PAZ MARTÍNEZ
Llamaron dos
veces al telefonillo, ni tiempo para reaccionar y, cuando quise abrir, no había
quien respondiera. Volví a mis cosas, que las mañanas son de trajín y dejarlo
todo organizado para la vuelta, a las 9. He puesto música, pero el perro no
deja de ladrar. Me acuerdo a diario de la familia
amigos y vecinos de Marta y sus ideas ¿dónde estaba escrito que necesitaba un
perro? Suena de nuevo la puerta, la de arriba esta vez, y lo mismo, dos veces
sin tiempo a reaccionar. Cuando abro, el tipo espera el ascensor. Se ve que
hoy, hay movimiento en el edificio. Acaba de llegar y ya se ha quedado sin él.
Se acerca preguntando
-"¿Paz
Martínez?"
-"Sí".
-"El
cartero", dice.
-"Ya, ya me
he dado cuenta. Siempre llamas dos veces".
El perro sigue
ladrando, teme a los extraños, pero ahora desde debajo de la cama, al otro
extremo de la casa. Yo lo dejo, no le hago ni caso y, cuando me aturde
demasiado, cierro la puerta y se calla. "Un monstruo vino a verme",
le digo y él, contento de haberlo vencido, digo yo, mueve el rabo y alza las
patas para husmear el paquete.
Se ve que el
contenido es tímido, "¡corre, Forrest, corre!", pero ni con esas, así
que lo abro y empujo despacito ante la creciente ansiedad del chucho.
"Muerta ciudad viva. Claudio Ferrufino-Coqueugniot" dice. Ahora entiendo la
lentitud.
Aquí estamos los
tres, desayunando, a ver si se anima la cosa.
P.D. Venía
envueltito en plástico de burbujas, dios las tenga en su gloria.
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