Wednesday, July 31, 2019

Libros que recomiendan libros


ÁLVARO VÁSQUEZ

Libros que disfruté mucho en alguna etapa de mi vida, ahora me son indiferentes. Personas que por años fueron parte importante de mis días, dejaron de ser parte de ellos. Son ahora menos importantes que los recuerdos que aún despiertan. No reniego de los primeros ni aborrezco a las segundas; simplemente cambié, viví, y aunque sigo siendo el mismo, soy diferente.

En algún momento, buscaba leer los best sellers del momento, creyendo que altas ventas eran sinónimo de buena calidad literaria. Hoy mi opinión es (casi) la opuesta, y sí, me doy cuenta de que es un prejuicio mío.

Si las preferencias literarias promedio no reflejan las propias, ¿en qué criterio puede confiarse para elegir lecturas? La respuesta a esta interrogante también cambia con el tiempo. En mi caso, fui conociendo a personas cuyo criterio aprendí a respetar (al menos por un tiempo), quizás algunos sellos editoriales ganaron mi confianza, o llegué a creer en la valía de algunos premios literarios. Todas estas opciones parecen ser razonables, y de hecho guían –en mayor o menor grado– la elección de los libros cuyas páginas abriremos al terminar el que tenemos entre manos.

Ahora quiero referirme, sin embargo, a otra fuente de recomendaciones literarias: los propios libros. Sí, los libros pueden recomendar libros, y no me refiero a que cuando leemos a un autor determinado, esa lectura nos impulse a buscar nuevas obras del mismo.

Hay algunos textos (literarios, no ensayos) que en su contenido mencionan otros textos (cuentos, novelas). Si su lectura resulta atractiva, si nos atrapa, entonces esas referencias son convincentes, hasta tentadoras. Pensando en esos casos es que concluí que los libros pueden recomendar libros.

E intentando recordar algunos casos en que ese tipo de referencias me llevó hacia otras lecturas, me vienen a la mente los siguientes libros y autores:

Tomás Eloy Martínez, que de la mano de Santa Evita me invitó a releer La muerte y la brújula, de Borges, me lanzó a la búsqueda (hasta hoy infructuosa) de El examen de Cortázar, y de los cuentos Ella, de Onetti y El simulacro, también de Borges.
El último premio nacional de novela, Días detenidos, de Guillermo Ruiz Plaza, a través de una referencia algo abstracta me llevó al cuento ¿Cuándo murió Janos Kovacs?, de Lajos Zilahy, que busca definir cuándo desaparece un ser humano, sabiendo que no es al momento de su muerte.

Dos grandes obras, Breve historia del circo y Los cuadernos del Hafa, de la pluma de Pablo Cerezal me impulsan, –casi exigen– a releer a Henry Miller, y a empezar a buscar entre los textos de William Burroughs, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, en fin, la generación beat. Hablando de dioses, demonios, djins y pecados, Pablo nos lleva a pasajes de la Biblia y del Corán. Le debo también a él el haber llegado a Emilio Losada, músico (compuso una balada para Claudio Ferrufino-Coqueugniot) y escritor, de cuya inspiración surgió Aviones de fuego, novela cuya lectura se aprecia y disfruta.

Pablo Cerezal es coautor, junto a Claudio Ferrufino-Coqueugniot, de Madrid-Cochabamba (cartografía del desastre), tremendo libro que, además, resultó pródigo en recomendaciones literarias. Una de ellas, realizada por ambos autores, se refiere a Francisco Umbral.

Claudio Ferrufino, por su parte, recomienda, evocando sus lecturas casi infantiles, a Homero y Julio Verne. Desde sus años universitarios menciona a Tolstoi, Dostoievski, Bakunin y Franz Werfel. Su coautor español enfatiza la valía de Bajo el volcán, novela de Malcolm Lowry. Y mientras descree de las ferias del libro, menciona a Bowles, y a un para mí hasta hoy desconocido Vaslav Nijinsky (tarea pendiente, claro).

