Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Ya no hay
zozobra, en el caso de Roberto, de si va o no a ganar un premio. La pregunta es
cuál y cuándo. Recuerdo a un insigne borrico cochabambino hablando
despectivamente de los “premiados”. La angustia de estos personajes es que
cuando se pone sus nombres en google, aparece a lo sumo uno de esos asnos
salvajes del desierto israelita y nada más. Supongo que basta para agriar la
ínfima materia gris de sus abultadas cabezas. Pero, bueno, eso, para que no
salga nadie a cuestionar ni a criticar el Premio Rey de España a un notable
periodista boliviano.
Navia resume
cuatro aspectos que devienen en una buena crónica: talento, olfato, honradez y
valor. Su talento se muestra en el estilo con que presenta sus trabajos, rico
pero no retórico; su olfato en que siempre está presente en el tema que ha de
interesar, que ha de convertir cualquier historia trivial (dramática o no, como la trivialidad de la muerte violenta en Bolivia) en asunto colectivo (he ahí el cronista); la honradez porque no parte
del hito de la fama, o de lo que podría traérsela; y el valor, no de soldado
porque no carga “escuadra” (armas), que lo lanza en medio de la debacle a
rebuscar el reportaje, sea en Ciudad Juárez o en el trópico chapareño -ambos
lugares de probada ignominia- con casi instinto suicida.
Si le resultará
este hombre incómodo al poder está por verse. Seguro que sí, porque a nadie le
gusta ver su miseria expuesta. Felizmente los premios internacionales, ya
varios y muy bien ganados, lo vacunan contra las acechanzas. Otra duda es si
periodista de semejante calibre podrá quedarse dentro de un entorno mezquino
como el nuestro, o si su destino brillante pasará a enriquecer otro acervo sin
olvidar sus raíces. Es que refiriéndonos al nuevo premio Rey de España, debemos
preguntarnos: ¿cómo hemos de conservarlo entre nosotros?
Mientras tanto
que pululen los aplausos porque Tribus de
la inquisición, la crónica ganadora de Roberto Navia, es una magnífica y
brutal obra de arte.
09/02/15
No comments:
Post a Comment