Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Houston llevaba diez años de trabajo como estibador. Arrastraba las piernas. Levantar cajas tiene su precio; la espalda tarde o temprano se vence.
Estaba arruinado. Los patrones, por conmiseración, le permitían trabajar cuatro horas diarias. No le alcanzaba el dinero. Contaba nueve hijos y cincuenta años.
Dos veces por semana iba al médico, a recibir masajes eléctricos en los músculos, para "reconstruirlos". Sé de ese dolor constante en la columna, en varios puntos, como si los huesos estuvieran rotos.
Amigo Houston, no hay ya ron para tomar los dos, detrás de los galpones, huyendo un segundo del trabajo, en el frío amanecer.
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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 24/12/1991
Un golpe narrativo al mentón. Hermoso, encorajador y triste.
ReplyDeleteUn fuerte abrazo, querido amigo.
Abrazos, maestro. Gracias.
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