Y continuando con Claudio Ferrufino-Coqueugniot, la gratitud a su persona se extiende por varios libros más de su punzante prosa (sobre todo, ese pequeño gran libro: Virginianos). En sus páginas hallé a Madame Edwarda, de Georges Bataille, Un pequeño demonio, de Fiodor Sologub, a quien compara con Gogol (“Sologub me divide en dos –dice Claudio –, el que ríe y el que se irrita”); habla de los textos de dramaturgia del estadounidense Eugene O’Neill, y de la labor del periodista y poeta John Reed (Diez días que estremecieron al mundo y México insurgente me son títulos ya familiares, aunque aún no los haya leído). Nikos Kazantzakis (Zorba el griegoLa última tentación de Cristo), es otro autor al que difícilmente hubiera llegado sin leer los libros de CFQ.

Los cuentos de Manual para mujeres de la limpieza (gran libro), de Lucia Berlin, recuerdan la calidad de Tristeza o El asesinato de Chejov. Me llevaron también a leer Los hombres huecos de T,S. Elliot (Así es/ en el otro reino de la muerte/ despertar solo/ a la hora en que/ temblamos de ternura/ labios que querrían besar/ forman oraciones a piedra rota).

Y las páginas escritas por Berlin también guiaron mi búsqueda hacia los cuentos A todos nos caía bien AlDemasiado tarde para sonreír, además de Y llegó el sábado, de Raymond Chandler, mientras nos muestra que esos textos pueden realmente mejorar la vida de las personas, aunque no puedan cambiar su trágico destino.

Lo que no tiene nombre, novela en carne viva escrita por Piedad Bonnet, invita a releer a Los enamoramientos de Javier Marías y llama la atención sobre un autor para mí desconocido: Antonio García. Imposible no querer leer a alguien que dice que “El hecho de haber vivido algo, sea lo que sea, da el derecho imprescriptible de escribir sobre ello. No existe una verdad inferior”.

Alguien observará que la recomendación en realidad viene dada por el autor de un libro, y no por el libro mismo. Y tendría razón. Pero… ¿puede acaso un muerto recomendar un libro? Un libro sí puede, incluso si su autor ya hubiese fallecido. La palabra escrita vence barreras de idioma, años, cultura, estados de ánimo, simpatías/antipatías.

Por eso las recomendaciones literarias de un libro son más fiables.

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De ENTRE LETRAS (blog del autor), 29/07/2019

La medida de las cosas/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

13 años que vengo escribiendo contra el embaucador. Perdí “amigos” por eso. No valían nada. Algunos ya murieron como para indicar que el reloj no es figurado, que el tiempo pasa. Al menos, creo, que hasta ahora no le escribieron bellas canciones, como aquella “si el poeta eres tú”, del gran negro cubano. Faltaría, aunque entre los poetas también hay grandes lameculos; les gusta la sal de la vida, el excremento. Viven como escarabajos de la caca, metidos en el bollo, y hacen de la política la mayor escatología, el peor verso. ¿Quién podría decir algo noble del tirano? Si representa la hez, Sodoma y Gomorra. Que la ira de Dios caiga sobre su inmensa peluda cabeza de jabalí. “El jabalí alemán y la hiena italiana”, cantaba Borges. El jabalí Morales y su hiena personal, la camba senadora, diputada, ministro y hetaira. Sabemos quién.

Octubre se acerca. Vuelvo a los amigos, una izquierda dispersa y diversa que se asocia a Carlos Mesa, opuesta a sus otrora cercanos y grey del pastor empedernido hoy. Creo que después de octubre habrá ya que declarar la indiscutible divinidad del apu mallku; mentirosa por cierto, que la piel y las penínsulas se le arrugan más y más. Y de ellas depende su reinado, del falo indiscutible en ley y dudoso en acción. Necesario para la tiranía, por supuesto, el amo se tira todo lo que camina, con dueño o sin él. Decía el payador del Martín Fierro: todo bicho que camina va a parar al asador. Triste, gobierno de dos putos insufribles, donde hasta lo mínimo es falso y lo real mentiroso. El tiempo pasa. Antes los relojes tenían un martillo que tocaba. Tiempo del martillo y de la hoz. Mi hijo, le decía la madre a Brezhnev, ¿qué haremos cuando llegue el comunismo? Los pasos hacia el cadalso son siempre los mismos en la historia. Por allí donde envió Robespierre a muchos, por allí transitó con la cabeza gacha. El Kenko de nuestra historia es una presencia simbólica: todo poder tiene fin. Hasta Dios perece en este mundo. Los ídolos de barro se hacen adobes. Hugo Chávez, el pequeño Bolívar de plastilina, ya ni cuenta como muñeco de cera. Lo olvidaron. Dime tú qué haces y te diré si perdurarás. Pocos lo hacen. Moralitos y Linerita se irán con el papel higiénico, con la menstruación colectiva. Poco o mucho que les quede, es mejor ya despedirse.

