Da la casualidad
que antes de salir veo que entrevistan a Edén Pastora en la televisión. Me
siento un rato, sorbo el café negro y amargo. El Comandante Cero, que no poco
perturbó nuestra juventud, defiende tercamente a su examigo, exenemigo, Daniel
Ortega. Habla que no se puede reaccionar con violencia para protestar (¿?).
Decimos, entonces, que la historia se escribió en vano. Que ese 19 de julio que
festejamos hace tanto fue un bluff del tiempo, que debimos haber seguido el
camino y la marcha natural de la vida, que los déspotas siguiesen con su
voluntad por cuanto quisieran. Fue, entonces, erróneo destripar a Tachito en
Asunción, ya que hoy los Ortega, marido y mujer y seguramente hija de ella
abusada sexualmente por él, los reemplazan y reeditan de tal forma que hubiese
gustado a sus predecesores. Si la izquierda ha enseñado en estos años algo a la
derecha es a robar impunemente, a encubrir, mentir, atacar la realidad,
nutrirla de falsedades, dorarla, ensombrecerla, según se necesite. La derecha
quedó en paños menores ante estos ladrones vitalicios. Que lloran miseria
además, que viven –afirman- de sus magros salarios.
Uno, notable por
su angurria, en Bolivia, hasta da manzanas a los pobres quitándoles antes un
cacho. No se puede dar todo, es verdad, porque la vida paga mal y lo que fue
negro se hace blanco y, sobre todo, lo albo se hace oscuro en América Latina.
Ya lo decía mi
padre: no hay peor sujeto que el izquierdista; y ninguno peor que el
izquierdista boliviano. Padre nuestro que no estás en los cielos pero que
continúas en mí, cuánta razón tenías. Casi que como los hubieras parido, los
desnudabas sin recelo y con furia. Siendo que de la derecha no fuiste y nunca
lo serás porque no pertenecemos a nadie más que a nosotros mismos.
Ya hubo una
repartija, se la conoció en su coyuntura como “la piñata sandinista”. Lo peor,
creo, es que los perros hicieron quedar mal a los muertos, les quitaron la
gloria de pensar que morían por algo. Si solo era por dinero. Las tumbas se
tiñen de púrpura, que viene a ser el color de la lágrima engañada. La piñata no
llegó hasta el fondo cavernoso de las tumbas escondidas, hasta el mar donde
tiburones y peces devoraron la juventud argentina, para que una puta de mierda,
así dicho sin tapujos, la cristinita kirchner (en minúscula) cantara tangos de
queja y pesadumbre. Se llenó de oro hasta en el orto. A costa de aquellos
muertos.
La piñata es para
los ricos. Los adláteres también reciben migajas. Un filme no muy bueno, con un
gran actor mexicano, El último comandante, da cuenta del patetismo que fue la
revolución (nica en este caso preciso), de la épica convertida en escombro, de
la idea en basurero. Al menos Ernesto Cardenal no cantó en vano porque lo
escribió. Y ahí lo tienen, peor acosado que con Wojtila, el papa polaco.
Los pusieron de
rodillas y les crearon idolillos. El Comandante Cero sugiere que los 29 muertos
de las protestas de hace poco en Nicaragua no son tanto así, y duda de la
veracidad de las identidades. Como dudan en Bolivia del video del
vicepresidente y la manzana. Rebuznan que la derecha amorfa lo editó, que está
cortado, no completo, cuando el hecho mínimo del caso ya desvirtúa al jumento
de marras de entrada, y su ideología de igual modo. Otra vez, a la mejor manera
de Trump: Fake News! Donald podría ser un buen comunista, el mejor.
La nueva clase,
en otro video, va en andas sobre un trono arrojando dólares. ¿Esa es la
reivindicación de los pueblos indios? ¿Convertirse en amos? De revolución no
tiene nada. De tragedia mucho. Lo sabe el sietemesino de Daniel Ortega, nuevo
Somoza. Habrá que cargar otra vez los bazookas y disparar. No queda otra. Al
menos la sangre se escurre, apenas deja mancha.
Qua suban a los
Lexus y a los Mercedes. Que destapen el whisky azul. Siempre habrá una mira por
algún lado, que afina y que apunta.
30/04/18
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Publicado en EL
DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 01/05/2018
Fotografía: El
Confidencial
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