Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Un congreso cocalero, multitud diría, se reúne para establecer las estrategias de perpetuarse en Bolivia. Estrategias necesitan análisis, y poco se puede encontrar de analítico en gentes opacadas por el trago, entumecidas por las bolas verdes en la boca, con vítores coordinados. No preguntaron a nadie. Deciden, sin consultarnos, nuestro futuro según sus prerrogativas y “costumbres”. Menudo flagelo este de utópicos a la inversa.
Un congreso cocalero, multitud diría, se reúne para establecer las estrategias de perpetuarse en Bolivia. Estrategias necesitan análisis, y poco se puede encontrar de analítico en gentes opacadas por el trago, entumecidas por las bolas verdes en la boca, con vítores coordinados. No preguntaron a nadie. Deciden, sin consultarnos, nuestro futuro según sus prerrogativas y “costumbres”. Menudo flagelo este de utópicos a la inversa.
Mientras escribo,
observo en televisión otra notable viñeta boliviana. Los secuestrados de Mallku
Khota, gente que hacía su trabajo, de rodillas sobre pedazos de sal, mientras
un cacique, látigo en mano, lanza jaculatorias con movimientos agresivos. La
impactante “justicia comunitaria”, postrera calificación del abuso y la
impunidad. Uno de los presos, un policía, apenas podía moverse por la tortura.
Así y todo, ante autoridades supuestamente legales, las víctimas tuvieron que
escuchar sentencia: fabricar 500 adobes para la comunidad. Qué ternura, digna
farsa para extranjeros obnubilados por lo que desconocen, por cierta brutal y
primigenia forma de actuar en pleno siglo XXI. Esto no es cultura, no señores,
y la brutalidad no se respeta, de pueblo alguno, porque esté en su “tradición”.
Esta sal es la del oprobio, no la gandhiana cuyos objetivos no coincidían un
ápice con los que comentamos.
¿Hasta dónde
queremos llegar? Por supuesto que siempre hay gente: oligarcas, capataces,
patrones, que se enriquecen y medran con la ignorancia. La manipulación de la
turba resulta la mejor apuesta para quien desea entronizarse por el resto de la
vida. Ni siquiera es “dividir para reinar”, sino animalizar para lograrlo.
El estalinismo
inventó el Holomodor, la muerte por hambruna de millones de campesinos en
Ucrania. El plan era liberarse de los kulaks, propietarios rurales, extirpar el
nacionalismo regional, deshacerse de la intelligentsia, forzar la
colectivización. Con tal fin se requisó el grano, se incendió, destruyó la
mies, el campo, dando como resultado una debacle aterradora. ¿De qué sirvió? En
Ucrania se acogió a las tropas hitlerianas con aplausos; la ficción de la URSS
se derrumbó con mayor facilidad que el Muro, en Berlín. Pero los gobiernos no
aprenden, y sucede así no por incapacidad, pero por ambición extrema, por una
carrera insana contra el reloj por acumular posesiones y poder. No les importa.
Y Bolivia va a
tener su Holomodor, o genocidio, o como quiera definirse la tragedia que se
avecina, donde etnia contra etnia se lanzarán en desenfrenada masacre. A nadie
arriba le importa; en primer lugar porque descuentan que siendo el país que
somos, será relativamente sencillo arreglar la cosa. Unos pesos aquí, motores
allá, cargos públicos, becas, coimas, permisividad ante el crimen, lo que sirva
para parchar unos neumáticos que prontos están a desintegrarse. Lectura fácil;
lectura errada. El asunto excederá incluso a los que lo promocionan como
revolución y cambio. Pero, sabemos como va la mano con los jerarcas, prestos a
fugarse con pingües ganancias y dejar el embrollo para que lo solucionen otros.
El país se acerca
al borde del precipicio. Soñar con el enojo de Brasil, país bombardeado con
cocaína boliviana y que pagará su cuota con la destrucción de parte de su
juventud, o con lo que Estados Unidos pueda o no hacer, no sirve; la guadaña
del futuro se afila sobre nuestras cabezas. Hay que tomar conciencia del
peligro y combatir en estrados o en papel esta sentencia de muerte. O nos queda
simplemente morir, sabiendo que no sucederá en una región apacible y próspera
donde el fin es benévolo.
Dicen que en
Bolivia se convierte en realidad una utopía. Es al revés.
08/07/12
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"Y Bolivia va a tener su Holomodor"
ReplyDeleteMi querido escritor,nada mas cierto y los Bolivianos no aprendemos de las experiencias.
Un escrito que nos hace reflexionar!
Marusa Fily Macias