Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Desborda de alegría Chile con la derrota de la derecha en las elecciones. Justo un día después de que un escritor amigo chileno me comentaba que allí, en su país y para la izquierda, Evo Morales era una “estrella de rock”.
Desborda de alegría Chile con la derrota de la derecha en las elecciones. Justo un día después de que un escritor amigo chileno me comentaba que allí, en su país y para la izquierda, Evo Morales era una “estrella de rock”.
Nadie puede
abarcar conocimiento y sabiduría de todas las regiones del mundo. Ni Heródoto
ni Plinio que ya es mucho decir. Por tanto, el conocimiento se guía a partir de
pautas generales, del discurso más que de la acción que usualmente tiene
influencia local. Creo sin duda justificada la alegría del país vecino mirando
el atroz antecedente de la dictadura. Razones habrá para que quizá los mismos
que votaron por Piñera se volcasen ayer en su contra. Sucede en España y tal
vez en los Estados Unidos donde la permanencia de Obama está amenazada por una
retórica con escaso asidero real pero que tranquiliza el ansia de mitad de la
población.
Morales tiene
prestigio de sobra en la Argentina, donde universidades famosas lo han honrado
con títulos. Volvemos a las impresiones generales. Alguien que defiende
soberanía, pueblos indígenas, dignidad popular, etcétera tiene que ser
atractivo para académicos demasiado ocupados en averiguar si tales
características reflejan la verdad. Muchas veces otorgar distinciones así sirve
para dorar una pose de progresismo y liberalidad. El pretexto suele ser
cualquiera, uno que avale con otra pose la de los propios premiadores.
Política. Asco.
Lo mismo con la
supuesta inteligencia del segundo del régimen, que no supera un mínimo proceso
de observación de la forma en que maneja el discurso: rituales aprendidos de
memoria, injertos hábilmente colocados para que parezcan originales. No, no
estamos ante un Lenin y menos se hará historia del pensamiento marxista con el
individuo en cuestión. El relajamiento de los cánones hace que el plomo parezca
oro. Aumentado por la necesidad de los regímenes embusteros de inventar a
rajatabla una endeble base ideológica. Es Bolivia, y América Latina, en donde
la inmensa cantidad de cuerpos sacrificados no justifica la aberración de la
nueva aristocracia, las castas intocables (al revés de India), dinastías y
feudos que aspiran a eternidad. Eduardo Galeano, a quien respeto y he leído con
fervor, está senil al defender algo que es solo ilusión de mente afiebrada. Ni
el chavismo ni Evo, ni el cura paraguayo o Cristina acercan un ápice a la
revolución social, como no lo hiciera tampoco Perón.
Insufribles
personajes como Amado Boudou sonríen afables y juveniles sin motivo aparente. Cómo
no sonreír luego de haberse embolsillado la cantidad de dólares de la que se
habla. Viste jeans y franelea con su novia para darse trazas de hombre común.
Así lo hacen todos. Ni hablar de la Kirchner y su novelón de viuda.
Produce cansancio
todo esto. Lo inconcebible de que una persona de mediana inteligencia en un
alto cargo declare que anota con papel y lápiz nombres de los que insultan al
curaca. Entendería mejor si alguien ocupara su largo tiempo disponible en
sitios triple X que para todo gusto hay.
Ojalá que Chile
haya optado por una vía de desarrollo y libertad. Sus circunstancias y perfil
difieren de los bolivianos. Cuando se sepa, en un futuro, el tenebroso secreto
del saqueo de Bolivia, perderá su brillo la estrella de rock que nos gobierna.
Preparo un café.
Miro en tevé noticias del huracán. Pienso en mi amigo Roberto que visita por
primera vez el hermoso Distrito de Columbia y que se encuentra con el fenómeno.
Me distraigo. Cansa, cansa observar al energúmeno de Venezuela. Cansa saber que
los de arriba manejan al pueblo de Bolivia igual a un hato de imbéciles. Cansa
opinar.
29/10/12
_____ Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 30/10/2012
_____ Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 30/10/2012