Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
La
alucinante historia boliviana, ahora trasladada tan lejos. El surrealismo, el
realismo mágico, los caudillos de la sombra, el mal y el señor presidente: una historia
de nunca acabar.
Me presto
el título del comentario de un amigo. Quienes vivimos cerca de México, nos
relacionamos, trabajamos, convivimos con mexicanos, sabemos las delicias y la
inconmovible tragedia de aquel país. Sabemos de la tozudez del narco, de su
crueldad, su infaltable, e infatigable, presencia. ¿Por qué elegiría a México
un semidiós andino? Las razones deben ser muy fuertes. Mejor le hubiera ido en
Cuba. Tendría adolescentes de más para llenar su inmenso lecho. Pero fue
México, con un solícito alcahuete que funge de presidente, 14 guardaespaldas,
visitas sin ningún provecho a museos y rebuznos a más no poder. Mucha parte del
mundo está fascinada con el hombre primitivo; muchos lo creen el buen indígena,
aunque el falaz nativo nada tiene que ver ni con Rousseau ni con Voltaire.
Una
austriaca me sugiere que ojalá lo contrate la Unión Europea para enseñar lo que
es ser un socialista de éxito. ¿En qué era vivimos? Justo ahora que la
información es accesible, crece la ignorancia. En primer lugar, es tan rico que
no necesita trabajo. Tan vanidoso y tan cabrón que está acostumbrado a que
otros trabajen por él, le amarren los zapatos. Esta diva que no canta ni baila
sabe menearse bien.
Juega al
indicieto sufrido, pobre, abusado. Pero su tono es despótico, señala a
periodistas con sus dedicos de hembra, no acepta preguntas, creyó lo que le
hicieron creer, entre narcoamautas, narcoministros y narcofolkloristas. El
hombre perfecto, el último Neandertal. Sería bueno exportarlo, a Austria, por
ejemplo, y que haga partícipe a esa población de su divinidad, su inteligencia.
¿Pero dónde ubicamos el Chapare allí? ¿Barremos con Viena para plantar coca?
¿Accederán los austriacos a entregar sus niñas vírgenes al lobo feroz? ¿A la
feroz rata que escapa, que se esconde, que se asusta, que se mea, que se caga
en los pantalones? Fácil hablar. Fácil decidir por los eternos colonizados.
Europa no ha perdido su paternalismo, ni tampoco España, donde los españolitos
y nacionalistas vascos creen que pueden enseñar en un país y una historia que
desconocen.
¿Rata entre
leones? El tipo escapó, huyó sin que nadie lo persiguiera. Debió quedarse en el
trópico, estar a la cabeza de las marchas asesinas. ¿O alguien más grande que
él lo obligó a ir? Pareciera. Especulemos que el narco hastiado del
incumplimiento de las cuotas este último mes le dijo que tenía que
solucionarlo, que ellos ayudaban con logística y armas, pero que no se podía
interrumpir el flujo de droga hacia Venezuela, Cuba, México y de allí a todo
confín. Que tenía que presentarse a reportar e informar de las soluciones. A
los sinaloenses les da lo mismo cortarle la cabeza o cortársela a un becerro. La
rata asustada se metió en las fauces del león. López Obrador es únicamente el
intermediario que dio al viaje un viso de refugio, lo que no es cierto. Que
cuánto el mexicano depende de los cárteles, no lo sabemos. Pero es un buen
pretexto.
En medio
nosotros, entre los fuegos de un negocio privado. ¿Privado? Pero si nos jode
como país, nos neutraliza, nos persigue, hace que nos infunda terror. Problema
nuestro, sin duda. Que apela a nuestras soluciones fuera del gran paso que ha
sido expulsar al roedor.
Las ratas
se vuelven gallos, al parecer, desde lejos. Dos rostros para una misma
cabezota, el que se cree divinidad andina y el lacayo que vende droga y cosecha
dividendos. Al medio nosotros, repito, con la premura de hacer este alejamiento
definitivo, con la incertidumbre de qué traen el miedo y ambición del pedante,
ignorante, inmundo desertor.
17/11/2019
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 19/11/2019
Imagen: Pontifical of Guillaume Durand, 14th c. (Bibliothèque
Sainte-Geneviève)
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