Desmedido, inclemente se podría llamar a Evo Morales. Solo producto de un país desmedido, inclemente, brutal y letal. Nada nuevo. No se inventó nada. Melgarejismo subyacente y superficial. Angurria. El poder no tiene raíz, es un liquen aéreo. Se aferra al cable, pero apenas se debilita vuela, se arrastra, se seca. Ni lo comen las gallinas. Huguito Chávez quedó de plastilina para los macacos; si hasta al mujik Lenin le comieron las piernas los insectos. Y a la Santa Evita ni qué decir. Ni santos ni dioses, transeúntes, peatones con suerte. En algo tienen razón los prácticos protestantes, que los ídolos, yeso son. No hay sustancia, jugo. Toda la “teoría” linerista es simple paja de un cojudo. Los tuertos de nuestra vida invidente, las flores del mal en amplio sentido. El sunchu que arde con llama atroz, atroz y fugaz; no deja ni brasa, no se cuecen papas allí. Hay que buscar la madera sólida, que no se ve hasta hoy, los árboles petrificados inamovibles, inconmovibles, tal vez imposibles en la tierra alta del Perú, de dónde venimos, veleidosos y traidores.

Ya ahogaron el mar, ni hablan de eso, del tremendo fracaso. Vergonzoso. A inventar nuevos mitos, la alcurnia aymara, el falso amor indígena por la naturaleza. Patrañas de machos en celo, de hembras no asumidas.
28/07/19

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 31/07/2019

Sunday, July 28, 2019

La muerte bailaba merengue


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Henry Purcell a las siete de la mañana. Fats Domino a las diez, mientras lavo la ropa. La muchacha de Jalisco, que juré era cubana o colombiana, me pregunta si no tengo mujer que me lave la ropa. Apenas tengo ropa, le respondo. Me quedé con una maleta. Pobre, me mira con piedad, y eso que no está tan viejo. Podría alegar, contar historias llorosas, pero la trivialidad de los abandonos, incluso con su carga de tragedia, nada valen ante la música. Son las seis cero siete, pm, y escucho las sesiones del 63 y 64 de Duke Ellington en Londres. Hasta el dolor se baila.

Frases memorables de hoy: “Siempre llueve en mis reinos rosados”. Mujer ucraniana de 46, Margarita, no la de Bulgakov, o en parte quizá. Los reinos, el imperio del placer. Supongo que se refiere a Petra, la piedra rosada del desierto. O a la cueva de su amor.

Isabel siempre bailaba con L en las fiestas. Merengue. Bien juntas, rápidas, en giros. Precioso. Creo que era un merengue de nombre deshonesto, El mamón, pero el ritmo agraciaba la tarde de Aurora. Isabel y L se movían como trompos en juego de Troya.

Isabel venía de El Salvador, de la guerra. Trabajó con un tío, en pequeña empresa privada, hasta que alguien mató al tío. Nada valía la vida allí, entonces; nada la vale hoy. Atravesó América Central, el horror de México, la menor crudeza gringa hasta afianzarse, casarse, parir.

El mamón. Isabel sabía lo que era merengue, movimientos ajenos a nuestra estática india, andina. Por años lo bailaron, con L, porque entre las dos lo hacían bien. Se alternaba el ron, el dulce moscatel frío de las mujeres. Una, otra vez. Meses, años. Hasta que la discordia llegó y no bailaron más. Nunca se apagó el tocadiscos en casa, ni para la tristeza del réquiem mozartiano. Nunca. Pero las bailarinas se separaron. Dimes y dimes que cortan la voz, amores, amistades. Nadie bailó merengue, no así, en casa, excepto en la última fiesta, última cena, en que una amiga española de mi hija Aly agitó la cadera como el mar contra las canteras blancas de Dover. Apareció una vecina discapacitada y revoleó las muletas en el aire y tuve una sensación extraña, de un suceso malo pronto a venir. No me equivoqué. El mamón. Al fin hasta el título encontró razonamiento. Mamada, en el sentido boliviano de embuste. Traición a la patria de los cuerpos. Traición a la noche y al trabajo. Merengue. Así es la vida, da vueltas; uno goza o se marea. O viceversa.

