Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Entre las buenas casualidades que hay al visitar librerías de viejo, está la de encontrar libros inesperados. Me sucedió en Denver con el descubrimiento de Amazonia, obra de Piedad y Alfredo Costales, quienes han tenido una larga relación con los grupos indígenas amazónicos según leo.
Amazonia.
Ecuador-Perú-Bolivia destapa,
y no debe ser solo mía sino generalizada, la tremenda ignorancia acerca de
estos grupos humanos que pertenecen a nuestra nacionalidad y que parecen
irremediablemente condenados a desaparecer. Las sucesivas marchas por
territorio y dignidad de las últimas décadas han obligado a tender una mirada
hacia ellos. La Octava Marcha indígena, conocida como “la del TIPNIS”, trajo
conciencia acerca del drama histórico de los pueblos del llano y de la selva.
Su destino, y vale decirlo porque es cierto, ha de ser el destino en grande del
propio país. Quien no respeta su última frágil herencia está también sentenciado
no solo al fracaso sino a la desaparición.
Los autores
reconocen que se adentran en un territorio de escasos documentos, o de
informaciones desvanecidas en el tiempo. Intentan, sin embargo, a través de una
notable y extensa recopilación, averiguar qué grupos humanos y cómo vivían en
lo que actualmente son Ecuador, Perú y Bolivia. Realizan un inventario de los
grupos de selva y su proceso de supervivencia, extinción, asimilación y
aculturación de 1534 a 1873. Cabe aclarar que hablan de conjuntos emblemáticos
o representativos de los cientos más pequeños que formaban parte del contexto
general indígena. De un gran total de 137 acuerdan la supervivencia de 58 de
ellos, la extinción de 79, 38 en proceso de extinción y 10 asimilados o en
proceso. Sabemos que estos datos son otros y peores hoy. Aunque, como en el
caso de los Yuquis, etnia a la que dan por extinta, felizmente aún no se ha
cumplido.
En estimación “un
tanto aventurada” narran que para el tiempo de la conquista y la primera etapa
de colonización, allí vivían un millón de personas. Luego, en 1768, a tiempo de
la expulsión de los jesuitas, ese número se habría reducido a cerca de ciento
cincuenta mil. Los detalles de semejante masacre son varios, entre sobre
explotación, enfermedades traídas por los advenedizos, incursiones portuguesas,
holandesas, guerras internas y más. “De todo lo que se ha dicho, resaltan
dolorosamente, en este itinerario de reconocimiento e identificación étnicas,
dos aspectos fundamentales, los dos ligados y dependientes entre sí: el
despoblamiento demográfico y la extinción biológica”.
Triste y
apasionante recuerdo, y recuento, de algo que todavía, aunque muy mermado, es
parte de cada país. Lo referente a Bolivia no deja de sorprender, historias
hacia las que no hemos tenido mayor interés y menos apego, y que hoy, cuando se
proyecta otra “entrada” hacia los indios (entradas se llamaban las expediciones
de conquista), en pos de minerales e hidrocarburos, se renueva con toda su
tragedia. Cuentan que hacia 1534-1550, por ejemplo, los sirionós sumaban 5000
individuos. Censados en los años noventa no pasaban de cuatrocientos. Detallan,
además, que el drama de este grupo humano fue el de poseer salinas en su
territorio. Bastante motivo para que fuesen esclavizados y pronto obligados los
supervivientes a internarse en la selva.
“Al momento de la
conquista, si se considera el ciclo conformado por el espacio comprendido entre
los años 1539 a 1560 (21 años), por los innumerables datos históricos que se
han logrado revisar, se conoce que las selvas bolivianas (Alto y Bajo Beni,
Madre de Dios y los Llanos Orientales, principalmente el Chaco Boreal y
Central) contaban con un total de VEINTE Y CUATRO (24) familias
etno-lingüísticas diferenciadas, agregándose a ellas más de un millar de grupos
etno-lingüísticos y comunidades. Para esa época los más numerosos, estaban
constituidos por Mozos, Chiriguanos, Chiquitos y Guarayos, de los que
encontramos abundantes referencias en los documentos coloniales”.
20/6/13
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Publicado en
Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 21/06/2013
Fotografía:
Indios chiriguanos
Terrible. El primoroso visex Albaristo ya adelanto la profunda preocupación y lucrativos planes de su gobierno para todos los parques nacionales y sus habitantes..Mandan las petroleras y los verdes (de dolares, no de ecologismo). Farsa eterna con eso de la Madre Tierra y demás discursos pachamamescos.
ReplyDeleteY el miedo, siempre el miedo q nos congela..Deberíamos defender con justa violencia y sin contemplaciones aquello q nos permite la vida y a sus legítimos dueños, los verdaderos aborígenes. Multitudes, millones, de dedicados jardineros con verdadera vocación ecologista debieran estar en las calles: en danza temible, escalofriante de tonos metálicos..Necesario tañido y filo d hoz y guadañas. Q comiencen los silbidos de sus hojas en palacio de gobierno, porque a la maleza y a las hierbas dañinas, se las arranca de cuajo. Señoritos castratis qananchiris y falsos indígenas primero. Sin contemplaciones.
Muy noble y oportuno artículo, estimado Claudio. Abrazos.
Hoy, viendo lo de Brasil, pensaba en la indignación ¿Y para cuándo nosotros? ¿O esperamos que no quede ya país para manifestarnos? El afilar hoces y guadañas tiene que ser actividad permanente, para combatir a la maleza, como bien dices. No sobrevive quien se acurruca, solícito con los amos, y conformándose con las migajas que le tiren. Qué ausencia de liderazgo, la nuestra Achille; trágico. Abrazos.
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