Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Without Sanctuary es un libro publicado el 2003. Sus páginas son fotografías de linchamientos. Testimonio gráfico de una época trágica en los Estados Unidos, hasta no hace mucho, donde la interpretación de la justicia estaba viciada de racismo, discriminación, incomprensión, obcecamiento.
No es que estos males hayan desaparecido de la sociedad norteamericana; es posible que estén escondidos bajo sutiles características que, al menos, nos privan de la brutalidad de antaño. De alguna manera, y gracias al sacrificio de hombres como Martin Luther King, ha habido sustanciales mejoras. El congresista negro John Lewis se pregunta en el prefacio qué lleva a un hombre a realizar actos de crueldad semejantes. Creo que hay muchas respuestas, e ignorancia es quizá la mayor de ellas.
La lucha por los derechos civiles no fue en vano. Se educó a un público reacio a aceptar una sociedad multifacética, a reconocer la vergüenza que significó el esclavismo. Sin embargo no se ha olvidado todo y, siendo un país de inmigración dinámica, los Estados Unidos continúan recibiendo gente de afuera que no pasó por el proceso de la brega por los derechos civiles. Eso implica la reaparición del racismo, la intolerancia. No es extraño escuchar a recién venidos judíos rusos decir que los "negros" tienen la culpa, que son lo peor, o a inmigrantes orientales despreciar el esfuerzo de la comunidad mexicana, o a esta misma crear epítetos denigrantes para la gente afroamericana y viceversa, sin contar la herencia "blanca" de desprecio que aún persiste.
John Lewis termina añadiendo que "Hay que prevenir para que algo así no suceda de nuevo". Palabras extrañas para un país como Bolivia, donde linchar se está constituyendo en una institución, en fiesta donde participan, en grupo y cobardemente, los representantes del "pueblo".
Nada más despreciable, abyecto, que la masa enceguecida de sangre, ávida de arrojar sus temores y frustraciones sobre el cuerpo de quien no puede defenderse. La culpabilidad de un crimen no es motivo para desdeñar el proceso legal, así mediadamente justo, donde las partes pueden alegar. Cierto que la justicia boliviana deja mucho que desear, pero no se justifica la ley por mano propia y en montón.
La lírica sobre justicia popular, comunitaria, ancestral, o cualquier patraña que los corruptos quieran inventar para satisfacer su ego y a su cohorte inmunda, solo va a llevar a caos tal donde la suerte puede volcarse sin lógica alguna, y que donde allí se quiso "castigar" a ladrones, violadores, homosexuales, negros, anarquistas, indios o lo que fuere, caigan todos, incluso sus voceros más chillones.
26/08/07
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Publicado en Opinión (Cochabamba), 08/2007
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