Monday, October 12, 2009
Miscelánea norteamericana/NADA QUE DECIR
Inesperado Premio Nobel de la Paz para Barack Obama.
Sorprende que Evo Morales no haya convocado a las fuerzas de
la ebriedad, a los "movimientos sociales", para reclamar
para sí un reconocimiento que ansía y protestar la
premiación del imperio.
Pero fuera de lo que haga o no esta ficha leve del tablero,
la premiación del presidente negro de los Estados Unidos no
deja de ser controversial. Es más una cuestión europea:
reconocer el cambio en la dirección de la Casa Blanca, la
transferencia de mando de un imbécil a un hombre brillante
(Bush a Obama), de un invasor, armamentista y asesino, a un
hombre que intenta razonar con las bases de un país
netamente conservador y militarista acerca del futuro del
planeta y sus guerras eternas.
Complicado, si pensamos cuánto costó a John F. Kennedy su
alejamiento de la guerra nuclear, de la destrucción de Cuba.
El oscuro, derechista, millonario Estados Unidos no se lo
perdonó. Le dieron Dallas..., un Dallas que en cualquier
momento puede ser reanimado en la persona del nuevo
mandatario. Aquí Obama no sólo juega su prestigio; se
juega la vida día a día, ante una población estúpida y
obcecuente que vería con buenos ojos su asesinato.
Creo que se premia en él el sueño de Martin Luther King,
algo que supera la emancipación de las razas, que permite a
las razas personalidad y derecho (que Morales podría haber
logrado en Bolivia, no un folklorismo violento y
malviviente). Pero Obama, y casi imposible que pueda
deshacerse de ello, a riesgo -repito- de su existencia,
mantiene un conflicto en Afganistán, no se libera aún del de
Irak, y posiblemente se vea envuelto en uno peor en
Pakistán. Un hombre (obligado) de guerra no puede recibir
un premio de paz.
Es tal vez un incentivo, un apoyo de la comunidad
internacional a esfuerzos que sí aspiran a la paz. Se debe
entender que el presidente está atado de manos, y que no
sólo tiene que preocuparse del desastre económico que dejó
su antecesor (menos para los ricos), sino de una guerra
absurda que consume el tesoro norteamericano. Abandonar la
lucha "contra el terror", soslayarla, equivaldría a un
epitafio. Seguro. No pueden los adoradores de la muerte,
los conservadores de Norteamérica, perder prestigio y, sobre
todo, los ingresos monumentales que les da de beneficio la
guerra.
En cuanto a la situación de Honduras, Barack Obama ha sido
tenue. En principio rechaza el golpe de estado, pero sabe
que lo que se decide en el pequeño país centroamericano
tiene más que ver con Hugo Chávez y unos parámetros que se
van tornando peligrosos (complicidad con Irán). Existe un
entorno de altos personajes de la administración Bush que
presionan al presidente para no tomar medidas reales de
castigo a Micheletti y su gente. El presidente de facto
hondureño gasta buena cantidad de dinero en mantener activa
la oposición a las sanciones -en Washington y con éxito. El
espectro que se maneja, que no deja de ser real, es el
monigote de Chávez que pasó de ser mero payaso a asunto de
seguridad hemisférica. Valiéndose de argumento tal, la
derecha norteamericana ha acorralado -y quizá convencido- a
la Secretaria de Estado y a Obama de no tomar acción en
contra de Honduras. Se da tiempo al tiempo hasta que ya con
un nuevo gobierno elegido la ansiosa desfachatez de Zelaya
pase al olvido.
En un tablero de ajedrez hay dos colores, pero no es el
blanco contra el negro, señor Morales, es mucho más.
10/10/09
publicado en Puntos de Vista (Los Tiempos/Cochabamba) en 11/10/09
Imagen: Poster de los agricultores tejanos/Campaña de Barack Obama 2008
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