Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Inútilmente trato de hallar a Horacio Quiroga y la impresión que me causó con sus relatos de trópico. Desarreglo en ello mis papeles, escribiendo y volviendo a escribir para permanecer esas imágenes. Y no tengo éxito. Impulso mi pensamiento hacia el Paraná que vi, para acercarme más. Pero ese río era insulso en sus orígenes brasileros. Aunque recuerdo, en Santa Fe, haberlo conocido en un desborde trágico, allá por el 85, cuando sus aguas corrían árboles como pajas sueltas y el vientre del ganado perecido inflaba, podrida, la atmósfera. Ahí está, puedo iniciar...
Imaginen murallones de roca. Y arriba, empenachando la montaña, la jungla, tiesa en su peligro. Porque es de día. Y en el fondo del canal, el turbión del Paraná, bajando con furia al sur. Piensen que anochece y un hombre va, semihundido en su balsa de bambúes.
El río trae: Camalotes. Arremolinamiento de plantas, hierbas, musgos, yararacusúes que portan en su boca un dolor más grande que el dolor.
El río trae los lodos del diluvio. En los lodos, ojos de ahogados cuyas pupilas jamás reflejarán la luna.
Trae maderos ciegos que embisten y quiebran. Vigas perdidas tronando al truenoritmo de la noche.
El río... por el que escapan los "mensú", jornaleros, esclavos de obrajes. El río mata, salva, crece pastizales y arrebata sembrados.
Suena en Cochabamba una canción del Paraná. Allá por el 82...
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De VIRGINIANOS, Cochabamba, 1991
Foto: Un peñón sobre el Paraná
Publicado en Opinión (Cochabamba), 01/02/1990
Publicado em Presencia Literaria (Presencia/La Paz), 10/06/1990
Por Corrientes trae canoeros guaraníes, dorados esquivos y una brisa tibia que endulza las noches veraniegas.
ReplyDeleteUn abrazo fuerte, querido amigo.
Debo verlo otra vez, y en Corrientes ahora, de ser posible, con una barbacoa de dorados. Abrazos, Jorge.
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