ROBERTO BURGOS CANTOR
Debo a Claudio Ferrufino-Coqueugniot la buena noticia de los documentales de
Juan Carlos Rulfo, el hijo del autor de Pedro Páramo.
Conocí a Claudio en La Habana donde fue premiada por Casa de las Américas su
espléndida novela, EL exilio voluntario. Desde esa vez aún no terminamos de
beber la cerveza Bucanero que acompaña las hondas conversaciones de amistad que
se retoman de viaje en viaje sin vacíos.
Claudio, quien vive en los Estados Unidos, escribe para un periódico
norteamericano, hace el cierre nocturno, y para otro de Bolivia donde nació, en
Cochabamba. Su novela se entrega al reto y el riesgo contemporáneos de indagar
las transformaciones de la lengua y del alma de los personajes en la franja de
límites difusos, viva, que constituye un país, unos países, incubados en la
entraña de otro.
Las dos veces que lo he visto arribar a Cuba, llega con sus camisas a cuadros
de leñador de altura y una sonrisa de discreta ternura que se derrama por sus
mostachos de charro y contrasta con sus ojos traviesos de catador de
antigüedades a los cuales no escapa nada.
Una vez asistimos a una conferencia de Álvaro García Linera, el Vicepresidente
de Bolivia. Claudio ha escrito críticas tremendas al gobierno de Evo Morales.
Al novelista boliviano le resulta inadmisible que en los procesos de revolución
o cambio se reproduzcan las conductas cuyo reproche condujo a la transformación
y se permita la instalación de castas que enriquecen a la sombra. Esto le
revuelve las tripas a Ferrufino-Coqueugniot.
Así, aplaudimos y nos acercamos al ritual cortés de la firma de libros. García
Linera presentó El poder de lo plebeyo, la edición cubana. Y resultó que la
madre del Vice era una amiga de años de la tía de Claudio. A pesar de la lupa
no pudimos descifrar la dedicatoria. Algún jeroglífico de una lengua extinta.
Este recuerdo me vino al ver En el hoyo, el reciente documental de Rulfo que
entusiasma a Claudio y a Laura Esquivel. Uno de los albañiles que tira mezcla
en el puente del “segundo piso” responde a la pregunta de si él cree que hay
que quitarle dinero a los ricos, así: No, hay que darle más dinero a los pobres
para que todos seamos ricos.
Las películas de J.C Rulfo, con su mérito propio, son partícipes del secreto de
la poesía que guardan las narraciones de su padre. Revelar el poder de la vida
y la fuerza de la dignidad que anida en los seres del común, en medio de un
mundo dislocado en el que ellos esperan sin pedir. Da la impresión que los
fantasmas que recorren la tierra sin sosiego, en una Comala eterna, con el
motivo noble de encontrar al padre, de recordarle algo que adeuda, que suben o
bajan entre murmullos, que tienen palabras para ser oídas en la muerte, están
todavía más acá de los desiertos y del campo, como tatuajes del alma definiendo
una manera de ser, un anhelo, una resignación, una esperanza.
En el hueco está, como una fusión que no produce chirridos, el complejo mundo
de América Latina, las mujeres, hombres y niños que hacen el tejido entre el
territorio de la prosperidad y la tierra baldía. Como Abundio cada día irán a
Comala y verán derrumbarse todo como un montón de piedras.
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Publicado en EL
UNIVERSAL (Cartagena de Indias, Colombia), 31 de marzo, 2011
Publicado en
Revista Eje21, Caldas, Risaralda, Quindío, COLOMBIA, 13/04/2011
Foto: Roberto Burgos Cantor, Martín Kohan, Stefano Varese y Claudio
Ferrufino-Coqueugniot, en La Habana, 2011
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