Hace poco me contaron de un cáncer de páncreas. Isabel se moría. Yo, que no tuve que ver en el asunto del danzón, llamé para visitarla. No contestaron. Ella tenía mucho rencor. Venía del país del rencor. Trajo la muerte consigo.

Entonces pensé que fue así todo el tiempo. La muerte viene para todos pero algunos la acarrean como cola.

La muerte bailaba merengue. Daba vueltas, se burlaba. La gran mamona, nos quería hacer creer que era fiesta, siendo la suya, su fiesta, su entretenimiento, sus piernas enroscadas. ¿Dónde estará ese disco?, me pregunto. Se fue con el diluvio de junio, con el terremoto de San Francisco. Quizá signifique que por ahora eludí a la muerte. Mejor que me eluda ella porque no la sacaré a bailar.
28/07/19

Wednesday, July 24, 2019

Talión/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Si un presidente “electo” no respeta la decisión de su pueblo y se impone sobre él, pues no merece ningún respeto u obediencia tampoco. Deja de ser presidente, de inmediato. Puede ser el enemigo, el tirano, lo que fuere, menos presidente. Acabó su mandato. Si para el individuo todo vale, pues para los ciudadanos también. Quien está sentado en la silla es, desde aquel momento, un impostor. Y el castigo para embaucadores en la historia del mundo es claro: expeditivo, drástico. ¿Presidente? ¿Quién? Lo desconozco.

¿Cuál es el problema con nosotros, entonces? Que caemos en el juego del tirano. Habría que reírse en su cara, desobedecer, salirse de las concentraciones, mostrarle el culo. Sé que no es fácil, hay una maquinaria de amenaza y castigo que le sirve. La gente depende de lo que gana para comer, y el mandarín lo utiliza para obligar. Mientras tanto se embolsillan a manos llenas los dineros de la patria. ¿Hay gente que lo defiende? Pues esos son tan asquerosos como su patrón. Que si los cocaleros amenazan con machetes, pues a recordarles que llega siempre el día donde danzan las balas. Lo harán al son de la cueca y la cumbia y los otrora mandamases serán cuerpos corrompidos bajo la luz de la luna. Del Talión, dicen, la ley, que ojo por ojo y diente por diente. Palo por palo, bala por bala, sin exagerar con la fracasada lógica montonera del 5 por 1, que me matas uno, te mato cinco. No prosperó, los exterminaron porque no existía una base popular.

Lo que andan buscando es una reacción tan mala como la suya propia, del otro extremo. Para evitarlo hay que plantarse, el pueblo debe plantarse y desconocer. Si vienen los esbirros a amedrentar, colgarlos de los pulgares; a matar, matarlos, así como despellejar a un pollo de granja, no difiere mucho. Lógica brutal, por cierto. La brutalidad es lo único que entiende semejante gente. Conversar con Linerita es perder el tiempo con un tarado. Y el otro, el del pelo en permanente, peor. A ese hay que pelarlo, quitarle la melena para ver que ni leoncillo era. Los más ardientes y bravucones son los que más tiemblan. Acuérdense de la mal dirigida marcha por el Tipnis llegando a La Paz. Los amos orinaron delgado entonces. Solo era forzar las puertas de palacio y dejar solazarse a la historia, como lo hace, sin lírica.

Cae la noche. Oscuro será el porvenir si se permite a los caciques narcos perdurar. No será el fume de un pitillo cuyo tiempo es breve. No, si se sigue haciendo creer al personaje en cuestión que es presidente, vamos mal. Hay que comenzar, gritarle que se calle, que no es quién para rebuznar. Que mande a su chola o a su macho, según la ocasión, pero que a nosotros no nos joda. ¿Quién es él? Nadie. Que se trague el micrófono por dónde mejor le guste y que se vaya antes de que se lo saque.

