Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
El suicidio
como una de las bellas artes. Leonard Cohen canta. Son voces de muertos, coros fallecidos,
tiempo estático, pereza de los relojes, el destino, la estigia, el barquero,
Lee van Cleef, Laura Antonelli, Viktoriia, Natalia Aleksandrova, las dos
Ekaterinas, la de Kharkiv y la de Vladivostok, enojada la una, matrimoniada
con la vida la otra, siempre con la
mirada en la estación de Odessa, siempre con la imagen del viejo hombre del
sur, de bigote blanco y voz profunda.
La vida es
dinámica, trae más de lo que podemos aguantar. Cada día hace estragos con su
confabulación numérica. El capital corre apurado, vuela, es Hermes del Olimpo
en Wall Street. Pasan corriendo vagonetas azules de Amazon; el mundo va
moldeándose de acuerdo al billete. Se venden libros de bibliotecas de autores
olvidados, se envuelven rosas con sus páginas. Roja es la sangre y la rosa
roja, sangre es la rosa y la espina.
Un primo
destroza desde San Diego las líneas de Pasternak. Poeta triste no puedes con la
realidad. Recorta el primo de las nubes una opinión como verso que dice que
otra mujer te puede dar todo de nuevo: el amor, las tetas y el culo. El culo
amor, diremos, característica moderna del martirio del Edén, de la traición de
Eva y la impericia de Adán. A este le pusieron huevos para decirle libremente:
pelotudo. Eva no, cojuda no es ni las tiene. Ella teje los desdenes y los
fines, no es la pobre Penélope que espera al héroe; es Penélope dueña de
momentos y vida. Ulises es su instrumento, casi como las agujas de tejer.
Y hubo
Troya y el desangre, la matanza, mientras Helena, dulce y blonda Helena,
contempla desde las murallas y le da lo mismo si hoy duerme aquí o al otro
lado. Los héroes corren descalzos, alocados, estúpidos. Teucro tira flechas y
el Telamonio destroza vísceras. Adentro de Ilión, Eneas. Y Príamo que ya
perdida su hombría parece sabio.
Leonard
Cohen, Leonard Cohen. Mirella, Ronald, Fernando, Julio. Los tiempos se
interponen, los momentos se transforman. Tómbola de mujeres desnudas. Julito,
otro, nica, que sin querer muestra las uñas de los pies pintadas. Roja la
sangre, la rosa y las uñas de Julito. La mente como banco financiero acumula
los grandes instantes y las minucias. Wayne, el negro joven que el crack
derrumbará en menos de dos meses, hace un agujero en la manzana verde, lo
empapela de estaño, abre otro en la parte superior para dar con una pipa
redondeada y fresca. Estaño para el hoyo dos, también. Los coreanos venden
mollejas de pollo preparadas con asombroso gusto. Se pudren lechugas y
frutillas. Los gusanos reptan de las cajas de tomates. Roja la sangre, la oreja
colgando, los ojos y los recuerdos de las cuchilleras de El Salvador.
La manzana
es una pipa de 1989, de 1990, 1991 cuando nace mi hija mayor. En el orificio
caen piedras de crack. Se evaporan en humo, los pulmones se llenan se ofusca el
cerebro no te veo que nublada tengo la vista te has ido ya no vuelves son
treinta años veintidós contigo el crack se desmenuza le añadimos haschish
conversamos en inglés negro con resabios de Liberia y mucho culo mucha verga y
mucho fuck. Fuck me to the end of love, en una bifurcación de las letras de
Cohen que tampoco ya está.
Cómo te
conservo si en catarata se viene un mundo nuevo. Los pezones de Victoria son
oscuros, de pequeña sombra y gruesa punta; los de Natalia marrones con rosado.
No hay tiempo para frenar la andanada, esto es una guerra, le metralleta verbal
de Céline. Caen todos muertos y yo sobrevivo, salto sobre las ruinas, me
refugio en Madrid entre Miguel y Dominique, los dióscuros de mi entretenimiento
en mi nave que también se llama Argos y busca el vellón de oro en los ríos de
Georgia.
Si continúo
así del pasado quedará poco. O nada. La rosa es roja, la uña, la sangre. Y si
yo no te recuerdo, mueres. Dijo el poeta Andrés Ady que él la inventaba, que
ella vivía del movimiento de su pluma. Ni tanto. Pero sé que vas a perecer si
dejo que caminen por los pasillos las ucranianas desnudas. Entonces qué hago
porque no deseo olvidarte. Abro al azar la Biblia y apunta el dedo. Traduzco
del viejo hebreo algo que diría más o menos lo siguiente: que si la quieres
eterna, debes terminarlo hoy. Terminar el movimiento, la luz, el sonido, las
distracciones mundanas. Miro hacia la penumbra de la calle Peoria y me
estremezco. El barquero está allá, al lado del pavimento, con su remo en
descanso. Mira, no dice nada, pero en el brillo de sus ojos entiendo que es sin
palabras el asunto. Que si uno ha de vivir el otro no. La roja es sangre, la
rosa, uña. Y la muerte es tu hermana hacendosa que toma mi mano y la arrea
hacia el fin del olvido y la eternidad de tu recuerdo.
23/12/18
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Imagen: Hans Bellmer
Me pierdo en esta hermosa oda a la vida a través de la muerte que palpita, y que va segando guerreros de uno y otro bando según capricho de los dioses. O como diría Homero, la negra noche cubrió sus ojos. Y con el gran Leonard susurrandonos con su voz de caverna, la sensación es impagable.
ReplyDeleteMis mejores deseos para esta navidad y el año que viene traiga buenos augurios. Un abrazo a la distancia, querido Claudio.
Gracias, querido José. Siempre atento a tus observaciones que son fuente de vida y conocimiento. Abrazos y lo mejor.
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