Ninguno. Álvaro
García Linera, muchacho amaestrado y tonto, berrea: Evo es como Cristo. Dudo
que haya leído a Kazantzakis o mirado Scorsese. Es más bien lector de
panfletos, lomos, citas, reseñas breves, todo lo minúsculo que sumado puede
hacer montón. Se alimenta de mentira y excrementa lo mismo; es solo lógico.
El público de
estupefacto pasa a gritón. Las beatas, si queda algo de aquellos especímenes
chatos y oscuros de rosario y velo, chillan aun más agudas que él: hereje,
prevaricador, marica, bicicletero, chofer; mezclan política, religión, prejuicio.
Boludo, pelotudo, cojudo, además de convertirlo, a pesar del insulto, en un
metro sexual de tremendas bolas, infladas como globos, inflamadas como
toronjas. Qué decir, qué hacer, anotar con ímpetu de amanuense para el glosario
de los libros por escribir, menos realistas en su existencia que el nazareno y
tan pesados como él.
Mejor te quedabas
en el desierto, Jesús, y te vendías al diablo. Se hubiera evitado tanto: un
poco de bien, demasiado de mal. Fuiste privilegiado, no a todos se aparece
Mefisto, que bien nos vendrían gangas y culos de los que ofrece el ekeko
germánico. Ni hablar del resto.
¿Cristo redivivo,
resucitado? Si parece que es mentira eso de la cripta donde se ve el piso donde
nació. Además pasó tanto el tiempo (vuela dice Cerezal, cachondo poeta
español). En términos prácticos, para la fe y los creyentes, que el llamero de
Orinoca se vistiera de mesías no estaría mal, pero hay un hecho fundamental que
lo impide: se supone que el de Galilea no era adicto a menores de edad y menos
a los denarios que compraron hasta su suerte. Tampoco volaba, no en avión del
Manchester United. Era, por decirlo poco, modesto el hombre. Modestos por ello
los clavos que lo pusieron a secar como charque milenario en una colina de por
allí, rodeado de rateros. Si fuese el de acá, el mandamás incásico-aymara
(tremenda contradicción), no se podría definir, entre los tres crucificados,
quién era el santo y quiénes los felones. Será que hay penumbra y no se puede
ver halos con claridad.
Conciso tiene que
presentarse el texto porque el asunto mesiánico se define en tres por cuatro.
No veo, sin embargo, razón para la mortificación de los fieles. Hay infieles,
como yo, que sin necesidad de estar del lado romano y fariseo, que por un justo
jornal sacaríamos brillo a clavos, puliríamos maderos, y clavaríamos a
cualquier Cristo en el tablón. Cuesta igual, o menos, que poner avisos de la
llegada del circo (cuando llegaban hace mucho a Cochabamba precedidos de los
gitanos).
Hay que decir que
en términos propagandísticos no le vendría mal a Evo una crucificción, le
subiría el alicaído rating actual. No le ha ido bien en eso de ofertarse como
montón de locotos para la reelección eternal. Pocos ya le creen, tanto que
vocifera por horas y adoctrina con el pequeño índice sin duda reflejo de
pequeñeces mejor escondidas. Entre masculinos, machos, hombres, varones,
sabemos que pies y manos según la sentencia popular muestran el estado anímico
del cuerpo interior, el que está debajo del vestido, el desvestido. Por rey que
sea, sentencia es sentencia y su gula por el poder muestra con exactitud el
calibre de sus peores armas.
Saltamos de la
beatitud del alma al jolgorio del cuerpo. No son incompatibles, ni siquiera en
el que pereció en el Gólgota. Hice un desliz adrede para punzar por donde duele
a los tiranos: su virilidad.
García, eunuco
adiestrado y bailarín, está fuera de contexto aquí y por eso lo dejamos
contando dinero. Retornamos al título y al tema inicial, brutal para algunos,
de si Evo Morales es o no es el vuelto a nacer para la paz de las naciones. De
comprobarse que sí, pues a ajustar las teclas digitales y marcar a los
infinitos pilatos que pululan por ahí, a los caifases y barrabases, a
carpinteros y herreros, decoradores de exteriores y plañideras, que viene
fiesta.
La de la
crucificción, por supuesto, que todo anverso tiene su reverso y es justo que
Moralitos (no el de la música colombiana) tenga las de perder igual que tuvo
las de ganar. De una u otra forma se llega al paraíso, y mejor hacerlo en
gloria, con Gabriela Montaño, coyote selvático, aullando bajo la luna en el
inicio de la nueva era.
19/01/18
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Publicado en INMEDIACIONES,
20/01/2018
Imagen: Otto Dix/Los Siete Pecados Capitales, 1933
Imagen: Otto Dix/Los Siete Pecados Capitales, 1933
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