La ley del Talión, que no se les olvide. Dejemos las pendejadas cristianas de la otra mejilla a quien no pueda defenderse. Nosotros podemos. ¿Qué son cien mil? Pues cien mil cruces preparen. Bolivia necesita algo que muchos otros tuvieron, ya es tiempo. El momento de la inclemencia, la ausencia de piedad. De ese grande dolor tendrá que crecer algo mejor. O perecer, que es mejor opción que agacharse.
21/07/19


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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 23/07/2019

Imagen: Del blog AHORA SÉ

Thursday, July 18, 2019

Conversación en La Catedral


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

¿Cuándo se jodió Bolivia? ¿O Argentina? ¿O Brasil, si obviamos el portugués que es otra lengua y no? El Perú sigue jodido. Todos andamos más jodidos que nunca porque nos quitaron lo último que teníamos, la esperanza, esa mujer flácida e infiel que se apodaba Revolución. Hoy los pajpakus se adueñaron hasta de ella, revolcaron el pasado, enmierdaron el futuro. Cayo Mierda representa a este grupo de ilustres delincuentes que puebla la tierra desde Agua Prieta hasta Ushuaia. Diestros o siniestros, ni importa.

Este libro vigente pregunta por cincuenta años aquello que no tiene respuesta. O tantas tiene que cada una suelta resulta irrelevante. La Catedral, el bar de la esquina, viven con nosotros desde los fogones del Martín Fierro. Los mentideros perviven allí donde haya dos viejos y el asunto es recurrente: ¿cuándo nos jodimos? Que si el Mono Paz, que si Barrientos, que si Che o Jotajota. ¿Quién recuerda en el Perú a Hugo Blanco? El dolor se olvida; la muerte se oculta. La vida es un negocio turbio donde crecen los pendejos y se ahogan soñadores.

¿Que si lo salvaría de un naufragio? Primero me salvo yo. Tengo el fetiche del libro, pero no tengo ídolos. A mi alma de coleccionista se opone mi espíritu ácrata. Lo leído vale y mejor volverlo a leer, así se lo preserva.


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Publicado en PUÑO Y LETRA (Correo del Sur/Sucre), 08/07/2019

Tuesday, July 9, 2019

El Reich cocalero/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Ilusos los patanes, dictadores, seudo intelectuales, tristes poetas, seductores con bastón de mando en mano, que creen tener la historia hincada ante ellos, y ellos con la bragueta bajada. Ilusos, perversos y desgraciados. La historia muerde, y extirpará de raíz los falsos miembros crecidos al arbitrio del desmán y el latrocinio. Luego eunucos, aunque de espíritu ya son, y algunos de razón y acto…

¿Por qué tanto énfasis en la sexualidad, preguntan? Porque la violencia sexual, que la ejercen a gusto los masistas, es la mayor expresión del dominio y el abuso. El cocalero mayor, pedófilo malentretenido, tendrá que pagar con su cuerpo los delitos cometidos. El fin de Muammar Qadafi, otro monstruo similar a este, que lloró cuando la escoba le quitaba lo que él y los suyos se acostumbraron a quitar a otros a la fuerza. Que los islamistas lo hicieran, no importa. Nunca faltan jueces y menos verdugos, aparecen y desaparecen en el albor de la explosión. Empujan el carromato hacia la guillotina, chillan, enloquecen, se divierten, entretienen. Da gusto especial ver caer a los eternos, sabor especial mancillarlos, placer intenso afinarles la cuerda en la garganta. Común cobardía del ser humano que duerme allí donde menos se espera y despierta en segundos para cobrar las deudas que la historia señala. Cocaína escondida en criaderos de chanchos de famosos músicos en Chimoré; aviones rusos; acento venezolano; capos calabreses… nada detiene el paso cansino y feroz de la historia. Ni las baladas viles de los folkloristas, ni los nativos de la Gomorra italiana que han comprado la nación.

¿Qué pasará, qué pasará?, preguntan. Lo que está predispuesto. El triunfo del crimen, la farra, la culeadera cocalera, el infierno, los linchadores con pequeños penes erectos y sangrantes, la Bolivia del siglo XXI, o XXII será porque parece que Midas piensa que va a vivir 200. Hasta que el tiempo y sus secuaces de ocasión decidan que es hora de acuartelarlos y prenderles fuego. No exageres, oigo decir. Tucholsky anunciaba lo que traían los nazis y no le creyeron. “Nadie es capaz de cosas así”, decían hasta los judíos. De esas y peores. Y no cambiará. Incluso cuando el cocalero sea devorado por los chanchos del narco en Chimoré, otros lo suplantarán y harán lo mismo. Entonces de qué vale cambiar las cosas. Lo que nos separa de las bestias es la esperanza. Libia está en el despeñadero, también Iraq, pero no es mejor la calma y brutal paz saudí. Saddam Hussein tenía que ser colgado; Qadafi, violado. Su destino estaba marcado. Que algunos lo eluden, cierto, pero al menos el poder ilimitado, el imperio de mil años, es una cosa que no conseguirán ni Evo Morales ni los Lineritas que le lamen las andinas moradas nalgas con asco e interés.

