Claudio Ferrufino-Coqueugniot
“Santiago Mataindios”,
está en el Cusco, de traje y chambergo rojos. En Huamán Poma, a caballo sobre
el cuerpo muerto de un indio. Y sin embargo lo festejamos en Paucarpata y en
todo lado. En Bombori. Dicen que imita a Illapa, que lo esconde. El rayo es la
luz de la espada que corta. Lo festejamos, con zampoña y bombo de la tierra, y
chicha kulli que es como sangre espesa casi guinda.
El bombo, el
bombo. Bum, bum, recordando de dónde venimos. Los muchachos bailan en círculos,
y gritan cánticos colectivos en desafío. El apóstol, con traje confeccionado
por el irredento artista y sociólogo QK Cossío, revela un entramado perfecto.
Le hice hasta el molde para los zapatos, dice. Miniatura deliciosa, tanta
belleza para un emblema de muerte. Hago como que rezo -y quisiera rezar- mientras
un acólito asegura que si no le cumplo, Santiago ha de ser terrible. Que venga,
pues, si ha de venir, de verde ahora que no de rojo y matando el indio que queda en mí, aquel del que no puedo -ni quiero-
deshacerme.
No falta quien,
borracho, alega en contra mía, que porque escribí, que porque me divorcié, por
el pasaporte y los zapatos. Advierto al truhán que, mostrándole el puño, su
cabeza puede rodar entre los bailarines. Puño de estibador, le repito, treinta
años de levantar, cargar, arrojar. Su triste y esmirriada humanidad se
quebraría con más premura que un mango filipino, de esos chiquitos y amarillos.
Ahí queda.
Los ojos se
mueven ávidos entre caderas jóvenes. Me quejo a Elena y le susurro qué vida
puta, esta, que nos envejeció. Las caderas pasan y son intocables.
Inalcanzables, reales pero ficticias. La mente onanista trabaja pero el alcohol
la abruma: cocteles de fruta, cerveza, whisky, chicha, singani. Que vengan.
Chaly y Gustavo,
los hermanos Crespo, pasantes. El cariño de siempre, preciosos pasteles de Ivo
Ríos. La rojinegra de la FAI colgada al lado de un retrato de Jorge Zabala.
Paucarpata. Mítica. Polo de Ondegardo, si no recuerdo mal. La señora Giorgis
que dictaba antropología aunque me interesara ella y no las etnias. Mirarla, no
se interprete mal. Mirarla con su chaleco colorido a rayas.
Por sobre mi
mente cabalga el ídolo, apóstol fatídico de América y, de pronto, idilio de los
indios y aindiados en una jugada sin lógica. O la lógica está en que Santiago
ya no pertenece a los españoles, que Santiago y cierra España ha muerto, lo han
finalmente atrapado y cocido a fuego lento. Este que viste igual no viene a ser
el mismo. Mataría españoles ahora porque lo hicieron chaquetear. Jallalla.
05/08/18
_____
Imagen: Santiago, vestido por QK, Paucarpata, julio del 18
No comments:
Post a Comment