Scioli, candidato de la fatídica Cristina Fernández de
Kirchner, miente. Habla de una Argentina que no existe. Dice que pronto lo
visitarán Lula y Morales; será la convención mundial de ladrones, supongo.
He estado atareado con el regreso a Denver. Con todos los
males que pudiera haber, estoy en otro mundo. He eludido la basura beligerante
de Cochabamba, el remedo de progreso en un yermo donde todos y cada uno de los representantes
del gobierno se enriquecen, violan, matan, siembran coca, destruyen. ¿El indio
amante de la naturaleza? Mentira. Recuerdo siempre a mi padre diciendo que
nadie odiaba al árbol como ellos, y que si árboles había en el valle que
deslumbró a DOrbigny se debía a los patrones. Triste verdad. Desde entonces se
ha talado y quemado hasta convertir lo feraz en desierto. Y es solo el
comienzo, ya que la parodia plurinacional campesino originaria tiene como
agenda tabla rasa.
El líder de este movimiento que tuvo ribetes interesantes
y resultó fraude peor que lo anterior es Morales, el omnipotente, omnipresente,
el culeador de quien quiera, cuando y donde quiera. Los acólitos llegan al
servilismo extremo de compartir sus mujeres al mejor estilo del trujillismo
dominicano. El aymara tipo coreano vive un sueño que duda va a perecer. Sin
embargo le falta mucho para alcanzar aquella tragedia asiática que lo ilusiona
sin permitirle dormir. Mientras tanto despacha aviones, golpea camareros, da
rodillazos a rivales en su jueguito de pelota, se hace amarrar los zapatos. El
amor, dicen estos delincuentes (caso Maduro), es el que guía al pueblo a dar
esas muestras esclavistas; el amor, no otra cosa.
Da pena que la oposición tenga que hacerse desde el
exabrupto, pero sucede que no hay ideología en el masismo, ni siquiera en el
tonto elegante que siempre anda detrás. No ha lugar conversación económica,
histórica…, no, porque lidiamos con un grupo humano de grandes carencias y solo
mucha habilidad para el crimen y la ganancia ilícita. ¿Qué se puede discutir
con un ladrón sino sus prácticas? No estamos en Roma ni en Atenas. En Bolivia
no existen oradores ni guerreros, que lo diga España que los tuvo corriendo de
a miles en un vergonzante ejemplo del valor nuestro.
No se malinterprete y crea que embozo un ataque racista.
Para mí, Bolivia es un conjunto homogéneo, en clases y razas, con idiosincrasia
basada en cobardías y desdén por lo hidalgo, bien entendido. Y Morales resulta
el perfecto cabecilla de esta muchedumbre sosa y esquiva. El mito hecho hombre,
ecce homo andino, que durará lo que dure el auge económico incluido el
narcotráfico, pero que habrá ejemplificado mejor que nadie el ser boliviano y
su sarta de patrañas. Pueblo que se miente a sí mismo no es pueblo.
Iba a buscar un tema que ilustrara de manera científica
lo feble del entarimado actual. Solo me salen insultos. ¿Cómo lograr lo
contrario? Imposible. Necesitaría respeto y no lo tengo. Pero se juega con la
fábula. Gente de supuesta inteligencia participa del circo. Está lo de Chile,
La Haya, el Papa que sonríe demasiado. Puras circunstancias sin trasfondo.
Ideal para que el jumento mayor rebuzne y muestre excitado su rugoso sexo. A
invadir Brasil, a conquistar la luna, de la mano de una fétida planta que mastican
y que se pone negra con el bicarbonato y les hace creer que al fin se
encontraron, en la baba.
Pues bien, es otro día, lunes, y el cielo se encapotó.
Ojalá llueva. La lluvia sí es real y su frescura ansiada. Pienso en los días
pasados al sur y me alegro de jamás haber creído pizca del discurso. Morales se
hace amarrar los zapatos. Rey por hoy, convicto mañana.
Los dados se arrojan y se vuelven a arrojar.
31/08/15
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 01/09/2015
Imagen: Mafalda/QUINO
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