Hay venezolanos por todo lado. Se fueron, lo entiendo. Quizá es difícil, pero habría que intentarlo, enfrentar al tirano. Si un soldado o un agente brutaliza a la población, esta tiene derecho de atraparlo en la noche y ejecutarlo. Si se lo hace discreta y eficientemente, el terror llegará también al antro criminal. Uno por uno, uno tras otro, en una matemática fría y certera. De abajo a arriba, sin drama, sin lírica, a la manera irlandesa de Michael Collins. Para eso hay que estar dispuesto a morir, pero sobre todo a matar. El viejo Talión.
07/07/19

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 09/07/2019

Sunday, July 7, 2019

Los focos que arden de noche


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Pensando en Odessa. Antes de irme tengo que ir. Bajar la escalinata. Yo soy el bebé en el coche. Al fin está el negro mar que he visto, y Catalina emperatriz, iluminada por las estrellas y el parque griego. Pienso en Odessa, pienso en ti. En ostras con queso derretido.

Pasó la hora en que se alista una pasta, a las diez de la noche. Chopin, Purcell, a todo volumen Purcell, los coros femeninos, la celebración, mientras bajo por la calle 8. Muevo los dedos, director fantasma de coro espectral. Soy solo el mago de Kharkiv, no el de Lublín, y peco como Onán. Y pienso que no vi el bosque de la frontera polaca, y me pregunto qué fue de mi vida. Virgen de la Macarena en el cd. De noche, cuando me acuesto, le pido a la virgen de la Macarena, o algo así. ¿A quién pido yo? Madre, padre, no me olviden que la noche me rodea y van quemándose los focos.

Raspo un parmesano. Córdoba, Argentina, en el abasto, con las hormas negras de queso hasta el techo, cinco metros de queso. Y bolas largas de provolone. Era la Argentina de la muerte, los setentas. Lo sabía y seguía yendo al cine: Tarkowski, Wajda, Las señoritas de Willco, Stalker, la Zona. Mientras la gente huía y los automóviles andaban con luces internas encendidas, no fuese que los confundiesen, o acribillaran, y los volaran por encima del lago de San Roque para tirarlos con peso, desventrados, a las aguas calmas.

Qué lejos aquello. Cantatas, arias de Vivaldi. De no creer que volaban aviones cargados de cuerpos, apilados como reses para satisfacer el canibalismo nuestro de cada día, la sangre diaria, la carne, el excremento. El domingo pasó entre lluvia y granizo. Hojas mojadas, pastos húmedos. Odessa, claro, pienso en ella y pienso en ti. Me preguntas si te matrimoniaré, si quiero tener hijos pelirrojos que digan de la ciudad del mar oscuro casa, de la antigua tierra que cultivaban los argivos para llevar a la lejana Troya, donde los héroes morían. Pero también comían y fornicaban.

Voy decidiendo. El tiempo del llanto se ha sentado a descansar y piensa. Miro, por la falta de peso, que debajo de las tetillas crecieron un par de arrugas. Espalda curvada, bíceps de trabajo, el cuello de toro de los Ferrufino, el deseo. Los potros Ferrufino, decía mi padre, y ese hombre caminaba como un soldado japonés a sus ochenta años. Cerró los ojos y se fue yendo, escuchándome. La muerte de Gengis Khan. La estepa llora, los pastos se han hecho grises. Mi cabello encegueció y las manos se aclararon. Nunca más, es frase ambigua, porque cada vez que me veo está él, el caballo salvaje de los años cincuenta, el paso vivo del día antes de morir. Lo he visto, yo apoyado en una columna de la catedral, cruzar la plaza principal sin mirar a nadie. Nadie se le acercaba, era hosco; estaba consigo y bastaba. Lustrarse los zapatos. Comprar el periódico y sonreír. Duro hombre de bella sonrisa.

