Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Dicen que
Ortiz se bajó los calzones para el MAS, mostrando blanquitas nalgas. Dicen que
resultó, que ha salvado a su patrón de la caída en primera de cambio. En la
segunda podrán reposicionarse, tal vez, ¿y cómo servirá el hipócrita este allí?
Ojo, no estoy defendiendo a Mesa, solo retrato el panorama boliviano donde los
gallos que cacarean se vuelven cluecas de la noche a la mañana. Ortiz, Ortiz,
qué fama de puto te endilgaste. No me consta, pero me burlo, porque el sarcasmo
en un rincón como el nuestro es una defensa contra el arbitrio.
Y cuesta no
equivocarse, porque si se habla mal en la tierra hija predilecta, casi de
seguro que algo cierto hay. País de la mácula, donde lo impoluto no existe.
Habría que hacer una cueca para que bailen los traidores, vestidos de pollera
como el imbécil ministro aquel, si lo recuerdan. La fiesta larga, la fiesta
única, solo la fiesta. Hasta los mentados ayllus guerreros, a quien España hizo
carambola, de guerreros no tienen otra que el linchamiento en grupo alcohólico.
Retrato de guerreros embriagados linchando desarmados.
La coca, de
sagrada a maldita, a malparida. Sagrada para los narcos, amarga (la chapareña)
para los acullicantes que babean verde y son inentendibles. Los habrá iluminado
el Espíritu Santo y conversan en lenguas. Oscurecidas y gruesas, como de vaca.
De otros, aunque fina, como la del señor que se tildaba de opositor y hoy es
secuaz, igual de inmunda.
¿Dónde
quedó el mar? Será que Rodríguez Veltzé, meretriz de abolengo, se baña allí. La
(en femenino) única bañista, la jurisprudente Veltzé. Habrá recibido besos,
chapes como los nombran, de la dupla maravillosa, los gemelos irreductibles,
los infaustos Cástor y Pólux de una tragedia que no tiene épica como la griega
pero está llena de dengues. Cómo se menea, dice una canción popular de por
allí. Como Toña, la Negra. Se menea Veltzé, se menea Ortiz, entre los cientos o
miles de sindicados en este lupanar andino y tremebundo de danzantes sexuales
pero asexuados.
Por ahí
anda un rector que quiere diputaciones, o senaturías, embajadas, o cualquier
puterío que haga juego con su piel tostada. Al juez Roy Bean, que hasta Borges
nombra si no me equivoco, colgaba mexicanos por culpa del color olivo. El
racismo tiene diversas facetas y a veces lo cocinan para darle más fuerza los
propios damnificados. Hay gente que quiere cambiar de color. Sea, pero el olor
no se lo transforma nadie. Por la nariz te conozco, mascarita. Al francés se lo
huele a distancia, por más mesié que se considere y pavonee. Generalizo, sí,
claro; me divierto. Si el administrador de la casa mayor de estudios peca de
negruras será que necesita terapia del alma, porque ser cabrón ennegrece más
que cualquier herencia. Y ser masista, peor.
La noche
será larga para contar votos y descontarlos. El debido proceso de los tiranos.
Volver el uno, dos, y el dos, cero. Hasta que Damocles suelte el hilo de la
espada y descabece a todos. Igual que a María Estuardo, que a diferencia de los
políticos machos de Bolivia tenía huevos bien puestos.
Pero mi
espera no ha de ser larga. Yo me voy a dormir luego de haber comido y bebido un
agua. Que velen los maricas, los que tienen precio, los que se venden y sueltan
las bragas. Nosotros que no tememos más que a las mujeres que comparten la
almohada, mañana estaremos con la pluma como adarga. Puñales de tinta negra y
tinta azul. La palabra nos queda y sabemos emplearla. Con ella desnudamos al
rey y vestimos al mísero. La palabra, la parábola. Aunque sermonear a recuas no
funciona bien, y menos las cambia. Pues, chicote, entonces, como pregona el
Evo, sin saber que los cables se tuercen, vuelcan, y golpean a sus inventores.
20/10/19
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 22/10/2019
escrito con la rabia desbordante, dices muy bien las situaciones tan ambiguas y mezquinas
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