Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Emily se fue a dormir.
Tan pronto es grande, y solo ayer se acostaba, en Arlington, en la mitad de mi
brazo.
Era mi segundo
trabajo en los Estados Unidos. Mi hora de salida, las seis, casi anocheciendo,
o noche en invierno.
Enero y febrero.
Norteamérica está en guerra. La gente, en éxtasis patriótico, cuelga cintas
amarillas. Las cintas significan que se apoya a los soldados.
Hay una iglesia
en Arlington, en la calle Key. Cada noche que paso, de regreso a casa, arranco
un gran moño amarillo de su puerta. No me gusta que en la iglesia se ore por la
muerte; y día a día lo renuevan. Y es nuestra guerra privada, la de un fraile
con lentes contra mí.
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Publicado en
OPINIÓN (Cochabamba), 04/09/1991
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