Cortado chico y agua sin gas, por favor. Que cortés fue, y valiente. Sonríe, Joaco, el Joaco de Alicia, que por ahí andan los dos guardando mi casa, consolando, lavando mis pañuelos que ya no se mojan.

Murió Joao Gilberto. Le gustaba a mi ex, lo cantaba. Hoy, manejando, aprendí que la bossa nova es un samba lento y pausado. No lo sabía. Lo escuché, dos horas, por la tarde. Lo comprendí al fin; no diré más que es una mierda. Todo tiene antecedente y posterior. Nada se inventa de la nada. Cristina me escribe si tengo inconveniente con el color de sus cabellos. Tus hombros son los mismos, respondo, el color del agua que los moje será bienvenido. Anunciamos el encuentro con tambores, si se da, y nada desafinará entre nosotros, ni el púrpura ni la arruga, que la belleza flota y el aire huele a cedrón. Yo necesito saber si quieres ser mi amante, cantaba Camilo Sesto. Pues lo necesito, dímelo, antes de que la lluvia deslave las huellas y sobre la tierra no queden rastros.

Tus ojos… tus ojos cántaros de miel…

Paso vivo, el soldado japonés camina 30 kilómetros por día. ¿Cuántos caminaste hoy, papá? Más japonés que los japoneses, más Mishima que los suicidas. Dragón, botas fuego por la boca. Dragón, vuelas.
07/07/19



Wednesday, July 3, 2019

Buscando al candidato/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Poco se puede hacer contra el rodillo electoral de Evo Morales. Ya habla la dirigencia campesina de “Evo para siempre”. Se apunta a eso. La oposición no ha sabido conjugar y la derrota es inminente. Carlos Mesa es tibio, en tiempos que se necesita un hombre arriesgado y valiente. ¿Dónde hallar a ese hombre? Y si los enconos y ambiciones personales le permitirían competir. Pero, como estamos no llegaremos a nada, solo a la perpetuación del poder avalada por elecciones truchas.

Morales y su segundo tienen las de ganar, hasta el apoyo de la OEA en su presidente. La malignidad con que se maneja el término revolución en el continente, luego de décadas de dolor, es sintomática. Todo puede ser comprado; los hombres tienen precio; las mujeres son gratis. El nuevo paradigma, bajo la vieja escuela de los Castro, es que sin ellos no hay nada, que el dinero, el hembraje, la decisión les pertenece. Hay una voz y es irrefutable.

Narcos del mundo, uníos. El lema marxista del siglo XXI. El autoritario barbón de Tréveris no se lo hubiera imaginado. Dudo que apreciara al lumpen en el poder. Para Marx contaba la inteligencia. Lo que tenemos ahora son feriantes de Alasitas con mando ilimitado. El reino del ekeko.

Un individuo probo, intelectual, destacado y honrado a nivel internacional, alguien que no sufra mella al enfrentarse al cacique. Sé de quién hablo y habrá pronto tiempo de decirlo. Alguien nuevo, libre de las sucias lides del gobierno y la política. Hay ejemplos en el mundo, presidentes que vienen de otras áreas, Ucrania, por ejemplo. Nada mejor para el país que el candidato surgiera del intrínseco conocimiento de nuestra realidad, alguien con experiencia de campo. Creo que lograría una genial disputa, real a pesar del fraude, con los mandamases. Girar alrededor de los ya conocidos es la peor estrategia. Nada se ha de conseguir sino justificar la eternización de los comerciantes en el trono.

Tiempo para Bolivia de mirar alrededor, que hay gente única y valiosa. Hablo de intelectuales de honestidad probada, no de aquellos que van meneando sus precios a diestra y siniestra. Estos son los más y no de confiar. Siendo Morales &Cia, tampoco confiaría en ellos, llevan muy profundo el prurito altoperuano de la traición, del engaño. Se necesita gente nueva, a pesar de los años que tengan demostrando su valía.

Si no hacemos esta discusión, ahora, estaremos condenándonos a una larga tiranía, a perdurar la oclocracia, soberbia y descarada que nos domina.

El debate está abierto. Falta exponerlo en público y seguir un listado de los posibles candidatos. Partir de página en blanco. Al menos, nosotros, en contraposición al cocalero y al tonto, tenemos el verbo.
01/07/19


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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 03/07/2019