La historia tradicional relata aquello que de serio tienen los
personajes: sus actitudes políticas, discursos, nacimiento y muerte. No se
adentra más. A lo sumo comenta que tal hombre fue bueno y el otro no; que
Himmler era un excelente padre... que Heydrich judío...
Esa historia si bien informativa, precisa y hasta aleccionadora no nos
dice casi nada del individuo, de sus pequeños vicios, por ejemplo. Por eso
retomo una muy particular forma de relatarla que se origina quizá antes pero
que surge magistralmente en Thomas De Quincey, con “Los últimos días de Kant”.
De Quincey disecciona al pensador alemán en el aspecto menos tomado en cuenta
por sus exégetas o sus detractores, su vida privada. Kant había inventado, con
meticulosidad científica, un método para mantener elevados sus calcetines, a
través de un sistema de poleas que se encontraba en los bolsillos y cuyos hilos
descendían por el pantalón. ¿A quién podría importarle? Por supuesto que no a
los teóricos con ínfulas de capaces y sobrios. ¿Pensó alguien en el grano de
polvo detenido en la uretra de Cromwell?. Igual que De Quincey, Schwob eleva
este arte. La historia deja de ser prioridad de los “grandes” y pasa a ser
general. Cada cual tiene detalles interesantes que lo hacen susceptible de
participar en la literatura por lo menos. Es válido contar la vida de Dickens
como la de su deshollinador, sin preferencia.
En las memorias o diarios se pueden hallar datos exquisitos. Creo que
en las de Ciro Alegría se relata cómo alguien asistió en calidad de invitado a
la casa de Jorge Luis Borges. Cuando la sirvienta intentó servir vino al
escritor rioplatense, la madre la detuvo: “El niño no bebe alcohol”. Borges
tenía a la sazón más de 40 años...; Chejov gustaba de jugar con la miga de
pan..; Francis Bacon se pasaba saliva por las cejas, distraídamente; yo duermo
desnudo...
Publicado en Opinión (Cochabamba), ¿1987?
Imagen: Kant
Borges era un niñito de su mamá. La historia está plagada de chismes, cahuines (les llamamos informalmente en Chile). Paul Johnson se da festines indagando en la vida privada de los circunspectos señores de la intelectualidad. De Quincey, he leído varias cosas sobre él, percepciones de contemporáneos suyos, era un tipo muy desordenado, desastroso con la economía familiar, mentiroso compulsivo, y holgazán, prefería inventarlo todo, y de paso se divertía.
ReplyDeleteEs un tema que da para mucho, para debatir y chismosear con una caja de cervezas heladas.
Saludos, amigo.
jaja! la historia ya tendrá registrada su confidencia, estimado Claudio..!
ReplyDeleteY pues son justamente esos detalles q distinguen y marcan estilos y genialidades. Borges sin su Edipo y encierro de claustro, quizá no hubiera dejado la pulcritud matemática de su prosa laberíntica. Y hasta el sátiro d Neruda quizá le deba sus desesperados poemas a los reprimidos y mal consumados ardores de la carne.
Dicen bien q la locura, es un placer q solo los locos lo disfrutan. Locos no dañinos, valga la aclaración, porque otros locos multicolores hay q merecen no haber nacido nunca.
Saludos cordiales, Claudio.
Eso de las cervezas suena muy bien, Jorge; podríamos tomarlas los tres, con Achille, y disfrutar de las rarezas o "ternezas" de los hombres grandes y grandes hombres, del genial mentiroso compulsivo De Quincey, o del sátiro Neruda. Ja, ja, muy bueno leerlos a mabos, a ustedes, aparte del inglés y el chileno.
ReplyDeleteAnoche me regalaron un cabernet-sauvignon del valle de Colchagua. Axel es la marca, aunque a veces las marcas las ponen aquí al embotellar el vino comprado en cantidad de países vinateros. ya la abro para un plácido crepúsculo montañés en Colorado. Abrazos.