Hacia el Potomac. cruzando la carretera 66, hay un bosque. Un arroyo corre por él. Rara vez se halla gente. Algunos ciclistas, quizá. En uno de sus lados un alto muro lo protege del ruido de los automóviles. Sobre esa pared alguien pinta rostros y lemas como "Viva el arte".
Allí encontré un poema a la marihuana, escrito en papel amarillo. Imagino que en el sendero se reúnen a fumar los jóvenes cansados.
Los fines de semana ponía a mi hija en la espalda e iba de compras. El bosque era el camino más corto y más hermoso. Con Emily aspirábamos la tierra húmeda, el agua caída de las ramas. Encontramos un pato multicolor. Nadaba en una fosa del río, visible apenas; cabeza verde y cuerpo de arcoiris. Sentados, mientras la tarde terminaba y los faroles titilaban como lunas cobardes.
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Publicado en Opinión (Cochabamba), 20/02/1992
Foto: Mallard
Hermosa evocación. Yo ví hace ya bastantes años ese mismo indescriptible verde en los hermanitos o quizá primos de ese mismo pato, en el lago d Ginebra, por primera vez. Inefable y sobrecogedora sensación por ver la magnificencia d la Naturaleza q nos muestra en sus pinceladas la grandeza de esa inteligencia q diseña todo. Creí entonces, fielmente, en la divinidad. Nada q tenga algo q ver con la inmundicia de los miles y miles de Dioses nacidos en la inagotable aberración humana. Está ahí, esa inteligencia maravillosa, indicando caminos a gritos, en un mundo dominado por una especie sorda, ciega y descomunalmente estúpida. No merecemos tanta magia. Abrazos.
ReplyDeleteEl perpetuo asombro... junto a la perpetua estupidez. Dichosos que todavía podemos ver algunos de estos seres. Ginebra... la tumba de Borges.
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