Claudio Ferrufino-Coqueugniot
El 20 de abril de
1967, en Muyupampa, el ejército boliviano tendió una emboscada en la que
cayeron detenidos el pintor argentino Ciro Bustos y el intelectual francés
Régis Debray. El Che, en su diario, había escrito poco antes: "El francés
declaró con demasiada vehemencia lo útil que podría ser afuera". Guevara
desconfió, sin equivocarse, que aquel brillante joven, tan ajeno a la realidad
latinoamericana a pesar de su retórica, no quería fajarse en el monte. Bustos,
por el contrario, ya lo había hecho.
Sobreviviente de
la desastrosa guerrilla salteña donde había perecido Masetti, cumplía un papel
de enlace importantísimo en el proyecto guevarista de la revolución argentina.
Por ello aceptó, en silencio, por treinta años, el oprobio de ser el supuesto
traidor que entregó al Che.
Defendieron a
Debray y pidieron por él importantes que iban desde Sartre hasta De Gaulle.
Este último, opuesto con la línea marxista del escritor, consideraba un deber
patriótico sacarlo de las garras de los matarifes bolivianos y los apátridas
asesores de la Central de Inteligencia norteamericana. Cabe anotar, hoy, que
Debray, ya curtido en las lides de fama y gobierno, ha tornado admirador del ya
fallecido líder galo –aparte de ser defensor de la disuasión nuclear francesa,
y demás asuntos nacionalistas y de derecha que lo alejan de la
"vergüenza" de sus años cubanos. Nadie pidió por Bustos. En este
mundo parcial hay también intelectuales y guerrilleros tercermundistas; un
pintor argentino no vale la décima que un neofilósofo francés. Así de simple.
Si bien Ciro
Bustos eligió el silencio para proteger sus contactos o una abstracta
revolución, el tiempo se ha encargado de destapar la historia y de presentar a
un Debray diferente que entra en acuerdos con el ejército de Barrientos. Los
jóvenes directores Erik Gandini y Tarik Saleh realizaron el año 2000, en
Suecia, un documental titulado "Sacrificio" que reivindica la vida de
Bustos y sugiere que quien vendió al Che fue Debray y no él. Se presenta una
carta del francés a su abogado recriminándole haber hecho público su trato con
los militares, además de entrevistas al agente Félix Rodríguez y al igualmente
cómplice en el asesinato de Guevara, Gary Prado que confirman lo dicho. Luego,
los amigos de Debray que enlodaron a Bustos no supieron aclarar para el mismo
filme el origen de sus versiones.
Resulta, a la
larga, que aquel pensionado argentino que pasea su soledad por las calles de
Malmö vale más que toda la cháchara mentirosa del nuevo Delfín.
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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 08/12/2003
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