Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Algún alucinado lo llamó estadista, pero Evo Morales, a imagen y semejanza de su amo, Chávez, cabe simplemente bajo la descripción de veleidoso, megalómano, coqueto. No sé por qué, aún, no se larga a cantar corridos en televisión. Poco le importa que su vanidad termine con algo que, lejos del concepto de patria -que no me interesa-, implicaba un hogar: Bolivia.
Eludo caer en el juego de la derecha, que es la única que se beneficia con este gobierno, porque gracias a él el futuro estará en sus manos, y alimentar los miedos lógicos de la población a perder todo. Pero la posibilidad de destrucción es concreta y real.
Si existiese un verdadero concepto de revolución entre esta gente, se podrían comprender muchas cosas, pero lo único que se expone en esta patraña política de hoy es el ansia de notoriedad y lucro. Poco muestran de revolución los "ponchos rojos", remanentes de una brutal concepción de vida, altisonante y retrógrada. Como el Talibán afgano sueñan con una sociedad regida por el terror, donde no existan educación ni arte; solo que a diferencia del Talibán carecen de una tenaz estructura religiosa que les permita renacer.
Estos sicarios de la falsía, que no representan al mundo andino, mantienen como única ideología el alcohol, y el alcohol se evapora. Ya el subcomandante Marcos, que aparte de poeta es perspicaz, dudaba en 2006 que en Bolivia existiese un poder popular. El problema es que Evo Morales digita y no mira, como desearía Marcos, hacia abajo para escuchar las voces del pueblo. Hace unos días el guerrillero afirmó que en Bolivia no ha cambiado nada, que el pobre pobre sigue. Marcos y el EZLN no asistieron a la toma de posesión de Morales, al alumbramiento del nuevo inca, con mesiánicas nubes que se abrían y rayos de luz cayendo sobre la cabeza del líder, mientras su grey, blancos e indígenas, observaba desde la sombra el fenómeno. Quién sabe, quizá no nos dimos todavía cuenta que Morales es Cristo redivivo, Cristo con sofisticada modista...
Grita Morales en la plaza Murillo: "Muerte a los yanquis". Los yanquis que odia, muchos los odian con razón, están ahí, a la vuelta de la esquina. Que no grite tanto y lo haga, si es sincero en su alharaca. Pura demagogia; pronto, el quisquilloso Linera irá a rogar a Washington que Estados Unidos mantenga las preferencias arancelarias. Allí, cuando lo reciben segundones del gobierno Bush -como siempre-, agacha la cabeza y es solícito mendicante.
"Martirio", porque me puse a recordar la cueca: "he vivido tolerando martirio..." ¿Hasta cuándo?
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Publicado en Opinión (Cochabamba), 12/2007
Imagen: Víctor Huerta Batista/La niña, 2007
Justamente al leer este texto tuyo, estimado Claudio, me hizo recuerdo a un artículo que leí hace unos días sobre el ex ministro chavista Jorge Giordani y cuyas declaraciones guardan un asombroso parecido sobre el concepto de revolución que tienen los nuevos socialistas. Es copia textual del comentario que hace un internauta.
ReplyDelete“Una vez más,viene a mi memoria aquella entrevista realizada por Carla Angola al general Guacaipuro Lameda en el 2012, donde éste recuerda lo que le respondió Giordani tras tu preocupación con respecto a la economía del país:
“Allí Giordani me interrumpió y me dijo: “Mire, General, usted todavía no ha comprendido la revolución. Se lo explico: Esta revolución se propone hacer un cambio cultural en el país, cambiarle a la gente la forma de pensar y de vivir, y esos cambios sólo se pueden hacer desde el poder. Así que lo primero es mantenerse en el poder para hacer el cambio. El piso político nos lo da la gente pobre: ellos son los que votan por nosotros, por eso el discurso de la defensa de los pobres. Así que, LOS POBRES TENDRÁN QUE SEGUIR SIENDO POBRES, LOS NECESITAMOS ASÍ, hasta que logremos hacer la transformación cultural. Luego podremos hablar de economía de generación y de distribución de riqueza. Entretanto, hay que mantenerlos pobres y con esperanza”.
Magnífico aporte, José. Se desenmascara solo, y a toda su laya latinoamericana por extensión. Mientras suceda (la "revolución") habrá generaciones de monarcas y de dinastías que mantendrán viva la llama de la esperanza en la recua en la que han transformado a los pobres. Mejores que cualquier derecha... Abrazos.
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