Tuesday, July 10, 2012

Distopía/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Un congreso cocalero, multitud diría, se reúne para establecer las estrategias de perpetuarse en Bolivia. Estrategias necesitan análisis, y poco se puede encontrar de analítico en gentes opacadas por el trago, entumecidas por las bolas verdes en la boca, con vítores coordinados. No preguntaron a nadie. Deciden, sin consultarnos, nuestro futuro según sus prerrogativas y “costumbres”. Menudo flagelo este de utópicos a la inversa.

Mientras escribo, observo en televisión otra notable viñeta boliviana. Los secuestrados de Mallku Khota, gente que hacía su trabajo, de rodillas sobre pedazos de sal, mientras un cacique, látigo en mano, lanza jaculatorias con movimientos agresivos. La impactante “justicia comunitaria”, postrera calificación del abuso y la impunidad. Uno de los presos, un policía, apenas podía moverse por la tortura. Así y todo, ante autoridades supuestamente legales, las víctimas tuvieron que escuchar sentencia: fabricar 500 adobes para la comunidad. Qué ternura, digna farsa para extranjeros obnubilados por lo que desconocen, por cierta brutal y primigenia forma de actuar en pleno siglo XXI. Esto no es cultura, no señores, y la brutalidad no se respeta, de pueblo alguno, porque esté en su “tradición”. Esta sal es la del oprobio, no la gandhiana cuyos objetivos no coincidían un ápice con los que comentamos.

¿Hasta dónde queremos llegar? Por supuesto que siempre hay gente: oligarcas, capataces, patrones, que se enriquecen y medran con la ignorancia. La manipulación de la turba resulta la mejor apuesta para quien desea entronizarse por el resto de la vida. Ni siquiera es “dividir para reinar”, sino animalizar para lograrlo.

El estalinismo inventó el Holomodor, la muerte por hambruna de millones de campesinos en Ucrania. El plan era liberarse de los kulaks, propietarios rurales, extirpar el nacionalismo regional, deshacerse de la intelligentsia, forzar la colectivización. Con tal fin se requisó el grano, se incendió, destruyó la mies, el campo, dando como resultado una debacle aterradora. ¿De qué sirvió? En Ucrania se acogió a las tropas hitlerianas con aplausos; la ficción de la URSS se derrumbó con mayor facilidad que el Muro, en Berlín. Pero los gobiernos no aprenden, y sucede así no por incapacidad, pero por ambición extrema, por una carrera insana contra el reloj por acumular posesiones y poder. No les importa.

Y Bolivia va a tener su Holomodor, o genocidio, o como quiera definirse la tragedia que se avecina, donde etnia contra etnia se lanzarán en desenfrenada masacre. A nadie arriba le importa; en primer lugar porque descuentan que siendo el país que somos, será relativamente sencillo arreglar la cosa. Unos pesos aquí, motores allá, cargos públicos, becas, coimas, permisividad ante el crimen, lo que sirva para parchar unos neumáticos que prontos están a desintegrarse. Lectura fácil; lectura errada. El asunto excederá incluso a los que lo promocionan como revolución y cambio. Pero, sabemos como va la mano con los jerarcas, prestos a fugarse con pingües ganancias y dejar el embrollo para que lo solucionen otros.

El país se acerca al borde del precipicio. Soñar con el enojo de Brasil, país bombardeado con cocaína boliviana y que pagará su cuota con la destrucción de parte de su juventud, o con lo que Estados Unidos pueda o no hacer, no sirve; la guadaña del futuro se afila sobre nuestras cabezas. Hay que tomar conciencia del peligro y combatir en estrados o en papel esta sentencia de muerte. O nos queda simplemente morir, sabiendo que no sucederá en una región apacible y próspera donde el fin es benévolo.

Dicen que en Bolivia se convierte en realidad una utopía. Es al revés.
08/07/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 10/07/2012

1 comment:

  1. "Y Bolivia va a tener su Holomodor"
    Mi querido escritor,nada mas cierto y los Bolivianos no aprendemos de las experiencias.
    Un escrito que nos hace reflexionar!
    Marusa Fily Macias

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