR Combate, de 1973, parte de un fantasmagórico Frente Armado
Anti-imperialista, califica al individuo de “sanguinario”. Pero la lucha
subversiva, casi mítica, como alguna vez la entendimos, ha sido ultrajada,
vilipendiada por la realidad. La ardiente verborrea de poristas-combate, con el
advenimiento de la democracia, se convirtió en meliflua cantinela. Observé,
azorado, que dirigentes de este grupo, que aleccionaban en 1979 a
universitarios a empuñar las armas ¿qué armas?, luego de un período de exilio
donde disfrutaron las delicias del capital, retornaban para hacerse voceros de
la corbata, llenar los bolsillos, encarar la existencia como hurto y disfrute. Adett
Zamora y los troskos, la misma mierda. La izquierda derecha, y la derecha
derecha.
La época, ésta,
ha colaborado aun más a desterrar las siglas que diferenciarían a uno de otro.
La lucha de clases ha devenido en carnavalito de coplas y calzones. Cuba, que
supuestamente tenía un halo, derivó en incansable pedigüeño. Su líder, a quien
no se le pueden negar aportes teóricos y prácticos a la historia social, danza
al ritmo de marimbas que tocan otros. El hambre es terrible enemigo, y la
revolución cubana ha caído en un abismo que la hermana con pantomimas como la
venezolana y que arrasan cualquier elemento épico de su memoria. Lo vislumbró
el Che, y prefirió convertirse en icono cuasi religioso pero no en sirviente ni
bufón.
¿Por qué no
podría Adett Zamora decir lo que le venga en gana? Será juzgado, lo amenazan,
pero basta observar la fanfarria de las fiscalías alrededor para descalificar
algún proceso. Los Kirchner lo hicieron mejor; habría en su gobierno quien
pensara y diseñara una política que en cuanto a castigo a los represores ha
obtenido éxitos. A pesar de que la angurria kirchnerista en poco se diferencia
de la de los militares de entonces.
¿Qué queda?, o
¿qué nos pasa?, según se preguntaría un comediante mexicano ante el desarraigo
de su país, lo intangible de la moral, lo concreto del latrocinio y el estupro.
Parecía hablando de nosotros, preguntando por nosotros, ante la desvergonzada
desnudez hasta de las apariencias. A los líderes poco les interesa esconder lo
que en verdad son. Se defienden con retórica y, para los míseros, juegan todavía
la eterna comedia, pero es tan abierto el descaro que en realidad lo que sus
actos implican y afirman es que el resto somos una manga de tarados, bola de
estúpidos cuya estulticia nos tiene con razón en el lugar en el que nos
entumecemos. Ostentan el despilfarro; hacen burla de la pobreza; desdeñan la
honestidad. El mundo es nuestro, semejan pregonar, y mesa, silla, sillón,
comida y culo. Para ustedes las sobras, inservibles pelones. Y pelones somos
porque callamos, porque en este jolgorio caen día sí día no migajas desde los
amos que recolectamos. Más fácil lamer que cantar, sentarse que golpear. Ese es
su triunfo hoy y lo fue ayer. Para qué siquiera acusar al ex ministro, si
resulta también del gremio. La fiesta del Chivo continúa: fiesta de chivitos, o
de chivatos. Salud.
23/7/12
Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 24/07/2012
Imagen: James Ensor
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