Inicié el blog LECOQENFER a fines del año 2009. Tiempos difíciles de caminar solo. Pero fructíferos en cuanto a creación y trabajo. Un par de años después añadí SUGIEROLEER, blog donde incluí textos que me interesaban y que me parecía importante compartir. Hice de este último un espacio en donde habló la literatura boliviana, donde se dio cabida a muchísimos autores en busca de ver su obra expuesta al público. No me fue mal con ninguno de los dos. Lo cuenta el número de visitas que he recibido allí desde entonces. Excelente para dos lugares en los que trabajaba cuando podía. LECOQENFER, blog personal, me sirvió a la vez de hemeroteca y de oficina de compilación; allí reúno y rescato escritos míos que van hasta el año 1984 el más antiguo, creo. Quizá un poco antes. Mucho se ha perdido, sin duda, de los años universitarios, de la pasión femenina y la borrachera. No soy veleidoso para decir que desaparecieron textos preciosos; es muy posible que la mayor cantidad fueran inservibles o mediocres.
Tal vez el
tiempo del auge pasó. La tecnología avanza y de alguna manera el blog como lo
conocemos va quedando obsoleto. Solo hace un par de años atrás podía esperar
hasta diez mil lectores para una columna mía. Ahora tengo que conformarme con
una centena y algo. Pero eso no puede implicar desfallecer. Lo haremos al fin
cuando la fuerza ida obligue a descansar. Siempre agradezco la lectura, la
visita de gente que como yo sigue asombrándose del mundo, por infecto que sea y
cómo hieda. El arte no solo nos sobrevive, nos salva. Dentro de él la escritura,
para los que no somos pintores o músicos, o tanto otro gremio que existe en la
belleza. Agradezco a tanta gente que colaboró y todavía lo hace con sus
páginas. Seguimos, entonces, por unos cuantos miles más. Un día llegaremos a
los dos millones y será una suerte de Nirvana a festejar con chicha, cerveza,
vino, ron. Con baile y rebelión. Abrazos.
Claudio
Ferrufino-Coqueugniot, calle Clarkson, Denver, agosto 2021.
La imagen
es de una cerveza amarga, India Pale Ale, porque, bueno, de guerreros y piratas es no endulzar
el trago, supongo. Si soy chingón o no chingón, si el mero o no, lo dirán
otros. Mientras tanto baja el trago por la garganta, casi como si fuera
cascajo.
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